La muerte es lo que da sentido a la vida: el final, aunque duele cuando llega, es lo que hizo posible, tensándolo, todo lo que sucedió antes. Es una constante en las portadas de los periódicos de los últimos días la idea de que ahora sí, Pedro Sánchez se enfrenta a un final de ciclo. Es difícil saber si va a caer el Gobierno porque ni al presidente ni a sus socios les interesa que la oposición, en su actual equilibrio de fuerzas, gane las elecciones. Por lo tanto, una cosa es la sensación de agobio que pueda tener el presidente y otra muy distinta la decisión que vaya a tomar al respecto.
Los finales son muy interesantes en la vida de los hombres. Dicen mucho de nosotros cómo los afrontamos. Es un último acto de inevitable nostalgia, pero de alto contenido intelectual, emocional y estético. Pedro Sánchez podría irse y descansar. Seguro que alguna parte de él lo desea. También puede quedarse y resistir y hacer de su resistencia una metáfora de la lucha contra todo aquello que él cree que representa PP y Vox, sobre todo Vox.
No tengo información sobre qué va a hacer, pero pienso que tendría que explicarlo, y explicarlo bien. El presidente tendría que explicar su debilidad. Tendría que explicar que se ha equivocado exigiendo pureza a los demás en un mundo imperfecto de personas hechas a la semejanza de Dios, pero no calcadas a su creador, y por consiguiente llenas de manchas y defectos. Y a partir de ese reconocimiento, de esa debilidad, construir una nueva fortaleza. Yo creo que se lo hiciera muchos que hoy se sienten decepcionados podrían recuperar en él su confianza.
El liderazgo se basa también, y yo diría que sobre todo, en mostrar las heridas. Los demás empatizan con tus heridas y te escuchan más y mejor desde tu dolor, que desde la constante exhibición de una omnipotencia que todo el mundo sabe que es impostada. Nadie lo puede todo. Nadie está siempre contento. Explicar lo que nos rompe, sin hacer victimismo ni ponerse a llorar en público, ayuda a que el otro tenga la sensación de que quien ha de liderarlo, sabe cómo protegerlo del mal y el infortunio que inevitablemente acechan siempre.
Pedro Sánchez no tiene que renunciar a sus principios, ni a su ideología, ni a su obra de gobierno. No tiene que renunciar a aquello en lo que cree. Pero con todo esto, sólo con todo esto, ha llegado este fin de ciclo; y yo creo podría tener una segunda oportunidad si confesara sus errores y pidiera perdón por ellos. Pedro Sánchez podría tener un ciclo nuevo, porque muchos de los votos que se van decepcionados a la oposición, o cabreados a Vox, volverían al PSOE sí se les diera una explicación adulta, creíble, en la que estos votantes pudieran verse reflejados como soldados y no como niños a los que se les esconde la tragedia que está a punto de suceder.
Ser presidente no es muy distinto de ser padre, y es imposible ser padre y ser creíble si no muestras tus defectos, si no pides perdón cuando gritas y no toca, si no eres capaz de recordar cómo eras tú a la edad de tu hija y educarla desde aquel sentimiento y desde aquella capacidad de percepción de las cosas. Pedro Sánchez ha culpado a todo el mundo de lo que le pasa. Y sin embargo, nunca ha pedido disculpas por algo que haya hecho él. De rodillas, sabiendo por qué lo haces, se puede ser mucho más fuerte que tontamente de pie.
