Los primeros pasos de esta enseña multicultural miran hacia tierras japonesas, en concreto a la etapa de los años sesenta cuando el sector de la parafarmacia nipona, de la mano de la compañía Taisho Pharmaceuticals, lanzó al mercado un combinado medicinal a base de cafeína, vitaminas, taurina, jalea real y ginseng, entre otros componentes que avivó el interés de los trabajadores que se enfrentaban a duras jornadas y turnos complicados para lidiar con el sueño.
El producto fue un éxito y su eco llegó a otros puntos de Asia despertando el olfato empresarial de hombres de negocios como fue el caso de Chaleo Yoovidhya, quien años más tarde comenzó a poner el foco sobre este producto revitalizante dejando a un lado la producción de antibióticos que abanderaba con su empresa TC Pharmaceuticals y centrándose en la elaboración y venta de su propia bebida estimulante bautizada como Krating Daeng (Toro Rojo).
Las botellitas de este brebaje comenzaron a encontrar fieles seguidores entre los empleados de sectores como la construcción o los transportes, hasta llegar a manos de un emprendedor austríaco, Dietrich Mateschitz, quien encontró en este preparado energético el perfecto aliado contra los efectos del incómodo ‘jet lag’.
Mateschitz creyó firmemente en el potencial de la fórmula para alcanzar el cielo empresarial y vaya que sí lo consiguió. Con toda su artillería se enfrascó en la tarea de convencer al fundador tailandés del producto para dar forma al conglomerado empresarial. El siguiente escalón fue adaptar el nombre de la bebida, de ahí nació la etiqueta Red Bull, y el sabor del producto al mercado occidental. El resultado: Una apuesta que les ha hecho millonarios tanto a ellos como a sus herederos.
Con estos ingredientes, se puede decir que la historia de Red Bull es la de una firma con poso y movimiento que, además sigue generando nuevos capítulos y revolucionando a golpe de pulsaciones elevadas el terreno del marketing y la comunicación. Red Bull está empeñada en proclamar que es más que una bebida haciendo gala del hecho de que tras su nombre se encuentra un cóctel de aventura, desafío y espíritu competitivo.
La cara visible de Red Bull ha ido así evolucionando pero siempre dejando huella. En un primer momento, se abrieron paso con el archiconocido “Red Bull te da alas”. Una apuesta por la publicidad al estilo tradicional que con los años ha ido virando hacia otras formas de marketing más sofisticado, personal y con marca de la casa. Y es que, la empresa ha tomado las riendas de sus fogones para generar contenidos propios y novedosos. Material diferente dirigido a generar movimiento, a través del suministro a los diferentes medios de comunicación de piezas multiformato, que han llevado a la compañía a crear su propio cuartel general especializado en esta parcela comunicativa: Red Bull Media House.
Televisión, radio, prensa, redes sociales… nada escapa a Red Bull, que cuenta en la actualidad con una capacidad de impacto sorprendente a través del patrocinio, producción y difusión de eventos y acciones deportivas de gran calado en el público, entre las que se encuentran pasajes como el salto al vacío de Felix Baumgartner o los desafíos impulsados en torno al mundo del motor o del surf.