Apenas ha tenido tiempo el coche definido por software (SDV) para disfrutar de su espacio de gloria mediática. “En el hockey sobre hielo, hay que patinar hacia dónde va el disco, no hacia donde está”, ha dicho el directivo de BMW Stephen Durach en el evento IAA Mobility de Múnich. Es uno de los pocos acontecimientos capaces de reunir a un buen ramillete de primeros espadas del automóvil y del sector industrial europeo junto a nombres relevantes de mundo digital.
Con 24 millones de coches conectados, más de 10 millones de ellos con software actualizable over-the-air (OTA), y un volumen de vehículos vendidos en China (600.000) superior a lo que matriculan todos los fabricantes de ese país juntos ahora mismo en Europa, BMW se siente autorizado a invitar a la siguiente etapa tecnológica. El «SDV ya es viejo», dice Durach, es el momento de hablar de los «coches impulsados por inteligencia artificial (IA)».
Lo del “ordenador sobre ruedas” puede sonar ya tan manido en una reunión de la industria como aquello de “pasar de fabricantes de vehículos a proveedores de movilidad”. Un coche moderno tiene ya hasta 650 millones de líneas de código, mucho más que un smartphone. El sistema de BMW procesa unas 60.600 millones de solicitudes diarias a través de más de 1.300 microservicios, con una fiabilidad del 99%.
Se espera que la IA optimice la forma en la que disfrutamos de un coche porque es capaz de tener en cuenta elementos del contexto, como la temperatura dentro del vehículo y la posición de quienes lo ocupan. Quizás decida encender automáticamente el aire acondicionado. Jürgen Reers, de Accenture, sostiene en IAA Mobility que el automóvil ofrecerá una experiencia de usuario más relevante que la de un smartphone. Steve Basra, vicepresidente de ingeniería de Android Automotive en Google, explica que con la IA pueden mejorar diez veces todos los casos de uso actuales. Las cámaras podrán detectar si nos acercamos con bolsas de la compra y abrir automáticamente el maletero.
Pero la velocidad de verdad está fuera de las carreteras: los nuevos participantes en la industria tienen ciclos de desarrollo de dos a tres años, la mitad que los productores tradicionales. La transformación de la IA no solo impacta la experiencia dentro del vehículo, sino que también está ayudando a transformar el negocio a lo largo de toda la cadena de valor de la industria.
Ozgur Tohumcu, de Amazon Web Services, considera que el sector del automóvil es un entorno ideal para los agentes de IA, esos programas capaces de actuar por libre y tomar sus propias decisiones. Su compañía ha logrado penetrar en las entrañas de Volkswagen, Audi, Mercedes-Benz y hasta de la china Geely, que le ha confiado su cabina inteligente con vistas a mejorar su marketing digital. El Proyecto Astra, una iniciativa de investigación avanzada impulsada por Google, concibe un agente de IA multimodal universal que permite al vehículo «ver lo que tú ves y responder preguntas sobre el mundo que te rodea».
La introducción del límite de costes en la Fórmula 1 en 2021 supuso un cambio sísmico que obligó a los equipos a reestructurar completamente sus operaciones. Desde ese momento, deben hacer un seguimiento del inventario e introducir modelos de análisis predictivo del gasto para evitar sanciones. Andre Bechtold, presidente de SAP Industries & Experiencies, explica en Múnich cómo su IA ha ayudado al equipo Mercedes-AMG PETRONAS a mejorar la eficiencia y a pronosticar su planificación financiera.
Los gigantes tecnológicos creen que la industria del automóvil ha aprendido una «lección muy dura”, en palabras de Steve Basra, al comprender que era una quimera construir internamente todo el nuevo modelo informático del coche definido por software. Durante un tiempo se especuló con la posibilidad de que Detroit y Centroeuropa dieran el sorpasso a Silicon Valley. Hoy es evidente que nadie puede sobrevivir en solitario.
Sólo en algunos casos, como en el diseño de la interfaz de usuario, por ejemplo, los fabricantes de coches mantienen todavía la independencia “para preservar la identidad de marca”, según Durach. BMW comparte plataforma con Mini y Rolls-Royce para reforzar la imagen de unidad.
Una de las características de las futuras generaciones de vehículos definidos por software será su impacto en la hiperpersonalización. Coches que ayudarán en las tareas diarias, con modos adaptativos, por ejemplo, uno para que los niños duerman y otro deportivo. Markus Heyn, de Robert Bosch, predice que los coches se convertirán en “compañeros, como robots humanoides”, con capacidades de percepción, reconocimiento, toma de decisiones e interferencia. De ahí la nueva relevancia que adquirirá la seguridad. Un conductor debe poder confiar en que el vehículo actuará correctamente en situaciones difíciles.
Se ha convertido en habitual que los grandes capitostes de la industria europea pongan el énfasis en la transformación digital de sus ingenios, aunque en IAA se lanzó también un mensaje claro a Bruselas: apostar por la tecnología de propulsión eléctrica sin dar siquiera la oportunidad de que otras alternativas avancen en su innovación no parece una decisión sensata. No lo es, en efecto. El presidente del consejo de administración de BMW, Oliver Zipse, asegura que la suma de las regulaciones “ha provocado la desaparición de la industria de coches pequeños en Europa, ya que los hace demasiado caros”. Roland Busch, presidente y CEO de Siemens, coincide con él. Todos lo hacemos.
Ola Källenius, el homólogo de ambos en Mercedes-Benz, celebra que los vehículos tienen ya una potencia de cómputo «demencial» y 27 sensores “que miran en todas direcciones en todo momento”. La “navegación conversacional», desarrollada junto a Google, es capaz de explicar al conductor en qué consiste la tradición del Oktoberfest bávaro y de llevarle a un lugar para conseguir la vestimenta tradicional.
Apuntemos, no obstante, la apuesta de Källenius por mantener en analógico lo que tenga sentido mantener (hay clientes que no quieren renunciar a determinados botones) y su llamada a prestar atención a la “conexión emocional”. La IA tiene trabajo aún.
