Opinión Eugenio Mallol

Los ojos artificiales no bastan, ahora incluyen cerebro

La inteligencia infinita se acercará cada vez más al lugar donde suceden las cosas, pero para ello necesitará que los sistemas de visión artificial le proporcionen imágenes y vídeos de calidad, y España tiene muy buenos ejemplos en la vanguardia.

Foto: Sercan Selvi/Unsplash

“El borde ya no es el borde”, acaba de decir en Bolonia (Italia) Burak Kantarci, de la Universidad de Ottawa, ahora “es el origen de la inteligencia infinita”. El borde del que habla, más conocido en el sector tecnológico como el edge, es el lugar de procesamiento de información más cercano a aquel en el que las cosas suceden realmente. Las calles de una ciudad, un campo de batalla (Kantarci ha presentado vehículos de defensa autónomos), una planta de producción industrial, los dispositivos inteligentes ubicados sobre el terreno operan en el edge.

Hay mucha innovación ahora mismo desplegándose en ese punto. La idea es llevar la experiencia del móvil a todo, como suele decir Cristiano Amon, CEO de Qualcomm. Para Kantarci, tanto la inteligencia en el edge como los modelos de lenguaje grandes (LLM) que sirven de base para la IA generativa y las redes de comunicaciones que se avecinan, el 5G y el 6G, están convergiendo. Crearán un nuevo y poderoso paradigma: “un mundo donde las máquinas razonan, se adaptan y colaboran de forma autónoma en el borde de la red”.

En el mismo evento del IEEE, Roch H. Glitho,de la Cátedra Ericsson en la Universidad Concordia,va incluso más allá.Todo el sistema de nubes que se está desplegando ahora con la mente puesta en las próximas redes 5G, no va a servir cuando lleguen las del 6G, en las que muchas compañías llevan trabajando ya más de cinco años. El motivo es que estas últimas podrán transmitir la información diez veces más rápido, y hará falta otro tipo de equipos del lado del emisor y del receptor para aprovechar esto.

La inteligencia del futuro no estará centralizada. Será ambiental, distribuida y cada vez más autónoma, con agentes inteligentes recabando datos y tomando decisiones por cuenta propia. En ese nuevo mundo será necesario procesar en el edge información multimodal, porque el vídeo es enormemente pesado para ser digerido en otro lugar. Sólo se mandarán a la nube los metadatos.

Otro de los ponentes estrella del evento del IEEE en Bolonia es el español Salvador García, de la Universidad de Granada. Puestos a buscar aplicaciones de toda esta revolución de la inteligencia infinita para mejorar nuestro bienestar en el futuro, propone que los sistemas de salud se abran a fusionar imágenes médicas, bioseñales, historiales clínicos y otros datos críticos. Ese es el camino.

De pronto, España ocupa una posición destacada en las tecnologías para surtir a la IA de imágenes y vídeos. Tenemos muy buenas empresas de visión artificial. El director de I+D de Neurologyca, José Luis Pech, sintetiza en una frase la respuesta que está dando el sector en nuestro país a los nuevos desafíos: “entendí que los ojos artificiales ya no bastaban, había que inventar un cerebro”.

La espléndida colección de patentes de Jorge Blasco, fundador y CTO de PhotonicSENS, permite combinar fotónica, óptica e IA en sus cámaras 3D, capaces de calcular la distancia entre diferentes planos de una imagen del mundo real. Saben lo que tienen delante porque lo miden. “Si no conoces la profundidad, la IA no tiene datos suficientes para decir si un componente va a fallar”.

Médicos alemanes usan las cámaras de PhotonicSENS para mensurar tridimensionalmente heridas crónicas en pacientes con diabetes, algo para lo que nunca será posible entrenar sólo con imágenes a la IA. Una gran compañía internacional de gafas de realidad virtual quiere que interpreten el movimiento de los labios. Blasco trabaja también para que puedan comunicarse con cualquier entorno de juegos, como los de Unreal Engine: las cámaras crearán los gemelos digitales de personas y elementos reales y el sistema los introducirá en Fortnite.

La IA ya se ha entrenado con todo el texto disponible en internet, pero las imágenes llevan de cabeza a todo el sector tecnológico, por mucho que Michael Kounavis, de Meta, dijera también en Bolonia que, combinando un innovador concepto de diseño y datos experimentales, será posible alcanzar una tasa de falsos positivos en visión artificial próxima a cero.

El director de ingeniería para Europa de Axis, Alberto Alonso, dice que las cámaras serán claves para automatizar procesos y aprovechar los metadatos que generan. Siempre y cuando proporcionen una muy buena imagen en cualquier condición lumínica o ambiental. Ahí anda enfrascada también buena parte de la innovación ahora. No hacen falta las cámaras del iPhone, basta con dos megapíxeles, lo que entendemos por Full HD.

Habrá que repensar la regulación para esta inteligencia ambiental que viene. En Europa es prácticamente imposible utilizar el reconocimiento facial, a diferencia del claramente abusivo régimen de China y de la mayor apertura de Estados Unidos y Reino Unido. Hay muchas fórmulas de anonimización, aunque España no sea tan activa como Alemania e Italia exigiéndolas.

Debemos comprender como ciudadanos, enfatiza Alberto Alonso, que “detrás de todas esas cámaras que vemos en las ciudades, en algunas de ellas con una alta densidad, como Londres, no hay nadie mirando. En realidad, los sistemas van a ver sólo un avatar de nosotros”.

Hay que reconocer que nos falta algo de cultura de gestión para la propia imagen. Volviendo al sector salud, un artículo reciente firmado por miembros del Instituto de Investigación Sanitaria La Fe de Valencia y de la Universidad de Valencia, reivindica el “altruismo de datos en el Espacio Europeo de Datos de Salud”.

“El altruismo de datos se refiere a la cesión voluntaria de información –personal o no personal– sin esperar compensación, con el objetivo de servir al interés general”. Lo describen como “uno de los actos de generosidad más tangibles en la era digital: ofrecer nuestra experiencia vivida, codificada en forma de datos, para que otros –investigadores, clínicos e innovadores– puedan construir conocimiento colectivo”.

Cada año se generan más de 1.000 millones de estudios de imagen médica en Europa, pero menos del 0,01% se reutiliza con fines de investigación o innovación. El desarrollo de infraestructuras digitales, como el proyecto europeo EUCAIM, coordinado desde Valencia, facilita la conservación de los datos, garantiza su gestión con criterios de calidad y mejora su accesibilidad.

Otra empresa española Quibim, cuya tecnología de inteligencia artificial aplicada a la imagen médica utilizan más de 170 instituciones de atención médica en todo el mundo, es referente en este campo. Se nos da bien la tecnología de la imagen. No debe extrañar que el IEEE escoja el sur de Europa desde mediados de los 90 para su gran simposio.