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El último desfile de Franca Sozzani


De pie, entre los mil invitados al funeral de Franca Sozzani, me pregunto como han de alinearse los astros para que una industria olvide sus rencillas y se funda en un solo homenaje. No volverá la época en la que el director o editor de una revista represente tanto y, a la vez, ostente tanto poder. Sozzani, y su hermana Carla (propietaria de Corso Como en Milán) dirigió durante 28 años Vogue Italia para la familia Newhouse.

Con las puertas del Duomo cerradas para los turistas, bajo el cálido sonido del órgano y las voces del coro, editores, hombres de negocios, periodistas, estilistas, diseñadores, agentes, fotógrafos, modelos y cronistas, todos de negro, todos a la moda, para rendir homenaje a una mujer y a un tiempo.

Los negocios son las personas. Las marcas son las personas. Hasta las iglesias son las personas. Reconforta en tiempos del fast fashion haya un rato para reunirse y decirse, los unos a los otros, que merece la pena detenerse para reconocer el mérito de alguien especial como lo fue Franca Sozzani.

En la puerta, las palomas y los turistas continúan como si nada sucediese. Los animales a por sus granos de arroz. Los turistas a por sus selfies, que si no lo fotografían todo parece que no estuvieron. En lo alto la Madonnina sigue vigilando la ciudad, la ciudad de la moda.