¿Cuáles considera que son las características básicas que un diplomático o cargo público centrado en relaciones internacionales debe reunir?
Sensatez, sentido común, saber idiomas, saber estar (no excitarte ante ciertas circunstancias), tener paciencia y a veces mucha imaginación, ser consciente de lo que representas, de tu responsabilidad, de que no puedes pasarte ni en lo festivo ni en lo serio, que cuando trabajas en el extranjero estás en un escaparate –en España no pasa eso, aquí eres un funcionario más– representando a un país, así que cualquier desliz o metedura de pata tiene una repercusión negativa, tanto en tu carrera como en la imagen de España. Por otro lado, la formación ya se le presupone; la oposición para acceder a la carrera diplomática no es áspera sino bastante amena y completa a la hora de conjugar idiomas, conocimientos jurídicos o históricos.
Desde su punto de vista, ¿cómo ha evolucionado el perfil del diplomático hasta la actualidad?
Hemos perdido mucha importancia. En la vida diaria del mundo el desarrollo de las comunicaciones ha tenido muchas repercusiones. Una de ellas es que el papel del diplomático ha caído, apaga o empequeñece su protagonismo. Desde que yo entré el número de viajes al año que emprende un ministro de exteriores se ha multiplicado por ocho, así como sus conversaciones con otros ministros. Cuando estos dos cargos se conocen y saben como respira cada uno, se necesita menos al embajador; además puede ocurrir que se lleven bien y se llamen a menudo por teléfono. Internet, los móviles, el correo electrónico y el avión Mystère han sido un mazazo para la labor de intermediación del diplomático y reducido mucho su trabajo.
En otro orden de cosas, ese desarrollo de las comunicaciones y las tecnologías ha favorecido también el terrorismo. La globalización y los acuerdos comerciales han hecho que las fronteras sean más permeables, la gente entra y sale con mayor facilidad. Hace cuarenta años los terroristas que atentaron en Bélgica o Francia no se hubiesen colado en Europa. Las nuevas tecnologías (Atocha lo prueba) permiten montar un atentado enormemente letal con unos simples móviles. Y las redes sociales e Internet permiten que las ideas radicales y el proselitismo de los terroristas se difundan de manera mucho más fácil.
¿Qué le parece la inestable situación política española que estamos viviendo en estos momentos? ¿Cree que puede ir a peor?
No me importa mojarme: un gobierno de PSOE y Podemos haría que la situación en España fuese a peor. Cualquier otra solución (PSOE y Ciudadanos, o incluso PSOE y PP) haría que el camino fuese otro, no hacia peor. Que esta situación se esté prolongando con el posturno y la parafernalia de los líderes políticos, haciendo comedia, es algo malo, pero no pésimo. Que se repitan de nuevo las elecciones no va a ser la hecatombe, para nada. Ahora bien, un gobierno en el que Podemos entrara y tuviera mando en plaza influiría negativamente en la economía española, y también sería malo en el tema territorial. Posibilitar cualquier referéndum sobre independencia, aunque posteriormente saliese que no (como saldría ahora), lo que hace es dividir aún mas a la comunidad autónoma en que se celebre.
Inocencio Arias posa en exclusiva para Forbes en el Café Gijón. Foto_ Jacobo Medrano
¿Vivimos quizás la herencia de varios años de malas gestiones políticas?
Aznar y González fueron buenos gobernantes. Y Calvo Sotelo lidió el golpe de estado con serenidad.
La cosa bajó en eficacia durante la época de gobierno de Zapatero, sobre todo en la política exterior; tenía buena gente para ejecutarla, pero era un visionario voluntarista que no mostraba mucho interés por ella. Su postura respecto a Bush por ejemplo, fue una verdadera chiquillada, no llegar a levantarse ante la bandera, decir que todo el mundo debería salir de Iraq como había hecho él… Esto nos creó una animosidad en EE UU que no se conocía 20 años atrás. Y eso le perjudicó. Luego intentó recuperar la imagen ante Obama, pero solo le quedó regular. En otros campos de la política, como la economía o la política interna, tuvo sus luces y sombras; el hecho de que fuese tan voluntarista no era bueno.
En cuanto a Rajoy, creo que en el futuro tendrá mejor prensa que hoy. Ha tenido muchos fallos, como no prestar demasiada atención a los medios, pero en el tema económico ha frenado lo que podría haber sido una debacle y eso es algo que antes o después se le reconocerá.
¿Qué falta y qué (o quién) sobra en el actual panorama político español?
