Opinión Salvador Sostres

Incorrecte, un restaurante basado en el respeto

Sin vino, pues, la cocina de Incorrecte es cristalina, educada, suave, luminosa y decente.

Reataurante Incorrecte. (Foto: Incorrecte)

Carlos Barral llamó a su hija Danae y Jaime Gil de Biedma escribió al respecto: “Un nombre excesivo, la obligará a ser bella”. Es lo que pensé cuando supe que este restaurante, del que me habían hablado tan bien, se llamaba Incorrecte. Me pareció que era afirmarse contra algo –lo que no siempre ayuda– y sobre todo y más pesado, que se sentiría obligado a serlo.

Inmediatamente acudí al reclamo, al lado de Mandri, y la primera buena impresión fue que para dos es muy agradable comer en la barra, muy cerca del chef Marcel Pons. No puedo hablar de la carta de vinos porque a principio de año tomé la decisión de no beber en Barcelona –que es donde vivo y paso la mayor parte de los días– porque algunos límites me tengo que ir poniendo para administrar mis fuerzas ahora que en mi vida la edad empieza a ser una advertencia.

Sin vino, pues, la cocina de Incorrecte es cristalina, educada, suave, luminosa y decente. Cristalina porque los sabores son nítidos, están bien definidos y tienen interés. No hay ingredientes innecesarios o salsas que no van a ninguna parte por complicar innecesariamente el plato. Rosst beef de jabalí.

Educada, la cocina del chef Marcel es educada porque a pesar de su juventud no intenta incendiarnos el paladar con platos excesivamente subidos de sal ni de intensidad gustativa. Hay un respeto a nuestra sensibilidad que por ejemplo Glug no tiene, con casi todos sus platos subidos de volumen para llamar nuestra atención. El calabacín con ajoblanco, el calamar con butifarra negra y espuma de coliflor.

Lo saludable de Incorrecte no es tanto por el sabor como por las consecuencias de la educación anteriormente mencionada. Es posible almorzar en Incorrecte sin tener que estar toda la tarde recordando que lo has hecho. Incorrecte sienta bien, trata bien a sus clientes durante su estancia y también después. Pudimos tomar pato, un magnífico flan de pato, nada cargante, con el sabor a lo que era sin tener que exagerarlo.

Y que Incorrecte sea decente también es importante: el precio ronda los 70 euros que con vino puede llegar a 90. Me parece un trato justo en una sala bien atendida y bien refrigerada. En este último punto quiero detenerme: cuando agradecí al jefe de sala, David Farrés, la excelente refrigeración me respondió: “ya puede ir bien, hemos gastado 50.000 euros en la máquina”. Es mucho dinero, lo entiendo, pero es lo que merecemos como clientes en una ciudad calurosa como Barcelona.

Un restaurante serio, que tenga una cocina que pretenda ser algo más que basura para saciar a hambuentos, ha de mantenerse a una temperatura no superior a los 22 grados, y no negociarla nunca, ni mucho menos con señoras que dicen que tienen frío pero que si tuvieran dos dedos de frente –y de cultura general– habrían salido de casa com una chaqueta o un chal, sabiendo que en los restaurantes no puede hacer el mismo calor de la calle.

Y hay que decir que estos 22 grados, Incorrecte los puede garantizar porque ha invertido en nosotros, los clientes. Incorrecte respeta a sus clientes, y el respeto, como todo, se mide también –aunque no exclusivamente– en dinero. Los restaurantes en los que hace calor no son restaurantes que “son así” sino chefs a los que no les da la gana cuidar de sus clientes, y prefieren la avaricia de ganar más dinero aunque sea al precio de claramente faltarnos al respeto.

La decadencia de los restaurantes europeos –a la que Barcelona no es ajena– tiene que ver con este insulto, con esta ofensa, con este desprecio de tratar al cliente de rehén y escatimarle todo y cobrarle a precio de oro. Si en algo tan constatable como el aire acondicionado, que es muy fácil de saber cuándo no está en condiciones, se atreven a racanearnos, ¿qué no harán con los productos o con los proveedores, cuyas transacciones no podemos ver?

Incorrecte es un regreso al cliente tratado con respeto. Por su cocina saludable y delicada. Por su servicio, muy bien llevado por David Farrés, que no sólo es muy competente y amable, sino que tiene el detalle, fundamental, de no enredarse en explicaciones eternas de los platos y evita interrumpir la conversación de la mesa. Y por supuesto por las condiciones confortables de la sala. Tiene mérito poder abrir en la Barcelona de 2025 un restaurante con personalidad, recursos, sin ser lo de siempre pero a la vez sin pretensiones de originalidad no culta, no reflexionada, que sólo provocan estridencia, disgusto y sensación de estafa (además de malestares estomacales que son otra agresión totalmente irrespetuosa al que –por cierto– paga).

Mi única discrepancia es con el nombre porque fuerza un juego de palabras que no le favorece, aunque de todos modos da igual porque ya no estamos a tiempo de cambiarlo y en cualquier caso admito que poner nombre a un restaurante no es fácil.

Incorrecte
Cerignola, 11
931 46 53 98
Cierra domingo y lunes
Almuerzos a las 13:00; cenas a las 20:00