El 21 de junio de 2025, a las 9 de la mañana, zarpamos desde el Club Patí Vela Barcelona rumbo a Menorca con Guillermo Cañardo. Dos patines de vela, dos bolsas estancas cada uno con lo justo, y una ruta abierta de 130 millas por delante. Sin asistencia, sin apoyo externo. Solo navegación pura.
El patín de vela no es una embarcación pensada para travesías de este tipo. Nació en la costa catalana hace un siglo, para la navegación recreativa y deportiva cercana a la playa. No tiene timón ni orza. Todo se gobierna con el peso del cuerpo. Por eso, más que una travesía técnica, esto fue una prueba física y mental.
Al principio las condiciones fueron buenas. Un viento estable nos permitió cubrir las primeras 30 millas en unas cuatro horas. Navegábamos en silencio, concentrados. Los dos sabíamos que lo más duro llegaría después.
Y llegó. Al caer la noche, el viento roló, nos obligó a navegar de ceñida y a hacer bordos sin visibilidad. Con poca visibilidad, ni instrumentos electrónicos, ni siquiera un sitio donde acostarse. Todo el cuerpo está en tensión: gobernar, equilibrar, hidratarse, mantenerse alerta. Pasamos más de siete horas completamente a oscuras, a más de 60 millas de tierra, cruzándonos con tráfico mercante y sin margen para errores.

Cuando por fin amaneció y Menorca apareció en el horizonte, el viento se apagó. Nueve horas parados, flotando, esperando a que una brisa mínima nos permitiera cubrir las últimas millas. Fue, sin duda, el momento más exigente del cruce. A esas alturas, el cansancio ya era total.
Llegamos a Fornells por la tarde del domingo 22. Cansados, sí, pero satisfechos. Habíamos completado la primera travesía Barcelona–Menorca en patín de vela sin asistencia. Fue una navegación sencilla en tecnología, pero compleja en todo lo demás. No hay piloto automático. No hay descanso. Solo decisiones y constancia.
¿Lo recomendamos? No. ¿Lo repetiríamos? Quizás. Lo cierto es que esto forma parte de algo más grande que estamos preparando. Esta travesía fue un paso. Un entrenamiento. Y también un homenaje a una embarcación icónica que, pese a su sencillez, sigue demostrando que es capaz de protagonizar retos del siglo XXI.