Falta mucha gente con sentido de estado. Y sobra corrupción, porque está en todos los partidos. De hecho, tenemos más corrupción ahora que en la época de Franco. Los partidos mayoritarios que controlan muchas esferas del poder son iguales a la hora de aprovecharse. Y la minoría que dentro de esos partidos tiende a meter las manos en el talego es igual en un grupo que en otro. Esa frase que tanto se aireó hace unos años sobre la superioridad moral de la izquierda, es una sandez. Se ha demostrado con el tiempo que no existe: al contacto con el dinero todo el mundo quiere aprovecharse. Sigue habiendo más políticos honrados que corruptos, pero el porcentaje de éstos últimos ha crecido.
¿Cómo ha sido la labor en materia de relaciones internacionales que han desarrollado los políticos españoles? ¿Y del nuevo rey?
En política exterior el más flojo era Zapatero, sobre todo porque no le gustaba, se sentía incómodo en las reuniones internacionales, no era por timidez ni porque no supiera idiomas, sino más bien ‘inapetencia’. Suárez no sabía idiomas y se movía muy bien en esos ámbitos. Aznar, que no era especialmente simpático, era un negociador muy correoso y bastante terco.
Juan Carlos I era muy buen diplomático, tenía tres cualidades destacadas: caía bien, hablaba idiomas y además, su principal obsesión era España. El rey Felipe es más serio que el padre, menos campechano y extrovertido, pero también tiene sentido del humor y además, está mejor formado en cualquier terreno, conoce más las interioridades de los países, tiene una cultura más vasta y conocimiento de idiomas.
¿Mira hacia atrás sin ira? ¿O hay capítulos que a día de hoy todavía se hacen difíciles de digerir?
No hay nada que especialmente me haya irritado. Si acaso la informalidad que había en el mundo del fútbol. Yo estuve año y medio en el Real Madrid, y con tanto prestigio como transmite, lo de respetar la palabra no existía. Aquella necesidad se veía como una ingenuidad. Me trataban de ingenuo por el hecho de querer no faltar a mi palabra.
¿Cuáles son los puestos y destinos que recuerda de manera especial?
Uno siempre recuerda con cariño el primero, Bolivia. Era algo muy formativo, se aprendían muchas cosas, entre ellas, el sentido de responsabilidad o el hecho de que las personas vivan y piensen de forma diferente. El que fuese una embajada pequeña te obligaba además a llevar un montón de sombreros: tenías que ser el secretario que hacía los informes políticos, hacer de agregado cultural, ejercer labores de consulado… Representar a España era muy interesante y formativo.
¿Sigue habiendo, como ya apuntaba en su libro de 2010, una trastienda de la diplomacia que resulta tan curiosa como desconocida?
Sí que la hay. En los países grandes hay más trastienda que en uno normal como España –la embajada rusa o la americana tienen servicios de inteligencia muy poderosos–. El diplomático sabe cosas y hace gestiones que no puede revelar, pero temas turbios (sobornos, espionaje industrial…) hay muchos menos de lo que la gente se cree. Solo en una ocasión, que yo recuerde, se tuvo que dar dinero y realizar un intercambio fuera de lo normal para rescatar a un ciudadano español que había sido culpado injustamente.
¿Qué peso tiene España a nivel de diplomacia en el panorama internacional?
España tiene mucho peso en Iberoamérica, en cualquier país por pequeño que sea, mientras que en el África negra tiene menos, aunque también se tienen embajadas que juegan un gran papel en temas como el de la inmigración. La prueba del peso que te comentaba nos la está dando últimamente Maduro: está obsesionado con atacar a Rajoy (en lugar de meterse con el presidente italiano o el francés) porque sabe perfectamente que lo que haga España en América cuenta mucho.
Y del Real Madrid, como equipo y empresa, ¿qué me cuenta?
El Real Madrid es una empresa que ha dado un paso gigantesco hacia la modernización, que no tenía en mi época, pero que aún no lo ha logrado del todo. En lo tocante al aspecto deportivo, tiene muy buen equipo, con muy buenas individualidades. Pero creo sinceramente, y me duele decirlo como madridista, que tenemos sobrevalorados a muchos jugadores. Por ejemplo, yo creo que Gareth Bale no es un futbolista excepcional, que James Rodríguez tiene una izquierda prodigiosa pero no es un jugador desequilibrante, Lika Modrić es un medio incompleto (ataca bien, pero defiende mal), Sergio Ramos es uno de los mejores defensas de Europa pero a veces comente pifias bastante llamativas… el esqueleto central del Madrid que conforman esas grandes figuras, creo que está sobrevalorado. Sigo con el caso de Bale: si se tuviese que elegir un grupo con los treinta mejores jugadores del continente, ¿tú crees que entraría Bale? No. Pues lo hemos pagado como si fuese el mejor. Es un caso obvio. Para que esto se recomponga creo que habría que buscar un par de refuerzos adecuados que no solo sirvan para vender camisetas. Hoy, el Real Madrid tiene un buen equipo, pero no uno excepcional.