Opinión Eugenio Mallol

Qué está sucediendo dentro de los centros de datos

Las grandes compañías tecnológicas simplemente no consiguen disponer de capacidad suficiente para atender la explosión de demanda de servicios de IA, con cada vez más casos de éxito en aplicación, ¿se verán obligadas a comprar compañías eléctricas?

Foto: Kanhaiya Sharma/Unsplash

Visitar un centro de datos es una experiencia realmente aburrida (¡y fría!). El secretismo con el que se despliegan esos proyectos, que florecen últimamente por nuestra geografía como setas tras la lluvia, puede generar recelo e inquietud. Pero no esperes miles de robots autónomos interpretando sinfonías de fungibilidad por sus pasillos; sólo hay armarios llenos de luces, cables, fibra, semiconductores y cajas metálicas. Otra cosa sería asomarse a lo que sucede a nivel subatómico, ese sí sería un viaje alucinante, desentrañar, amistosamente por supuesto, el universo de bits que viaja por el interior de los centros de datos a la velocidad de la luz.

Lo más cercano a ello sería asistir a una de las reuniones de presentación de resultados que mantienen trimestralmente los grandes jefes de las compañías tecnológicas con un selecto grupo de directivos financieros. Conversaciones, por lo general accesibles, como las que mantuvieron hace poco los CEO de Microsoft, Satya Nadella, y de Amazon, Andrew Jassy. Qué se cuece dentro de los centros de datos, quieren saber los Goldman Sachs, JP Morgan, Deutsche Bank, UBS… de turno.

En primer lugar, y en respuesta a los que anticipan un estallido inminente de la burbuja de la inteligencia artificial (IA), la capacidad instalada por Microsoft y Amazon Web Services (AWS) crece a un ritmo descomunal, sí, pero no es capaz de atender a día hoy la todavía mayor explosión de demanda de servicios relacionados con la IA.

“Este año aumentaremos nuestra capacidad total de IA en más de un 80% y aproximadamente duplicaremos nuestra huella total de centros de datos en los próximos dos años”, dice Nadella. “La demanda ha vuelto a superar a la oferta en todas las cargas de trabajo, incluso cuando traíamos más capacidad al mercado”, apostilla su directora financiera, Amy Hood. Microsoft no espera disponer de equipos suficientes para atender a la demanda antes del próximo 30 de junio.

En el caso de AWS, más de lo mismo: “tan rápido como estamos añadiendo capacidad, la estamos monetizando. Para ponerlo en perspectiva, ahora tenemos el doble de capacidad energética que AWS en 2022, y estamos en camino de duplicarla de nuevo en 2027”, apunta Dave Fildes, su vicepresidente de relaciones con inversores.

“¿Estamos en una burbuja?”, pregunta abiertamente Mark Moerdler, de Bernstein. La respuesta de Microsoft y AWS es que, con sus anuncios de cientos de miles de millones de dólares de inversión, sólo están intentando cubrir la demanda. La mitad de ese dinero se destina a la compra de chips, activos fungibles con una vida tan corta como la de los contratos que los justifican. Todo ese frenesí se podría paralizar e incluso deshacer, como un azucarillo en un vaso de leche, si se hunde la IA… si es que eso es posible.

Se debate mucho en el mundo de la IA sobre su verdadero impacto: ¿será incremental, es decir, simplemente mejorará lo ya existente, como dice Boston Consulting Group; o será disruptiva y potenciará grandes proyectos innovadores (moonshots), como sostiene McKinsey? Los encuentros con los expertos financieros son un caladero de casos de éxito, que cada cual juzgue.

En Alemania, OpenAI y SAP utilizan Azure de Microsoft para ofrecer nuevas soluciones de IA al sector público. “Ofrecemos a desarrolladores y empresas acceso a más de 11.000 modelos de IA”, explica Nadella. Ralph Lauren ha podido crear una experiencia de compra conversacional en su app y OpenEvidence ha desarrollado un asistente clínico para sus médicos. Más de 650 organizaciones sanitarias han adquirido la tecnología de escucha ambiental de Microsoft, incluida la Universidad de Salud de Michigan, donde más de 1.000 médicos la utilizan activamente. 

Las cifras son propias de una red social. “Contamos con 900 millones de usuarios activos mensuales de nuestras funciones de IA, se duplican trimestre tras trimestre”, dice Nadella. Las consultoras se han lanzado de cabeza: KPMG está modernizando el proceso de auditoría, Accenture, EY Global y la autoridad de impuestos, pagos y aduanas del Reino Unido han comprado más de 15.000 asientos de Microsoft 365 Copilot, y PwC cuenta ya con más de 200.000. Lloyds Banking Group asegura estar ahorrando a cada empleado una media de 46 minutos diarios. 

Entre los clientes de AWS, Ericsson está entregando agentes de IA a toda su plantilla, Sony ha construido una plataforma segura y escalable a nivel empresarial, y Cohere Health está convencida de que sus agentes reducirán los tiempos de revisión médica hasta entre un 30% y un 40%.

Thomson Reuters está reescribiendo con un agente de IA llamado Transform 1,5 millones de líneas de código al mes, lo que le ha permitido realizar muchas de sus tareas con código abierto. Capital One, Toyota, American Airlines y Ryanair están reinventando sus contact centers con IA y atentos al discreto, pero imparable avance del chip Trainium3 de Amazon, otra alternativa a las GPU de Nvidia, y ya son varias, incluido el TPU de Google.

Dos apuntes más para comprender la dimensión de lo que está sucediendo ya en esas cajas de hormigón que se van instalando a nuestro alrededor. El “cuello de botella” no está siendo la disponibilidad de semiconductores, como se podría pensar en un principio, sino “la energía”, dice Andrew Jassy. “En los últimos años no nos faltaban GPU ni CPU, sino espacio o potencia para instalarlas”, apunta Amy Hood. ¿Veremos compras de compañías energéticas por parte de las big tech? Al tiempo.

Y atención al concepto de “inteligencia irregular” que saca a relucir Nadella a una pregunta de Keith Weiss de Morgan Stanley. “Incluso a medida que la capacidad de inteligencia aumenta, digamos incluso que exponencialmente, de un modelo a otro, el problema es que siempre será irregular. Se puede tener una capacidad fantástica para una tarea específica, pero puede que no crezca de manera uniforme”. La apuesta del jefe de Microsoft es construir “un sistema que, en cierto sentido, suaviza esos bordes irregulares y realmente ayuda a la capacidad”.

Están sucediendo muchas cosas en esa argamasa de cables, fibra, semiconductores y cajas metálicas. A las empresas españolas les impacta en tres sentidos: en un contexto de capacidad insuficiente hay que diseñar una buena estrategia para colarse entre los primeros; los casos de éxito en el uso de la IA abrirán una nueva brecha tecnológica en el mercado entre los pioneros y los rezagados; y la batalla por el suministro eléctrico debería acelerar la actualización de nuestra red y un debate sosegado y sensato sobre las fuentes de generación. En esos contenedores de hormigón se decide la economía del futuro.