La semana pasada el Ministerio de Defensa formalizó la mayor adquisición simultánea de helicópteros de su historia: un centenar de aparatos de Airbus Helicopters, por un importe que ronda los 4.000 millones de euros, dentro del marco del Plan Nacional de Helicópteros.
Trece H135 serán para entrenamiento y apoyo logístico, 50 H145M para el Ejército de Tierra (con capacidad de ataque ligero), seis H175M se dedicarán transporte VIP y 31 NH90 irán a operaciones tácticas y anfibias. Una modernización esencial para las Fuerzas Armadas españolas en un contexto geopolítico cada vez más exigente.
Más allá de la renovación de capacidades militares, esta noticia tiene un ganador claro: Albacete y una manera de hacer las cosas. La planta de Airbus Helicopters en la capital manchega no solo ensamblará y militarizará gran parte de estos helicópteros, sino que consolidará su posición como centro de excelencia europeo.
Se crearán más de 300 empleos directos de alta cualificación en los próximos tres años, se construirá un nuevo centro de militarización, un hub internacional de formación para pilotos y técnicos del H145M, y avanzará un Campus Digital en colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha especializado en ciberseguridad, software embarcado y conectividad.
Albacete ya es el centro global de Airbus para los fuselajes traseros de todos sus helicópteros, produce secciones del NH90 y lidera programas como la modernización del Tigre. Lo que empezó como una factoría inaugurada en 2007, se ha convertido en un ecosistema industrial puntero, con más de 800 empleados fijos y un millón de horas productivas anuales.

Aquí llega el punto que más me interesa destacar: esta historia rompe tópicos y obliga a reflexionar sobre la concentración excesiva en Madrid. No se puede seguir lamentando la ‘España vaciada’ mientras se infla la capital con más empresas, talento e inversión pública. Airbus es un ejemplo magnífico de lo contrario: tiene presencia en Andalucía (ingeniería y componentes), Castilla-La Mancha (producción principal y logística europea) y, sí, también está en Madrid (Getafe), aunque el corazón del crecimiento en helicópteros, sector de reciente noticia, está en Albacete, la vigesimotercera capital de provincia española por población (unos 174.000 habitantes) y el cuadragésimo núcleo urbano del país.
Hace veinte años, cuando en 2005 se anunció la instalación de la factoría de Eurocopter (hoy Airbus Helicopters) en Albacete, muchos lo vieron como una excentricidad. ¿Una planta aeronáutica de alta tecnología en una ciudad de provincias, lejos del eje Madrid-Barcelona? Parecía una locura. Sin embargo, fue una decisión visionaria, impulsada por la proximidad a instalaciones militares como la Base Aérea de Los Llanos y por el apoyo institucional para descentralizar industria estratégica.

Aquella apuesta, que en su momento generó escepticismo, ha sido un éxito rotundo. No solo ha generado empleo cualificado y riqueza en una región tradicionalmente agraria, sino que ha posicionado a España como polo de referencia en la defensa europea. Albacete atrae talento internacional, colabora con universidades locales y exporta know-how global. Es la prueba de que la descentralización no es caridad territorial: es inteligencia estratégica.
En un país donde Madrid concentra cerca del 70% de las sedes de las grandes empresas y gran parte de la inversión en I+D, ejemplos como este recuerda que se puede (y debe) repartir mejor la tarta. No se trata de restar a la capital, sino de sumar en el resto. Airbus lo demuestra: invirtiendo en regiones como Castilla-La Mancha, se gana soberanía industrial, resiliencia territorial y, al final se tiene una España más equilibrada y competitiva.

Si se quiere combatir de verdad la despoblación, se necesitan más decisiones como aquella de 2005. Más valentía para llevar industria de vanguardia fuera de las grandes urbes. Porque, como ha quedado claro la semana pasada, Albacete no fue una locura: fue un acierto que hoy se celebra.
