Me considero una persona que se ha hecho a sí misma, con mi propia filosofía de vida que después expreso en mis diseños”. José Azulay siempre quiso ser diseñador, pero cuando terminó el bachillerato decidió que estudiaría Económicas en Málaga. No tardó en volver a Melilla, la ciudad en la que había nacido y donde sus padres regentaban un local en el bazar en el que creció trasteando con los relojes y demás artilugios que ahí se amontonaban. “En apenas unos meses me di cuenta de que aquello no era lo que quería hacer. Ni me gustaba ni se me daba bien. Siempre he tenido ansias de descubrir lugares nuevos, de destaparme, de vivir nuevas experiencias y, sobre todo, de crear. El problema es que en Melilla me sentía atado, contenido, retenido. Me daba cuenta de que allí difícilmente podría dar rienda suelta a mis inquietudes. ¡Y yo quería ser diseñador!”. Eran los primeros años de la década de los 80, José Azulay volvió a hacer las maletas y se fue a la gran ciudad. “Llegué a Madrid en plena ebullición política y cultural. La ciudad era lo que los americanos llaman un work-in-progress, un lugar en plena transición, en proceso de transformación profunda, lleno de estímulos y oportunidades”. O sea, el lugar ideal para que alguien inquieto, curioso y ambicioso como él iniciara su aventura. “El único problema era que todavía no tenía claro lo que quería hacer. Solo sabía que tenía que estar relacionado con la creatividad y con el mundo del diseño”.
La aventura china
La vida a menudo te proporciona señales, asegura Azulay. En el mismo bloque donde había alquilado su nuevo piso madrileño vivía un señor que se dedicaba a la joyería y a la relojería. Un día se presentó y le preguntó por el negocio, pero su vecino le ofreció una visión bastante pesimista del tema. “Vino a decirme que el mercado estaba copado por las multinacionales y que era imposible competir con ellas sin una marca conocida. Aún así, no me desanimé”. Empezó a hacer bocetos de relojes inventados por él con el objetivo de crear su propia marca. No dibujaba bien pero tenía imaginación y, sobre todo, muchas ganas de crear. Eso unido a su insaciable sed de aventura le llevó a coger aquellos diseños torpemente esbozados y marcharse con ellos a Hong Kong. “Estaba en una fábrica de Hong Kong rodeado de relojes y resultaba que no podía fabricar los míos porque no tenía capacidad para encargar el mínimo que exigían. Me sentí frustrado. El fabricante, que creo que se apiadó un poco de mí, me sugirió una alternativa. Si utilizaba los moldes que él ya tenía entonces sí que podría hacer mis propias composiciones y encargarle la cantidad que quisiera”. Fue así como nació Select, su primera marca, predecesora de UNOde50. Tuvo un éxito abrumador. En tan solo dos meses había vendido más de 6.000 relojes.
Marca y concepto
A finales de los 90 una de las representantes de Select puso sobreaviso a José Azulay de un grupo de personas que acababan de crear una marca de productos mayoritariamente de regalo y le sugirió que podían unir esfuerzos, ya que tenían una filosofía de partida parecida a la suya. “Después de cambiar impresiones sobre lo que querían hacer con la empresa, y a pesar de que el proyecto me parecía muy interesante, me di cuenta de que iba a ser muy difícil llegar a un acuerdo de colaboración. Descarté entrar en el proyecto”. Pero, por mucho que lo intentara, no podía olvidarse de aquella idea. Desechado el acuerdo de colaboración, acabó comprando aquella empresa de joyería, UNOde50, que acabaría remozando de los pies a la cabeza. “Tenía claro que lo único que tenía valor para mí eran la marca y el concepto. El resto lo encaminaría por derroteros completamente diferentes. Pretendía crear algo realmente bello y exclusivo, un negocio que a la vez me permitiera expresar el impulso creativo que ya latía en mi interior. Cuando sentí que ya tenía una cierta base, comencé a tomar las riendas. Decidí darle más importancia a la joyería. De hecho, decidí que nuestras joyas tenían que representar el 90% del total de los diseños. Poco a poco empecé a corregir bocetos, elegí nuevos materiales y marqué las líneas a seguir”. Todo esto sucedía a finales del año 1996. Actualmente UNOde50 está presente en 40 países con más de 100 tiendas propias, 2.500 puntos de venta y una facturación de 60 millones de euros anuales.
Valores de marca
“Nuestras primeras colecciones estaban formadas únicamente por 50 unidades de cada diseño, de ahí el nombre de la marca. Sin embargo, el éxito de la marca nos ha obligado a evolucionar, pero continuamos comprometidos con la calidad y exclusividad.
Actualmente, seguimos produciendo todas nuestras piezas como si fuesen únicas presentando, además, ediciones limitadas de 50 unidades con cada colección”. Para Azulay las claves de su éxito se encuentran en la personalidad y el estilo único e inconfundible de UNOde50 y destaca como el momento culminante de su eclosión la apertura de su primera tienda en Miami. “Junto con España, nuestro mercado más potente es el de Estados Unidos seguido de Italia”, apunta el fundador, presidente y director creativo de UNOde50. “Pero pese a la expansión internacional de la marca, el ADN de UNOde50 sigue siendo totalmente español, pues el 100% de nuestra producción es local. Siempre he apostado por eso y lo seguiré haciendo. Es uno de nuestros valores de marca. Trabajamos siendo fieles a nuestros ideales como empresa: creatividad, estilo único, espíritu libre, proceso artesanal y Made in Spain. Siempre tenemos presentes estos principios”. Trazando actualmente su desembarco en un mercado tan amplio y que ofrece tantas posibilidades como el chino, Jose Azulay apuntala el devenir de UNOde50 en dos claves: “seguir expandiendo la marca por los países en los que todavía no estamos presentes y consolidarnos como una de las marcas más representativas del sector de la joyería en España”.