Ojalá me equivoque. Llevo años observando el sector aeronáutico, una industria que no es un juego, y esta historia no me convence. Probablemente habría guardado mi escepticismo en un rincón privado… de no ser porque el Airbus A380 de Global Airlines pasó por Barcelona, dejando tras de sí una estela de promesas que huele más a espectáculo que a realidad.
Fue el 2 de mayo. El avión, operado por Hi Fly en un vuelo especial desde Beja, Portugal, pasó por El Prat antes de seguir hacia Berlín y Gatwick. Para los entusiastas, un espectáculo que fotografiaron; para mí, una bandera roja. Detrás de las fotos, con un A380 de Emirates de fondo y los titulares triunfalistas, está James Asquith: un emprendedor con 1.1 millones de seguidores en Instagram y un récord Guinness como el viajero más joven en recorrer todos los países, algo que no para de repetir, y una ambición que parece volar más alto que su propio avión.
“Mírame, mírame”
Asquith es un maestro del autobombo: su Instagram, un desfile de selfies en aeropuertos y paisajes exóticos, grita “mírame, mírame”. Pero la aviación comercial no es un plató de redes sociales, y un Airbus A380, el avión de pasajeros más grande y caro del mundo, no se sostiene con alardes que recuerdan demasiado al Fyre Festival, aquel fiasco de festival de lujo que prometía glamour y acabó en desastre. Global Airlines, su proyecto para “recuperar el encanto de viajar” con promesas de ofrecer “la mejor primera clase del mundo”, ha generado más ruido que resultados.
Tras comprobar que en sus dos primeros vuelos transatlánticos no ha llevado ni 100 pasajeros en un avión preparado para 500 —un 20% de ocupación frente al 80-90% que aerolíneas como Emirates logran en sus A380—, me pregunto: ¿es esto una revolución o un castillo de naipes construido por un personaje que confunde likes con solvencia? En redes, Asquith no se corta: critica con un desdén innecesario a aerolíneas consagradas como British Airways o American Airlines, tildándolas de anticuadas, a veces disfrazado de superhéroe mientras viaja en ellas. Una osadía que podría obligarle a tragarse sus palabras cuando su A380, con suerte, despegue de verdad con horarios fijos, un proyecto creíble… y una web operativa.
Costes
La aviación es un negocio implacable, con márgenes de 2-5% y donde un error puede costar millones. Operar un A380, con costos por hora que superan los 20,000 dólares, exige precisión, no fanfarronadas. Sin embargo, Global Airlines parece más obsesionada con el espectáculo que con los fundamentos. Su vuelo chárter por Barcelona, presentado como un hito, fue solo un ejercicio de familiarización de tripulaciones —un entrenamiento, no un servicio comercial—. Sin Certificado de Operador Aéreo (AOC) propio, dependen de Hi Fly, una operadora chárter, para volar. Mientras Asquith sueña con “Sky Pubs” a bordo y champagne Laurent-Perrier hasta en economy, los escépticos nos preguntamos: ¿quién financia este circo?
Un mercado transatlántico que no perdona
Si elegir un A380 ya es una apuesta temeraria, lanzarse al mercado transatlántico es como nadar entre tiburones con un chaleco pinchado. Las rutas Reino Unido-Norteamérica son un campo de batalla dominado por British Airways, Delta, American Airlines y Virgin Atlantic, que operan aviones eficientes como el Boeing 787 o el Airbus A350, más baratos de llenar que un enorme A380. Por cierto, en los dos años de promesas de ofrecer un servicio inigualable, los pocos viajeros que han volado de Glasgow o Manchester a Nueva York en los primeros vuelos de pago se han encontrado con el interior de un avión chino de 12 años, algo tuneado, sin wifi, enchufes ni pantallas de entretenimiento operativas.
Volvamos al mercado: las aerolíneas ya establecidas tienen programas de fidelización, alianzas globales como Oneworld o SkyTeam, y slots privilegiados en Heathrow o JFK. Global, con planes para volar desde Londres Gatwick, Glasgow y Manchester a Nueva York, Orlando y Los Ángeles, llega con una mano atada: Gatwick no es Heathrow, y Orlando, un destino familiar, no grita precisamente “lujo”. Su chárter Glasgow-Nueva York del 15 de mayo de 2025, con menos de 100 pasajeros, es una prueba de que llenar un A380 no es un paseo por Instagram.
Asquith, sin embargo, no parece intimidado. En redes, se jacta de que Global superará a las “viejas glorias” de la aviación con su visión de lujo. Pero ¿cómo competirá sin red de conexiones, salas vip propias o una marca consolidada? Emirates llena sus A380 con una red global que da capilaridad a la aviación intercontinental y una reputación impecable; Qatar Airways seduce con su clase business. Mientras, Global, con un solo avión y renders de cabinas que aún no existen tras 24 meses, parece más un espejismo que una amenaza.
Un sueño que necesita más que postureo
El paso de Global Airlines por Barcelona, aunque puntual, me permite hablar claro: la aviación merece soluciones serias, no experimentos de influencers. La financiación de Global es un enigma: Asquith menciona su fortuna y a “inversores externos” sin detalles, mientras su plataforma Holiday Swap no inspira confianza para un proyecto de esta escala. La llamada “alianza” con Knighthood Global, liderada por James Hogan, ex-CEO de Etihad, aporta algo de peso, (aunque en realidad es consultoría) y Hogan también conoce las trampas del A380.
Asquith merece un aplauso por su descaro, pero la línea entre audacia y arrogancia es fina. La aviación no se conquista con críticas altaneras en X ni con promesas de bares voladores. Por ahora, Global Airlines es más un A380 de la vanidad que una realidad en los cielos. Ojalá me equivoque, pero esto tiene todos los mimbres de un Fyre Festival con alas: un espectáculo de promesas grandilocuentes que, sin cimientos sólidos, parece destinado a quedarse en humo. Insisto: ojalá me equivoque, pero el cielo no se alcanza con postureo y soberbia.