Volvemos al continente africano. Entre las cuentas curiosas que sigo en X está la de Teodoro Obiang Nguema Mangue, vicepresidente de Guinea Ecuatorial y probable heredero de su padre, jefe de Estado desde 1979. Sus publicaciones son un mosaico ecléctico: supermercados, reflexiones personales, proyectos nacionales, contratos con diferentes corporaciones, críticas a disidentes, el VIH o los nuevos helicópteros de la aviación nacional.
Este pequeño país africano, excolonia española y único en el continente con el español como idioma oficial —junto al francés y el portugués—, siempre me ha fascinado por su exotismo y su singularidad. Les hablo del lugar… y de su aviación.
Un aislamiento que se desvanece
Durante décadas, Guinea Ecuatorial vivió casi desconectada del mundo, reflejo de su historia de aislamiento político. Hasta hace unos años, su único puente aéreo regular era un vuelo semanal de Iberia a Madrid, un vestigio colonial. Hoy, sin embargo, su red aérea comienza a expandirse, conectando con destinos africanos y europeos. Pero no todo es un ascenso limpio: las aerolíneas del país siguen en la ‘lista negra’ de la Unión Europea, un lastre que frena sus ambiciones de abrirse al turismo internacional, aún en estado embrionario.
De un vuelo solitario a una red en crecimiento
A inicios de los 2000, salir de Malabo o Bata era una odisea. El vuelo de Iberia a Madrid, con frecuencia casi simbólica, era prácticamente la única opción. Tras la independencia en 1968 y bajo gobiernos autoritarios, esta desconexión no sorprendía. Pero el boom petrolero cambió la ecuación. El dinero trajo la necesidad de conectar con socios y vecinos. Ahora hay vuelos a Douala, Abidján, Addis Abeba o Libreville, normalizando la presencia de Guinea Ecuatorial en los cielos africanos.
El enlace con Madrid, operado ahora por compañías como Wamos o Plus Ultra bajo, refleja un lento esfuerzo por modernizarse. Es una estrategia aeropolítica para proyectar al país como actor regional, aunque con pasos cautelosos.

La sombra de la lista negra
Desde 2006, Guinea Ecuatorial es inquilino fijo de la Lista de Seguridad Aérea de la UE. Sus aerolíneas están vetadas en Europa, no por fallos específicos, sino por la deficiente supervisión de su autoridad de aviación civil. Este estigma no es baladí: prohíbe aterrizajes y sobrevuelos en la UE y proyecta inseguridad al mundo.
Ceiba Intercontinental, por ejemplo, ha recurrido en su momento a aviones europeos operados por socios extranjeros para volar a Madrid, una solución pragmática que revela carencias estructurales. En 2022, Carmelo Nvono-Ncá prometió reformas ante la UE, pero el veto persiste, frenando las aspiraciones del país.

Un turismo en pañales
¿Puede Guinea Ecuatorial soñar con el turismo? Tiene argumentos: selvas vírgenes, playas en Bioko y una cultura que fusiona lo africano y lo hispano. En X, el propio vicepresidente comparte paisajes y experiencias de viajeros (casi exploradores) que descubren el país. Sin embargo, la industria aérea y la lista negra son cuellos de botella.
Esta última no solo limita operaciones, sino que ahuyenta a turistas y operadores exigentes. Aun así, hay brotes verdes: conexiones regionales en auge y escalas de aerolíneas como Lufthansa o Air France en Malabo podrían atraer viajeros de países vecinos, menos preocupados por los estándares europeos.
El gobierno habla de promover el turismo, pero las políticas concretas son escasas. Por ahora, el sector es un embrión sostenido por una red aérea que crece, pero no termina de despegar.
