La sola mención del número 2020 produce una reacción inmediata. No puede verse como una cifra cualquiera: no hay duda se trata de un número-año, y no de uno cualquiera. Fue un curso de vértigo, incertidumbre, retroceso; de grave parón. Pero no para todos. Hubo quienes, aprovechando la inercia de una idea largamente soñada, y haciendo suya la máxima china de la crisis y la oportunidad, no solo no frenaron sino que metieron una marcha larga.
Retrocedemos a aquel 11 de marzo —cuando la OMS declaró el covid-19 como una pandemia—, o mejor a las semanas que siguieron a la traumática fecha, y vemos pasar cientos de instantáneas de gente trabajando y estudiando desde comedores, salones, habitaciones, tumbados en camas, sofás...
«Con estas imágenes la pandemia nos dejaba claro que las casas no estaban preparadas para trabajar, que la tipología de la oficina en casa no existía y que por lo tanto el desarrollo del teletrabajo indefinido o semipermanente terminaría afectando el funcionamiento de un hogar«, dice Ernesto Velasco Sánchez, diseñador industrial especializado en arquitectura efímera.
En ese momento, Velasco Sánchez y su equipo pusieron su experiencia al servicio de una empresa creada en esas semanas y de un producto pensado en la que se nos venía encima. La empresa se llamaría providencialmente Work Anywhere, y su producto estrella —un homeoffice portátil diseñado para el trabajo en remoto—, Beaktor.
«Arrancamos en marzo, en los primeros días de abril desarrollamos los primeros planos y en mayo construimos el primer prototipo», explica Velasco. «Lo que planteamos es una plataforma de trabajo que a primera vista parece un escritorio, pero que en realidad es una auténtica oficina remota que permite resolver tres problemas fundamentales de forma simultánea: homologar estándares de oficina, permitir la desconexión instantánea casa-oficina-casa y optimizar el uso del espacio. Todo en menos de un metro cuadrado».
Ante la perspectiva de no poder trabajar de modo estable desde una oficina tradicional, o que se fuera a diluir la frontera entre esta y nuestra casa, se trataba de crear una herramienta ergonómica, técnica y estéticamente óptima para integrar videoconferencias, sistemas colaborativos, dispositivos… solo abriendo o cerrando una tapa. Pero, ¿cómo producir un artefacto tan netamente pandémico en medio de la gran parálisis?
«Fue muy complicado por las restricciones de movilidad. El día rendía muy poco, debíamos ir a talleres, ver materiales y a veces salir de Madrid. Muchas empresas cerraron y otras contaban con muy poco personal. Algunas cosas no se podían hacer telemáticamente y otras dependían de instancias internacionales, como el proceso de certificación de sostenibilidad. En todos los ámbitos tuvimos imprevistos: plazos de fabricación, llegada de componentes, aumento en materias primas, referencias equivocadas… Por momentos te sentías como dentro de una película cuando te dabas cuenta de que el único coche en un polígono era el tuyo».
Mercados descentralizados
No estaban solos en la proeza de lanzarse en medio del parón. Javier Palomino y Frederic Fernández —desarrollador informático y experto en marketing, respectivamente— andaban en la misma tarea: regularizar su aplicación dedicada a mercados descentralizados, DEXTools, hoy una de las herramientas más utilizadas a nivel mundial para calificar criptomonedas y monitorear su precio y confianza en tiempo real.
«Tardamos muchísimo porque estaba todo cerrado y no nos daban fecha; empezamos en junio y hasta diciembre no firmamos«, cuenta Fernández. Dada la naturaleza de su negocio, ambos estaban definitivamente habituados al teletrabajo.
De hecho, añade, «hasta agosto de 2020 no nos conocimos físicamente; éramos solo avatares. Desde entonces nos hemos visto poco, a lo mejor cuatro o cinco veces. Esto se basa mucho en la confianza«. En este negocio te conoces así: «Tradeando, compartiendo estrategias: esta moneda es muy buena, yo hice esto y me fue muy bien…».
Palomino fue quien arrancó. «En 2017 me dio por indagar un poquito más allá del bitcoin y descubrí un ecosistema mucho más pequeñito, el comienzo de las DeFi (finanzas descentralizadas). Eran como los bajos fondos de las criptomonedas, monedas de reciente creación muy volátiles. En un foro español encontré a Frederic, nos contamos nuestras estrategias y nos parecieron bastante rentables. Éramos believers y sabíamos que esto iba para largo».
«Hice una pequeña aplicación, al principio solo para nosotros, y el año pasado cuando llegó el tema de la pandemia, probamos a sacarla al público. Sacamos nuestro token a la vez que salió Uniswap [bolsa de intercambio de criptomonedas descentralizado]. Empezamos con 200 o 300 usuarios al día la primera semana, y a finales de agosto teníamos más de 20.000. Hoy tenemos picos de más de un millón de usuarios», continúa.
