Conviene tener presente que el capital riesgo no está aquí para salvar al mundo. El último dato de Pichbook contabiliza 1.539 unicornios activos (empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares), con una valoración total superior a los 5,6 billones de dólares. ¿No deberían ser acaso los 254 dedicados a cuidar nuestra salud los más valiosos? Ni de lejos.
Comprarlos cuesta de media 2.440 millones de dólares, frente a los 4.242 millones que valen de media los 330 unicornios dedicados a productos y servicios de consumo y los 4.175 millones de los 1.030 unicornios de tecnologías de la información. Los de salud ni siquiera superan los 3.835 millones que valen de media los unicornios en el ámbito de servicios financieros. Aún hay clases en el mundo de los negocios.
La noticia de este otoño es la reactivación del apetito inversor en buena parte de los mercados, después de año y medio de fuerte incertidumbre motivada por las incógnitas en torno a la inteligencia artificial (IA) y a las criptomonedas, entre otros asuntos vinculados a la regulación, y alimentada por la confusión geopolítica global.
Las startups del área de San Francisco han recaudado más dinero durante los primeros nueve meses de 2025 que en cualquier otro año registrado, según San Francisco Examiner. El grifo del dinero se vuelve a abrir, poco a poco, pero el mundo que está regando y la forma en la que lo hace muestran claros signos de cambio. De hecho, aunque leamos que «el capital riesgo ha vuelto», en el mercado persiste una densidad de capital tan alta, un volumen de dry powder tan descomunal, que 2025 probablemente acabará siendo sólo un año de transición.
Se confirma sobre el escenario un nuevo actor, las stablecoins, criptomonedas diseñadas para mantener un valor estable, ya sea vinculando su valor a un activo real, como una moneda o una materia prima (oro), ya sea utilizando algoritmos para gestionar la oferta y la demanda. Su uso resulta cada vez más indispensable para la banca tradicional, como se ha puesto de manifiesto en la reciente reunión en Washington DC del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pero necesitan despejar dudas todavía.
La capitalización de las stablecoins ha crecido más de un 66% en un año y roza los 300.000 millones de dólares, con un volumen de transacciones superior ya a los 7,2 billones, más de la mitad de los pagos que procesa Visa. Los principales actores trabajan en salidas a bolsa explosivas, pero necesitarán mayor liquidez y unos costes menores de conversión de esas divisas que les confieren estabilidad, si quieren consolidarse en el mercado y ganar peso. Además, para los bancos no es tan sencillo funcionar sin los mecanismos de compensación tradicionales, otro asunto a solucionar.
El indulto otorgado por el presidente Donald Trump al cofundador de Binance, Changpeng Zhao, condenado por incumplir las leyes contra el lavado de dinero, ha despejado el terreno a compañías como la propia Binance (un apoyo clave para la empresa de criptomonedas World Liberty Financial de la familia Trump), Tether (aliada con Cantor Fitzgerald, la antigua firma del secretario de Comercio, Howard Lutnick) y Polymarket (que ha incorporado a Donald Trump Jr. a su consejo asesor). Están listas para disputar el mercado estadounidense a las fintech locales Coinbase, Kalshi y Circle. Hagan juego.
Otro cambio sustancial en el mercado de inversión viene provocado por las monumentales operaciones de financiación para construir esos data centers que deben sostener el nuevo ciclo de la IA generativa. El acuerdo alcanzado por Meta y Blue Owl Capital se pone como ejemplo de financiación innovadora, al incorporar interesantes elementos de protección ante un posible estallido de la burbuja de la IA.
Blue Owl posee el 80% de una empresa conjunta compartida con Meta, dueña del 20% restante. Esa nueva compañía invertirá alrededor de 27.000 millones de dólares en el desarrollo del megacentro de datos Hyperion en Richland, al noreste de Luisiana. Blue Owl pagará de partida 7.000 millones en efectivo, dinero que habrá captado en parte mediante una emisión de bonos privados.
Si Meta decide retirarse debido al estallido de la burbuja de la IA y no renueva el contrato de alquiler, las instalaciones se pondrán a la venta, con la condición de que, si el precio está por debajo de un umbral, la compañía de Zuckerberg deberá compensar a los inversores. “Dios no permita que esta ‘burbuja’ se rompa y el mundo tome una dirección diferente», ha dicho Naveen Sarma, director general de S&P, a propósito de este acuerdo.
Los centros de datos están consiguiendo milagros como el de Oklo, una startup de energía nuclear que todavía no tiene licencia para sus reactores, ni genera ingresos, pero ya tiene un valor estimado de 20.000 millones de dólares. AlixPartners ha descubierto que el uso de IA en la redacción de las due dilligence previas a los acuerdos de inversión ha aumentado del 18% al 38% en sólo un año. Quizás sea cosa de las máquinas.
La norteamericana Thyme Care es el último unicornio surgido en el ámbito de la salud. Se trata de una plataforma de atención oncológica que guía a los pacientes con cáncer en su proceso de recuperación. Vale 1.500 millones de dólares y cuenta entre sus inversores con la mítica forma Andreessen Horowitz. Después del bajón postpandemia, el sector medtech se está viendo favorecido por el nuevo dinamismo del sector del capital riesgo, pero no de forma uniforme: retrocede la inversión en empresas que se encuentran en la etapa inicial, las más innovadoras, y crece en las más maduras, en crecimiento.
También resurge la inversión en defensa, por supuesto. La consultora Pitchbook teme que el entusiasmo pueda estar superando a las decisiones bien fundamentadas. Ciertas áreas de mercado, como los drones, se están saturando, de hecho. “La afluencia de inversores generalistas en este sector está difuminando los límites entre la innovación genuina y las tecnologías adyacentes”, dice en una nota.
En cualquier caso, las empresas de más rápido crecimiento del mundo son las startups de IA. Están redefiniendo las reglas del juego. El informe «Indexing the AI economy» de Stripe explica que las empresas de IA alcanzan el millón de dólares en ingresos cuatro meses antes que las startups de cualquier otra tecnología. Desde el principio, además, venden al doble de países que en cualquier oleada tecnológica anterior.
¿Y Europa? El mercado de inversión europeo está mostrando sus mejores cifras en el ámbito de los megaacuerdos. Hasta septiembre se han llevado a cabo 48 y podrían ser 70 a fin de año, lo que convertirá a este 2025 en uno de los más activos hasta ahora. No obstante, en su conjunto, el capital riesgo europeo no ha logrado recuperarse. Este año, se proyecta que el volumen de operaciones alcance su nivel más bajo desde 2016.
Se relaciona este hecho con la brecha de financiación provocada por la falta de inversores institucionales. A pesar de que los fondos de pensiones europeos gestionan más de tres billones de euros en activos, solo alrededor del 0,12% se invierte en capital riesgo y crecimiento, según un informe de European Women in VC, Pensions for Purpose y Venture Connections. En el caso estadounidense, la asignación ronda el 10%.
Están sucediendo cosas nuevas en el mercado del capital riesgo global, pero la desaceleración sigue siendo la nota dominante en el sur de Europa. En lo que va de año, las empresas de capital privado han invertido 30.500 millones de euros en 469 acuerdos en el sur de Europa, un 71% de ellos valorados en menos de 100 millones de euros. La venta por 1.200 millones de euros de la cartera de viviendas para estudiantes de Livensa Living por parte de Brookfield a Nido Living, permanece como uno de los grandes hitos del año. Europa y España deben despertar.
