«Estoy un poco nervioso. Después de todo, sólo soy un vicepresidente y hablo justo después de una hilera de CEO y directores de tecnología». Esas fueron las primeras palabras de Rehan Sheikh, vicepresidente de tecnología y fabricación de chips globales de Google Cloud, en su estreno en SEMICON Taiwán 2025, según la crónica de Liang-rong Chen para Commonwealth Magazine.
El evento se ha celebrado en Taipéi, el sancta sanctorum de la microelectrónica de vanguardia, el lugar de residencia de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), la empresa que produce la práctica totalidad de los chips más avanzados del mundo. Pero durante la ponencia de Rehan Sheikh, en la pantalla gigante situada justo detrás de él, aparecieron imágenes, diagramas y conceptos realmente electrizantes hasta para los propios taiwaneses.
Estaba presentando el segundo negocio de chips de inteligencia artificial (IA) más grande del mundo: el programa TPU (Unidades de Procesamiento Tensorial) de Google. Ya es posible decir que se ha convertido, poco a poco, sin apenas armar ruido, en una alternativa al dominio aplastante de las famosas GPU (unidad de procesamiento gráfico) de Nvidia. Y llega con efectos colaterales nada despreciables.
Por ejemplo, la cadena de suministro de Nvidia es muy dependiente del ecosistema de proveedores taiwanés, mientras que Google reequilibra el mapa geoestratégico al encargar la integración de servidores a Celestica en Canadá y el diseño ASIC (circuito integrado para aplicaciones específicas) a la compañía californiana Broadcom, fundada por uno de los progenitores de Silicon Valley, HP.
Además, Google crea un chip en un ámbito, el de la IA, en el que ya controla todo, desde Gemini a los conmutadores para centros de datos y ahora los procesadores TPU. Ha impulsado incluso la arquitectura de transformers con la que se generan los LLM que sustentan la revolución de la IA generativa. La ventaja competitiva que obtuvo Nvidia al evolucionar rápidamente sus tarjetas gráficas, para subirlas a la cresta de la ola de la IA mundial, le puede penalizar ahora, porque tuvo que hacerlo capa por capa, parcheando sistemas heredados.
Pero el momento que enloqueció a la audiencia de SEMICON Taiwán se produjo cuando en la parte inferior de un diagrama sobre las “Transiciones Tecnológicas del TPU” se pudo leer la expresión “Diamond on Chip”. Uf, Rehan Sheikh, ¿de qué demonios estás hablando? Esto ya es demasiado. ¿Planteas aprovechar la extrema conductividad térmica del diamante para solucionar el problema de la refrigeración de los chips? ¡Eso es económicamente inviable! ¿O no?

A la espera de más noticias por parte de Google y de sus chips para aplicaciones específicas, las conversaciones de corrillo en las que participó Liang-rong Chen en la feria de Taipéi, especulaban sobre el posible fin del aplastante dominio de Nvidia. Podría pasar de concentrar el 60% de la capacidad de producción de TSMC al 40% en 2026, si es que no baja incluso al 30%.
El sector de los semiconductores es muy sensible a las alteraciones bruscas de las condiciones de competencia. Las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China, que han situado a Taiwán, y más concretamente a la propia TSMC, en el centro del tablero mundial, aparecieron en muchos de los discursos del evento.
Morris Chang, el fundador de TSMC, nacido en EEUU en 1931, siempre ha sostenido que el gran avance en semiconductores ha sido la globalización. Montar una fábrica de tecnología madura, como la que construye en Dresde (Alemania), cuesta alrededor de 11.000 millones de dólares, y una avanzada ronda los 20.000. Chang siempre ha estado en contra de salir de Taiwán, me cuenta la expresidenta de TSMC Europa, la española María Marced, porque el aumento de los costes básicos por chip se come al beneficio y eso impide financiar la innovación.
Las vueltas que da la tecnología. Chang siempre ha sido reacio a implantarse en EEUU (ya ha anunciado hasta seis plantas en Arizona, donde los costes multiplican por 2,4 a los de Taiwán) y Japón (ha empezado en Kikuyu, Kumamoto). Sólo la eficiencia en productividad vinculada a la IA podría paliar ese problema. En tal caso estaríamos ante uno de esos bucles que proporciona tantas veces la tecnología, si se piensa en la carrera Google-Nvidia. Socios del gigante taiwanés como NXP o Infinion son capaces de ahorrar un 50% de tiempo en algunos procesos gracias a la IA y producir, por tanto, a la mitad de coste.
SEMICON Taiwán se posicionó en contra de las dinámicas de aislamiento y a favor de la colaboración, porque ninguna empresa puede afrontar en solitario los desafíos a los que se enfrentan los semiconductores. Consiguió, de hecho, algo que muchos consideraban imposible: reunir a los gigantes de la memoria Samsung, SK Hynix y Micron en la Cumbre de la Memoria, junto a compañías como Infineon, NXP y Denso que hablaron de aplicaciones en el automóvil y las mejoras en la eficiencia energética.
Si se piensa con calma, el sector de la microelectrónica influye de forma fundamental en nuestra vida, pero desde que Robert Noyce inventó el circuito integrado de silicio han pasado poco más de 65 años. Es normal esta sensación de transitoriedad permanente. En Taipéi, Doris Hsu, presidenta de GlobalWafers, el tercer mayor fabricante de obleas de silicio del mundo, alertó de que “los materiales críticos serán utilizados como armas”. Bienvenidos a la duermevela, podríamos decirles desde Europa.
Las obleas de silicio son las pequeñas plataformas semiconductoras en las que, según la visión de Noyce (uno de los fundadores de la mítica Fairchild, de la que salieron tantos de los fairchildren que poblaron Silicon Valley, según explica el magistral Tom Wolfe), se graban los circuitos integrados. De eso iba lo de Taipéi, en última instancia. Hsu está preocupada porque la creciente sofisticación de la producción de obleas y los cuellos de botella en el acceso a las materias primas han disparado un 14,8% el tiempo de fabricación y los retrasos en las entregas empiezan a ser inquietantes para el último tramo de 2025. Oído cocina.
A medida que los gobiernos consideran cada vez más los semiconductores como una cuestión de seguridad nacional, están cambiando de un modelo de cadena de suministro just in time (justo a tiempo) a uno just in case (por si acaso). Mark Liu, presidente actual de TSMC, introduce la eficiencia energética como la máxima prioridad por su importancia para los smartphones, el internet de las cosas y la informática de alta velocidad. Asomarse al SEMICON es como meter la cabeza en una túrmix. España no se puede quedar fuera del baile.