«Hubo meses de estar trabajando casi 24 horas seguidas. Pero mereció la pena. La pandemia fue muy buena para toda la gente de este mundillo. Cuajó todo», resume Palomino. Su compañero apunta: «Los desarrolladores tuvieron más tiempo para trabajar y los usuarios tuvieron más tiempo para investigar en criptomonedas. Fueron muchos meses muertos, la gente sin trabajo, trabajando desde casa y esto para muchos es una manera de sacarse un sobresueldo. No te vas a hacer rico —o sí, si eres muy bueno— pero te puedes sacar un dinerillo».
Si estás atento, claro está: «Todo es causa-efecto, aquí no hay azar. El hype manda. Elon Musk tuiteando sobre bitcoin o Amazon diciendo que va a aceptar el pago en esa moneda provocan subida. Esto se basa mucho en tener la información y poder utilizarla antes que los demás. Entonces te comes el mercado».
Otros ámbitos
Nerea Mendinueta (diseñadora de productos digitales y experiencia de usuario), Nadia de la Fuente (también diseñadora, aunque ella viene del diseño industrial) y Nicole Flamarique (en cuarto de Liderazgo, Emprendimiento e Innovación Internacional) son las creadoras de una app dedicada a incentivar hábitos relacionados con temas medioambientales. Se llama The Good Goal y ayuda a jóvenes y empresas a reducir su huella ambiental mediante la gamificación, la motivación y la adopción de nuevos hábitos.
Se conocieron virtualmente hace un año y medio, en plena pandemia… y no se desvirtualizaron hasta el mes pasado, el mismo día en que FORBES les hizo la foto que ilustra este reportaje. «Fue —cuenta Mendinueta— gracias al #Covid19 Challenge, que la Uxer School lanzó internacionalmente con el objetivo de buscar soluciones a problemas de diferentes ámbitos. Nosotras coincidimos en la temática de sostenibilidad y durante un mes y medio investigamos el problema y la idea de una solución que se convirtió en lo que hoy es The Good Goal«.
Durante el encierro, ¿les costó encontrar la serenidad para crear y desarrollar su app o, al revés, les pareció el momento oportuno para ello? De la Fuente: «Era el momento perfecto, no solo porque lo medioambiental cobró aún más importancia si cabe, sino porque para nosotras era la ocasión perfecta para poder aportar algo positivo al mundo, además de convertirse en nuestra vía de escape en esos meses de encierro».
¿Cómo —una en Madrid, otra en Barcelona y la tercera en Pamplona— se repartieron el trabajo? De manera telemática, obviamente. «La situación de pandemia no solo nos permitió llevar a cabo el proyecto, sino conocernos. Podemos asegurar que realizar un proyecto y comenzar una startup de manera telemática es posible».
¿Y cómo funciona la app? «Propone retos semanales en los que los usuarios tienen que realizar pequeñas acciones sostenibles para ir sumando puntos y llegar al objetivo. Primero identificamos el nivel de implicación medioambiental de cada usuario mediante un cuestionario para ofrecerles un objetivo a su medida«, explica De la Fuente.
«Después acceden a un listado de acciones divididas en tres categorías: residuos, consumo y transporte. Cada vez que realizan una acción van sumando puntos hasta conseguir el objetivo y poco a poco van adquiriendo más hábitos sostenibles. Además, a medida que realizan acciones sostenibles van sumando Good Goals —una equivalencia de la cantidad de kilos de CO2, de residuos, y litros de agua ahorrados— lo que les permite tener una percepción del impacto ambiental real que evitan».
Por otra parte, la versión B2B de la aplicación ofrece un servicio a empresas alineadas con el ODS 13 (Objetivo de Desarrollo Sostenible 13, programa establecido por Naciones Unidas en 2013) que quieran mejorar sus indicadores de sostenibilidad no solo a través de acciones que lleve a cabo la empresa sino también formando y educando a sus empleados para construir un ecosistema laboral con un impacto ambiental mucho más reducido.
Sostenibilidad omnipresente
La preocupación medioambiental está también en la iniciativa pandémica de la madrileña Beatriz Rivera. La empresa de ropa denim sostenible Bluyins estaba en la cabeza de su directora e ideóloga —que se formó en Dirección Ejecutiva de Empresas de Moda en ISEM Fashion Business School y llevaba trabajando cuatro años en producto y compras de Inditex— desde octubre de 2019, pero no se lanzó hasta diciembre de 2020.
«Yo había querido emprender desde hacía tiempo», cuenta, «pero tampoco sabía muy bien cómo ejecutarla. Me pilló el Covid a los seis meses de haber desarrollado el plan de negocio y me dije: «Bea, ¿ahora qué?».
