En unos días viajaré a China. Cuando vas a un destino, lo intensificas en tu radar mental. No solo por lo que vas a ver, sino por el contexto general del territorio que visitarás. En mi caso, me he detenido en su aviación comercial y, en comparación con Europa, donde el sector vive un momento dulce, de crecimiento, gran demanda y hasta cierta saturación, en China las cosas no están tan bien. De hecho, el panorama no es tan alentador.
La aviación es un termómetro social, económico y político del mundo y también de un país. En China, las tres grandes aerolíneas –Air China, China Eastern Airlines y China Southern Airlines– se enfrentan a un panorama complicado. Estas compañías, conocidas allí y en el sector como “las tres grandes”, esperan seguir con una racha de pérdidas en la primera mitad de 2025, un fenómeno que las distingue de muchas aerolíneas globales que ya han recuperado la rentabilidad tras la pandemia.
Según sus proyecciones, de las que ya informan los medios locales, China Southern espera pérdidas de entre 187 y 250 millones de dólares, un aumento respecto a los 167 millones del año pasado. Por su parte, Air China y China Eastern, esperan reducir sus pérdidas, aunque aún estarán en números rojos, con déficits de entre 237-307 millones y 167-223 millones de dólares respectivamente.
¿Por qué este panorama?
Las aerolíneas chinas se enfrentan a una combinación de problemas económicos y geopolíticos. A pesar del ya más que sólido crecimiento en el mercado doméstico, la feroz competencia de precios entre operadores locales reduce los márgenes de beneficio, mientras que la recuperación de los vuelos internacionales, más lenta y afectada por tensiones geopolíticas y restricciones de viaje, limita sus ingresos. Además, factores como la lentitud de la cadena de suministro global y un entorno internacional complejo y volátil (lo segundo afecta a todo el mundo, aunque en China está marcando el paso a las aerolíneas) complican aún más su situación.
En contraste, Europa vive un momento de auge en su sector aéreo. Aerolíneas como Lufthansa y Ryanair han recuperado la rentabilidad gracias a una fuerte demanda turística, una rápida recuperación de los vuelos internacionales y una mayor diversificación de rutas.
Mientras las aerolíneas europeas se benefician de un mercado turístico estable y de estrategias como la modernización de flotas para reducir costos, las aerolíneas chinas luchan contra un mercado doméstico saturado de competencia y una menor flexibilidad operativa debido a su estructura estatal.
Este contraste pone de manifiesto las diferencias entre ambos mercados. En Europa, la aviación refleja una recuperación sólida y adaptable, mientras que, en China, las “tres grandes” enfrentan un camino más complicado hacia la rentabilidad, atrapadas entre la presión interna y la incertidumbre global.
Un factor adicional que pesa sobre las aerolíneas chinas es su dependencia de un modelo operativo fuertemente vinculado al Estado. Aunque esta estructura les ha permitido resistir crisis gracias al respaldo financiero gubernamental, también las limita en términos de agilidad para adaptarse a un mercado global dinámico. Las decisiones estratégicas, como la expansión de rutas o la renovación de flotas, suelen estar sujetas a largos procesos burocráticos, lo que contrasta con la rapidez con la que las aerolíneas europeas, especialmente las de bajo coste, ajustan sus operaciones para maximizar beneficios en un entorno competitivo.
Además, la percepción pública y la confianza del consumidor juegan un papel no menor. En China, las noticias sobre pérdidas continuas y la intensa competencia de precios han generado cierta cautela entre los viajeros, que buscan opciones más económicas, incluso a costa de la calidad del servicio. En Europa, por el contrario, el auge del turismo pospandemia ha reforzado la imagen de las aerolíneas como motores de conectividad y ocio, lo que ha permitido a compañías como easyJet o IAG (matriz de Iberia y British Airways) capitalizar el entusiasmo de los viajeros con tarifas dinámicas y una oferta robusta.
La aviación, como termómetro del mundo, nos dice que los cielos chinos están aún nublados, una situación que se remonta al olvidable 2020, mientras que los europeos, para los que el concepto Covid-19 ya es historia, tienen un optimismo que, aunque no exento de desafíos, es mucho más despejado, casi CAVOK (cielo y visibilidad OK, en jerga aérea).