Cuando nació Sra. Rushmore todavía estaban en pie las Torres Gemelas. No existía Facebook ni el iPhone. Amazon solo lo utilizaban algunos enterados para comprar libros. Las series se veían a razón de un capítulo por semana. El teletrabajo era una cosa de ciencia ficción. Y el Atleti estaba en segunda. Podría parecer que fundamos la agencia en la Edad Media. El torbellino de cambios y revoluciones que hemos presenciado durante estos 20 años ha puesto patas arriba todo lo que dábamos por sentado.
Nada es lo que era. Todo ha cambiado. O no. Con motivo del aniversario de la agencia hemos revisitado muchas de las campañas que creamos en aquellos años heroicos del comienzo del milenio. Queríamos saber cómo envejecen las ideas. En un entorno tan cambiante como el de la publicidad, sospechábamos que lo que emocionó a la gente en aquel tiempo seguramente no se entendería hoy. Estábamos casi seguros de que aquellas piezas que se hicieron famosas entonces entre un público inocente, ahora no pasarían el listón de unos espectadores resabiados, maleados por la continua exposición a las redes sociales. Sorpresa. Descubrimos que, en el fondo, no hemos cambiado tanto.
Con iPhone o sin iPhone, seguimos amando a los nuestros. Con Instagram o sin Instagram seguimos envidiando, adorando a héroes anónimos o sintiendo la necesidad de pertenecer a un grupo. Netflix y HBO no han modificado sustancialmente nuestra necesidad de reír, recordar, empatizar, desear a otras personas o escuchar buenas historias. La condición humana resiste y sobrevuela por encima de los avances (o retrocesos) tecnológicos. Si el spot de la Guerra Civil (en el que un soldado deja escapar a su enemigo por ser del Atleti) se hubiera emitido hoy, probablemente habría tenido una acogida tan buena (o mejor, dado el actual clima de polarización) como la que tuvo en 2003. Porque el orgullo de pertenencia sigue estando ahí. La campaña de Aquarius de los locos lindos de La Colifata sigue funcionando igual que hace 15 años, quizás porque todos empatizamos con esos personajes maravillosos que en el fondo no están más chiflados que nosotros. Y hemos vuelto a partirnos de risa viendo “Amanece en el pueblo” y sus secuelas, para Bocatta.
El humor bien tirado también es atemporal. Cambia la moda, los modelos de smartphone, los peinados. Pero las pulsiones humanas siguen siendo las mismas. Seguimos amando y odiando, envidiando y admirando. Sintiéndonos solos y ansiando trascender. Compadeciendo y entregándonos. Lo mejor y lo peor de las personas sigue estando ahí. Por los siglos de los siglos. Invariablemente. Ni siquiera de la pandemia estamos saliendo diferentes. Por eso en Sra. Rushmore tenemos claro que en los próximos 20 años seguiremos indagando en nuestro interior para encontrar ese algo que nos mueve o nos conmueve. Al fin y al cabo, cuando nos enfrentamos al papel en blanco las ideas solo pueden salir de nuestras entrañas.
Los mensajes publicitarios son efímeros por naturaleza. Su misión es comunicar en un momento y un lugar muy concretos. Pero las buenas ideas, esas que calan hasta los huesos, tienen también el don de perdurar en el tiempo.