Por un lado estaban las posibilidades: «El mercado digital está en alza y tú la marca que quieres hacer es una marca e-commerce; además, la necesidad y la idea de todo esto sigue en el mercado, y ya tienes avanzado mucho», se dijo.
Por otro, las debilidades: «Yo siempre había estado respaldada por alguna multinacional, y nunca había empezado desde cero. La concentración y la constancia, de inicio, me costaron muchísimo. Los nuevos tiempos que te daban los proveedores, la falta de libertad para viajar y negociar con empresas logísticas… Y la dificultad para darte a conocer cuando nadie confía en que nadie lances un proyecto en plena pandemia; las tiendas multimarca y los marketplaces me preguntaban: ‘¿Pero, tú… ahora?».
El caso es que se lanzó. «Es cierto que el textil no se ha visto precisamente beneficiado por la pandemia: pero en mi caso no fue tan malo porque mi idea de negocio y la forma de hacerlo eran diferentes». Bluyins se centra en los vaqueros, que no solo son la prenda más utilizada en el mundo sino también la que más contamina.
«Nosotros tenemos una forma de hacerlos que no solo usa tejidos orgánicos y reciclados, sino un proceso de producción eco, utilizando laser, ozono, tecnología e-Flow… reducimos la contaminación casi un 80% gracias a que Jeanología, nuestro fabricante, ha identificado cada parte del proceso de producción de un vaquero y ha visto en cada una qué parte contaminante había», explica.
Un proceso que reduce la huella. «Si para conseguir el lavado y rasgado de los jeans pasan media diez horas con una piedra (como se sigue haciendo en países asiáticos), ellos lo programan con un software que pasa un laser por encima del vaquero y consigue el mismo resultado. Si para el desencolado (la parte del lavado en la que le quitas a la prenda todas las sustancias tóxicas de los químicos empleados) se suele utilizar 80 litros de agua para cada pantalón, ellos utilizan ozono, y emplean prácticamente un vaso de agua».
«Aparte de la producción, confiaba en la necesidad de comunicar también de forma distinta, porque creo que el consumidor necesita cada vez más transparencia y honestidad», dice esta empresaria que, de momento, enfoca su producto a mujeres, «aunque si todo sigue como va yendo, ampliaremos a hombre e incluso niños». ¿Más planes? «Ser la marca española denim sostenible de referencia en España y en el mundo».
De la restauración…
Que la comida es imperativa es un hecho que ha salvado bastante al sector de la alimentación. Pero, ¿y a la restauración? A Bel Mondo le ha ido de fábula: el restaurante italiano abierto hace un año en la madrileña calle Velázquez se convirtió en templo foodie casi de inmediato.
Doble éxito el de este establecimiento de la cadena Big Mamma: por un lado el de sus exquisitas pastas, pizzas y antipastos, y por otro el de la app Sunday, creada por ellos mismos, que permite pagar tu cuenta en 30 segundos, y dejar propina y comentarios. En un momento en que el distanciamiento social impone su ley, la aplicación ha sido un éxito.
«Probamos la solución en más de 100.000 mesas después del primer confinamiento, cuando abrieron los restaurantes en Francia en junio de 2020», explica Carlota Hernáez, asistente del grupo, es decir, de Tigrane Seydoux, Victor Lugger y Christina de Wendel, «restauradores y del mundo foodtech. Son expertos en el mercado que comparten nuestra visión: cambiar una base de nuestra sociedad que no ha cambiado por décadas, y que se lo merece«.
«Los resultados fueron fenomenales: con un producto que no existía, observamos que el 80% de los clientes pagaban con la app. Como consecuencia, la rotación de nuestras mesas aumentó quince minutos por mesa, resultando en un aumento de nuestro ticket medio de 10%. Lo mejor ha sido para nuestros camareros: los clientes se van con un sentimiento de cumplimiento, y les dejan propina».
La cadena ha subido un 4.7/5 de media desde que empezó a operar con Sunday. Y, en consecuencia, han conseguido levantar una segunda ronda de inversión, la más grande en la historia de la tecnología europea.
Independientemente del uso por parte de Bel Mondo, la demanda externa de la app avala su utilidad: «Hemos firmado con más de mil restaurantes en España, EE UU, UK y Francia. No tiene coste de licencia, ni de instalación ni mantenimiento de servicio. Las integraciones técnicas son gratuitas también. Cobramos una comisión sobre los pagos. Somos un poco menos caros que los datáfonos», explica Hernáez.
…a los libros
A otro sector complejo, el editorial, han llegado Rodrigo Varona y Javier Márquez Sánchez, dos amigos periodistas que se conocieron hace una década y compartían el gusto por publicaciones de los sesenta y los setenta como Esquire, Playboy o Rolling Stone.
