Rosa Fernández es la directora de comunicación del presidente de la Generalitat, Salvador Illa. Lo digo porque algún día dejará de serlo y merece la pena que cualquier empresario serio de este país tenga apuntado su número de teléfono.
Rosa sabe solucionar problemas sin crear uno nuevo, atender a todos, que todos sientan el abrazo del líder pero sin comprometer al líder de ninguna manera. Rosa no miente. No puede contar todo lo que sabe pero nada de lo que te explica es mercancía averiada y si le haces caso nunca acabas haciendo el ridículo ni guiando a tus lectores hacia una pista falsa.
Rosa sabe cuál es su trabajo pero no de una manera dogmática ni para prevalecer ella. Sabe que su trabajo es proyectar amablemente la figura del presidente de la Generalitat y eficazmente su obra de gobierno, y no tiene otra agenda que ésta. Tiene periodistas amigos, otros que le caen peor, o no tan bien, por decirlo de un modo menos inexacto, pero con todos es justa, profesional, y no por quererla mucho te cuenta más o pone al presidente en una situación de vulnerabilidad para hacerse como la simpática.
Ser muy buena en tu trabajo hace que tengas una alta autoestima y puedas creer que tú eres lo más importante. Incluso más que tu empleador o patrón. Les pasa a algunos columnistas, que creen que son más importantes que sus respectivas cabeceras hasta que un día les echan y descubren la crudeza del largo y frío invierno. No es el caso de Rosa, que sabe poner su gracia, su temple y su talento en favor de su presidente, y de ahí que su trayectoria tengan que considerarla tantos y tantos empresarios que han confiado en personas no digo que mediocres pero sí equivocadas, que no han sabido gestionar la presión de la alta importancia de su trabajo y han dejado de trabajar para el empresario o la empresa y se han dedicado a cultivar su propio terreno. La modestia siempre es falsa, y yo no digo que Rosa sea modesta, pero sí digo que es inteligente: y de un lado sabe perfectamente cómo potenciar tus virtudes y disimular tus defectos; y del otro sabe que tú y no ella eres su misión y no se confunde de objetivo.
Algunas veces los jefes de comunicación o de gabinete son, por miedo, por incompetencia, o por todo junto, más sectarios y bruscos, e incluso más inaccesibles que el patrón. Creen que es una forma de lealtad o de protección, cuando lo único que consiguen es hacer quedar mal a quien tendrían que ayudar. Rosa sabe abrir espacios donde no los hay, tener paciencia donde la mayoría pierden los nervios, y hoy en Cataluña, salvo contadas y extemporáneas excepciones, que ya se ve además que son muy poco fundamentadas, ha cuajado perfectamente la idea, por otra parte cierta, que Salvador Illa es un presidente de orden, de calma constructiva y que asegura el equilibrio y la convivencia que tan gravemente heridos quedaron como consecuencia del proceso independentista.
Rosa Fernández encarna y representa la importancia del trabajo bien hecho, tengas la opinión que tengas y sea cual sea tu adscripción política, si es que tienes alguna; el valor de la lealtad frente al oportunismo del atajo; y el poder de la buena educación y la cortesía contra la demasiada inseguridad de los que creen que tienen que recurrir al exabrupto y a la brusquedad para hacerse respetar.
Rosa es un 10, un extraño 10 en un mundo de demasiados navajazos y egocentrismos, y hombre, no dejen solo al presidente, porque buena falta le hace tenerla a su lado, pero si ven que algún día esto se termina, corran a por ella, con media conversación, sólo media, tendrán suficiente para entender el inmenso favor que con este artículo le hecho.
