Vivo en Barcelona. Si bien viajo en todos los medios que existen, el aeropuerto de El Prat es mi puerta al mundo. Como muchos viajeros frecuentes desde aquí, mis opciones de vuelo a España o a Europa suelen tener una realidad inescapable: Vueling, pues tiene un 45% del mercado aquí. Si hay otra alternativa en la ruta, a menudo es Ryanair. Estas dos aerolíneas de bajo coste, que juntas controlan cerca del 37% del tráfico aéreo de pasajeros en España, han transformado cómo viajamos. Hoy quiero hablarles de lo que significa su dominio para nuestra economía, nuestro turismo y nuestro futuro.
En el primer trimestre de 2025, Ryanair transportó 13.3 millones de pasajeros en España, un 7.8% más que en 2024, asegurándose un 21.9% de cuota de mercado, según datos de Aena. Vueling movió 10 millones de pasajeros, un 2.4% más, y captó un 16.7%. Juntas, estas aerolíneas de bajo coste (LCC) no solo lideran el mercado, sino que definen la experiencia de volar en España. Sumadas al resto de aerolíneas similares (Easyjet, Wizzair, Jet2 o Eurowings), estas ya superan el 60% del mercado nacional.
Su modelo de tarifas bajas ha democratizado el cielo, llevando gente a cada rincón del país y apuntalando un sector que aporta el 12-13% al PIB nacional, con el 80% de los visitantes internacionales llegando por avión. El impacto es innegable. Ryanair opera más de 700 rutas desde 25 aeropuertos españoles, con 103 aviones basados, mientras Vueling este año la supera en número de aeropuertos españoles tocados: 27, haciendo viables rutas que aerolíneas tradicionales como Iberia apenas tocan. Este modelo ha impulsado el turismo en regiones menos conocidas, generando empleo y dinamizando economías locales.

Tasas y quejas
Sin embargo, el reinado de las LCC no está exento de turbulencias. Por un lado, Ryanair ha protagonizado titulares por sus disputas con Aena, el gestor aeroportuario. En 2025, la aerolínea redujo 800,000 asientos en lugares como Vigo o Jerez, alegando un ‘aumento excesivo de tasas aeroportuarias’. Esta decisión, que Ryanair compensó con más operaciones en lugares consolidados como Madrid y Málaga, pone en riesgo el desarrollo de destinos turísticos emergentes. Si Ryanair sigue enrocada frente a Aena, ¿podríamos ver menos vuelos a aeropuertos regionales, frenando su crecimiento económico?
Además, las aerolíneas de este tipo están bajo escrutinio tras sanciones de 179 millones de euros en 2024 por prácticas como el cobro por equipaje de mano, lo que plantea preguntas sobre si su enfoque de bajo coste compromete la experiencia del cliente. El dominio de Ryanair y Vueling también plantea un riesgo estructural: la dependencia del modelo de bajo coste. Con aerolíneas tradicionales como Iberia o Air Europa luchando por mantener cuota, el mercado español podría volverse menos diverso, limitando opciones para pasajeros que buscan servicios premium o rutas de largo alcance, en las que ya ha entrado el modelo LCC… también en Barcelona con Level, opción única a algunos destinos. Una guerra de precios, aunque atractiva para el consumidor a corto plazo, podría erosionar márgenes y empeorar la experiencia del pasajero.

¿A dónde ir?
Entonces, ¿qué camino debe tomar España? No hay duda que llegaron hace mucho para quedarse: las LCC son un motor económico, aunque su dominio requiere una estrategia equilibrada. El gestor de las instalaciones considera suficientes sus políticas existentes para incentivar operaciones en aeropuertos secundarios, asegurando que destinos como Reus o Almería no queden rezagados.
El Gobierno, por su parte, está atento a conflictos laborales para evitar disrupciones que afecten al turismo, especialmente en temporadas altas. No va a ser necesario. Y las propias Ryanair y Vueling podrían invertir en mejorar su reputación, ofreciendo una experiencia que combine precios bajos con un servicio fiable. Desde aquí veo cada vez más aviones de estas LCC surcando el cielo, llevando negocios y turistas. Son los actuales reyes del cielo español, aunque su reinado debe evolucionar para no convertirse en una corona de espinas parea quienes las utilizamos.
España tiene la oportunidad de aprovechar este modelo para seguir siendo un faro del turismo global, aunque mejor si se equilibra accesibilidad con calidad, y crecimiento con sostenibilidad. Porque en el cielo, como en los negocios, volar alto requiere visión estratégica.