«Un día», recuerda Márquez, «fantaseando sobre la posibilidad de crear una editorial, comenzamos a anotar ideas en una servilleta en un bar, y así surgió el proyecto: una editorial consagrada a ensayos de alma periodística con mucha personalidad, sentido del humor y un toque irreverente».
La pandemia se interpuso obligándoles a retrasar el primer lanzamiento de abril a noviembre de 2020, «pero en ese sentido somos bastante woodyallenanos: vivir solo una vez es suficiente si se hace bien».
Su editorial se llama Muddy Waters Books, lo que no hace referencia tanto al legendario músico de blues como «a las ‘aguas pantanosas’ en las que queremos meter a los lectores con las historias que queremos contar, sin escatimar en sexo, alcohol, violencia, corrupción… La vida misma».
Se ha hablado bastante del mercado editorial, que, aunque ha sufrido como todas las industrias culturales, ha logrado mantenerse durante la pandemia. ¿Cómo ha sido en su caso? «Hemos podido arrancar y cubrir las expectativas de ventas previstas. Desde luego sí advertimos que había ganas por leer, por descubrir, por tener nuevas experiencias. La cultura ha sido fundamental para poder sobrellevar mejor todo lo que ha ocurrido».
Esta casa, que se fija en otras como Contra, EsPop, Blackie o Libros del KO, cumplirá un año de vida con ocho títulos de autores —como Montero Glez, Fernando Marías, Fernando Navarro o Carlos Salem—, y otra media docena en preparación para 2022. «No nos podemos quejar», dice Márquez.
«Nuestra idea es seguir publicando y seguir creciendo según permitan las circunstancias. Queremos llevar un paso más allá la experiencia literaria y tomar parte en actividades multidisciplinares que ayuden a difundir los libros y a los profesionales del sector. Se pueden hacer muchas cosas. Solo hay que tener la idea y la posibilidad de ejecutarla. El resto es sencillo».
Al final, las ideas
Ese es el origen y el final de todo para Roberto Lara, Leandro Raposo y María López Chicheri, las tres cabezas pensantes detrás de la agencia de publicidad Sioux meet Cyranos, fundada en enero de 2020 bajo las premisas seniority, experiencia y talento.
«Leandro, María y yo sumamos 90 años de experiencia en este negocio: él fundó Cyranos en Barcelona hace años, María estaba en Picnic y yo había creado Sra. Rushmore», cuenta Lara, un enamorado de la cultura nativo-norteamericana que aportó la parte Sioux.
¿Cuánto les afectó el Covid a ellos? «Ni en el mejor de nuestros sueños podríamos pensar que nos iba a ir tan bien«, cuenta López Chicheri. «Arrancamos con Bankinter y cosechamos todo tipo de éxitos, porque [Billetes, Retratos] han sido las campañas más famosas y reconocidas del año. Y luego hemos conseguido otras cuentas como Aquarius, Evo…».
«Ya habíamos vivido las crisis de las puntocom, la del 2008…», sugiere Lara quien, a la retórica pregunta de qué pudo más, si el miedo o la valentía, responde: «La determinación: todo riesgo supone una oportunidad. Nuestro negocio es un negocio de ideas y estas son aún más apreciables en un momento difícil».
Raposo considera que «la publicidad siempre se va a adaptar al presente. Entonces la pregunta no es como vemos a la publicidad en el futuro sino como vemos al futuro. Y ahí creo que hay dos máximas y tienen que ver con el sentido de la oportunidad. Una: si te adelantas diez años a tu tiempo en física cuántica eres un genio, pero si te adelantas en comunicación eres inservible. Y dos: todo el mundo está hablando de cómo serán los cacharros del futuro… pero nadie de cómo evolucionará el ser humano y sus valores».
«De sus miedos. De lo que nos une o diferencia. Creo que las agencias que más oportunidades tengan serán las que sepan tanto de la evolución de la tecnología como la del ser humano», añade.
Lara retoma: «¿El futuro en post-pandemia? Es fundamental que todo el mundo sea consciente de que la comunicación es un arma cargada de pasado, presente y futuro. Las agencias hemos perdido algo fundamental: no se pueden presentar ideas en una pantalla, hay que hacerlo en directo. Es muchísimo más importante e interesante cara a cara. La mayoría de las decisiones de nuestra vida las hemos tomado así. Por eso la tecnología no debe superarnos».
«Que la comunicación sea una ciencia exacta, como las matemáticas, es un error. Hay relaciones que empiezan y terminan en una pantalla, y eso me parece tristísimo. Esta es una ciencia social y nunca podrá ser exacta. Ese es el verdadero desafío para el futuro, y no solo para la comunicación«, continúa. «La publicidad será más importante porque cada vez recibimos más mensajes», cierra López Chicheri. «Si tienes ideas triunfarás».