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Cameron Mackintosh, el multimillonario productor teatral


Pero esto último ya lo sabía desde hacía tiempo. Cuatro años antes se había empapado del potencial del éxito con Cats, basada en la obra Old Possum’s Book of Practical Cats, de T. S. Elliot, y en 1986 con El fantasma de la Ópera, quizá la producción de entretenimiento más comercialmente rentable de la historia, sobrepasando sus ingresos a películas como Titanic y ET. Su salto a Broadway tampoco le fue nada mal. La obra Miss Saigon provocó lo que es hasta hoy la más grande reserva de entradas en la historia del teatro.

Mackintosh todavía tiene participaciones en Cats y en El fantasma de la Ópera y tiene todos los derechos de Los Miserables y de Miss Saigon, lo que significa que le pagan cada vez que un teatro profesional utiliza su obra. También es propietario de ocho teatros de esta calle y del 75% de Music Theatre International, la agencia de licencias más grande de Broadway.

Pero todo este afán por el teatro y la música le viene de familia. Sus padres eran músicos y tocaban en una banda militar para entretener a las tropas de combate durante la Segunda Guerra Mundial (además, su padre era un talentoso trompetista de Jazz que tocó junto a Louis Armstrong y un comerciante de madera). Y su primer contacto con los musicales lo tuvo a los ocho años, cuando sus tíos le llevaron a ver Salad Days, una ligera, pero bizarra, historia entre dos amantes, un piano y un platillo volante. En los sesenta, era su época de ir al colegio, pero él trabajaba como tramoyista por 30 dólares semanales en la obra Camelot, además de limpiar esporádicamente el teatro.

El camino ya estaba marcado. Un éxito tras otro le han convertido en el productor teatral mejor valorado del mundo. Hoy, dispone de más de 9.000 butacas a través de ocho teatros, lo que le ha permitido recaudar 20 millones de dólares. Además, su participación en el MTI le permite promocionar un catálogo de más de 450 obras, desde Hairspray hasta Little Shop of Horrors. “Nunca sabes cuándo va a venir el dinero o cuándo va a desaparecer”, dice Mackintosh, “pero siempre necesitas un poco de riesgo, un nudo en el estómago”, concluye.