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“Los medios tradicionales son una mafia que obedece a necesidades de supervivencia”

Ciega astutamente el camino de las preguntas personales haciendo que el personaje parezca más interesante que la persona o que ni siquiera se puedan distinguir. Es sólo un juego de espejos, por supuesto. Tras una hora de entrevista, reconoce que la rotundidad de sus palabras no pueden entenderse sin el amor incondicional de sus padres, el apoyo casi paternal de personalidades inmensas y una mujer, María, que lo ha apoyado siempre a pesar del atentado de Terra Lliure y el miedo a las amenazas de ETA.

La brutalidad de sus comentarios contra la izquierda, la democracia cristiana y la mayoría de los periodistas tampoco se entiende sin un sentido del espectáculo heredado de Antonio Herrero y José María García. Y en lo personal, no se comprenden sin el enamoramiento fugaz de una mujer internada en un campo de concentración en China en los 70 y el dolor que le provocó pensar que quizás no volviera a verla porque la habrían fusilado. Su recurrente odio a los nacionalismos regionales es el reverso de un pasión por su Orihuela de Tremedal, diminuta localidad aragonesa donde la comunidad era más importante que los individuos y en la que vivió una infancia feliz pese a que la familia tuviera que darse calor durmiendo en la misma habitación una vez los niños recogían las cabras al atardecer. Eso era España y la llegada de la democracia, para él, fue la carretera que asfaltaron hasta su pueblo, las comunicaciones, la modernidad y la libertad de expresión… tras una Guerra Civil que había destruido y silenciado la convivencia.

Generoso con sus amigos, sean de la ideología que sean, e implacable con el adversario. Doctor Jekyll y Mr. Hyde. ¿A quién entrevistamos hoy?

Yo soy yo y llega un momento en que resulta imposible distinguir el personaje de la persona. Lo importante en un comunicador es que sea verdadero: que defienda con transparencia un sistema de valores. Mis valores son liberales y los he defendido desde que dejé el comunismo en los 70 y, más aún, desde 1985. Fue entonces cuando Felipe González liquidó la división de poderes en España. Toda la corrupción política que vivimos desde entonces está ligada a la corrupción judicial, que a su vez es producto de la liquidación de la división de poderes.

Fundaste ‘Libertad Digital’ y esRadio para defender esos principios, pero ¿no es peligroso para un intelectual rodearse sólo de afines?

Los fundé para defender mi libertad de expresión frente a José María Aznar, que luego se ha arrepentido de haber intentado silenciarme. Yo no quiero salvar a nadie, pero tampoco acepto que me salven a mí. Aunque alguien pueda pensarlo, no son simplemente mis miedos, sino también de otros que, o piensan parecido pero no igual como Dieter Brandau, que no piensan como yo como Luis Herrero, o que directamente no sé lo que piensan como Luis del Pino.

La polarización política no sólo ha hecho saltar por los aires los viejos consensos, sino también la posibilidad de discutir otros nuevos.

Es el resultado de una estrategia deliberada que arranca con Felipe González en los 90 para evitar la cárcel y disimular los casos de corrupción y el GAL. Zapatero profundizó en ella rompiendo con la Transición y reivindicando al bando perdedor de la Guerra Civil con su Ley de Memoria Histórica, que no es una ley de recuerdo sino de venganza. Hay que tener claro que la polarización política nace con el cordón sanitario a una derecha a la que, si no se le puede ganar en las urnas, se le gana con violencia en la calle. Es fruto de la ‘podemización’ del PSOE antes de nacer Podemos.

¿Cuál es el papel de un intelectual en un mundo frívolo de redes sociales, y el de unos medios ideológicos en un mundo donde las ideologías cada vez movilizan menos?

Las redes nacieron para comunicar, pero hoy sirven para silenciar y difundir propaganda. Respecto a los medios, lo que tiene sentido en internet es fundar uno independiente, dirigido a un público limitado que comparte ciertos valores y hacerlo con coherencia. La victoria de Trump es la derrota de esos medios tradicionales que se dirigen a todos –aunque ese ‘todos’ no exista– y se han convertido en una mafia vinculada a los partidos que trata de imponer corrección política a la sociedad.


Foto: Diego Martínez

Háblame de esa mafia…

Los medios tradicionales son previsibles porque obedecen a necesidades de supervivencia o a un sectarismo que es la base de su negocio. Los periodistas, además, creen que ninguna idea vale nada y que todas deben convivir. En mi opinión la libertad no debe convivir con el totalitarismo, sino combatirlo y erradicarlo.

¿Qué dice de tu programa de radio que ningún líder político excepto Albert Rivera acepte ser entrevistado por ti?

Que no nos casamos con nadie y que las entrevistas en España se pactan. Yo creo que un político es un ser generalmente despreciable que tiende a engañar y a hablar solo de lo que le interesa. Si quiere venir sin que yo pueda discutir, no me hace falta que venga; así habrá más espacio para hablar de cosas que le importan a la gente.

Cuentan que uno de tus hijos te dijo: “Papá, ¿por qué eres tan ácido en la radio? ¿Por qué no eres más tranquilo, como en casa?”. Y que respondiste: “Anda que si no fuera ácido ibas a estudiar tú en Reino Unido”.

Esa anécdota es cierta… en parte. La conversación fue así, pero no por los motivos que la gente cree. Nuestros hijos, tras saber que sufrí un atentado en Barcelona en los 80, que nos fuimos a vivir a Miami en los 90 por culpa de ETA y que seguía con escoltas años después… estaban asustados. Creían que mi tono me ponía en peligro. Por eso lo único que se me ocurrió es hablarles como un soldado que se va a la guerra: “Hijos, así me gano el pan del que comemos todos en esta casa”.

¿Y a ti qué te enseñaron sus padres?

A ser mejores que ellos; nos dieron su ejemplo y, sobre todo, nos quisieron mucho a los tres hermanos –yo soy el mayor–. Por eso hasta se podría decir que he sido demasiado seguro. Esto tengo que agradecérselo, como todos los escritores, a mi madre, que disfrutó como nadie cuando conseguí mis primeros éxitos. Luego hubo otros personajes que también me quisieron y protegieron como José Antonio Labordeta y Antonio Herrero.

¿Qué libros te quedan por firmar?

Estoy pensado en sacar las obras completas de mis columnas y un ensayo titulado Adiós a los rojos para celebrar a esos comunistas, héroes y fabuladores de un nivel intelectual extraordinario, íntegros, que se sacrificaban por una causa aunque pudieran perderlo todo, defendían la reconciliación nacional y la liberación de los humildes aunque lo hicieran con ideas equivocadas, y se opusieron a Stalin al entender lo que pasaba (y por ello se les envió a Siberia). Quiero que los jóvenes sepan que hubo grandes comunistas y no los confundan con Podemos.