Por motivos en los que mi último psiquiatra y yo decidimos no indagar y es una lástima, una de mis aficiones preferidas es visitar grandes perfumerías de ciudades que no son la mía para hacerme el que sé mucho ante las dependientas. Con este ánimo acudí el pasado miércoles a L’Artisan Parfumeur de Madrid, calle Fernando VI.
L’Artisan Parfumeur es un editor de perfumes: una marca que encarga perfumes a los mejores perfumistas del mundo, entre los que están mis dos más queridos, Jean-Claude Ellena y Olivia Giacobetti. Entré en la tienda, muy bien puesta, y me atendió una chica menuda, vestida de negro y visiblemente afectada por la alergia primaveral. Moderé mi despliegue inicial porque vi que lo estaba pasando mal, pero empecé a decir cosas y ella no sólo sabía de lo que le estaba hablando sino que me corregía y ampliaba las explicaciones, de un modo que al principio me resultó muy irritante y molesto, porque no soporto que en mis cosas alguien sepa más que yo, pero pasados unos minutos -pocos- no tuve más remedio que rendirme a la evidencia de su superioridad. Me dejé llevar, aprendí, disfruté mucho de mi estancia en la tienda y compré un perfume -Fou d’Absinthe, de Olivia Giacobetti- que ni recordaba que existía y que ahora adoro haber recuperado.
La chica, menuda, sabia, alegre, tan comprometida con la empresa, se llama Carol Rodríguez. Me dio apuro preguntarle el nombre pero al final lo supe por el whatsapp corporativo a través del que la casa te mantiene al tanto de las novedades. No es frecuente encontrarse con una vendedora tan preparada, tan competente. Hay muchas definiciones de inteligencia pero la que más me gusta es la capacidad de poner en relación las cosas que uno sabe. En esta perfumería hay muchos nombres de perfumistas, de plantas, de coolecciones, muchas fechas concretas en que algunas de las más icónicas fragancias fueron lanzadas. Carol lo sabía todo, y todo era capaz de incorporarlo a la conversación sin pedantería, sin alardear, sirviendo al cliente en su ignorancia, poniendo todos sus conocimientos a mi servicio. Y con la máxima eficacia, porque compré cuando no tenía previsto hacerlo, y me devolvió al entusiasmo por la marca, a la que en los últimos tiempos había dejado algo aparcada. Nunca está de más que una casa te pide sobre los 200 euros por un perfume, sea excelente en todo lo que te ofrece. También Carol.
Joyas como ella hay que tenerlas localizadas, en general, porque aunque la alta perfumería es su pasión, cualquier tema que se estudie podrá desarrollarlo con total competencia y profundidad a través de su actitud y carácter, y de su calidad personal, para llevar cualquier asunto del que se ocupe a un nivel superior. Estas son las personas que merecen la pena. Por ellas es que merece pagar lo que te pidan y que L’Artisan Parfumeur la tenga en Madrid es más importante que la bonita presentación de la tienda o lo que puedan gastar en marketing. Los buenos empresarios son los que saben cuidar de sus grandes trabajadores y aunque todo ha de guardar la proporción del negocio que genera, y lo primero que tiene que ser una empresa es realista, racanear a Carol es un insulto al capitalismo de verdad, en el que los mejores tienen siempre que prosperar.
L’Artisan Parfumeur ha ido creando y descatalogando, a lo largo del tiempo, perfumes que han sido los más memorables de cada época. Joyas como Navegar, Dzing, Tea for Two o Mimosa pour moi han quedado por el camino, y conociendo a la casa, es difícil que los recupere. Otros clásicos han perdurado, afortunadamente, como es el caso de La chasse aux papillons, Passage d’Enfer, Voleur de Roses o Timbuktú; y entre lo más novedoso y destacado está la secuencia vegetal -“potager”- del perfumista Quentin Bisch, con Cédrat Céruse -cedro, hinojo y pimienta rosa- y Vétiver Écarlate -sorprendente y mágico acorde de remolacha- como fragancias más conseguidas.
Por mínima que sea la sensibilidad ya no olfativa sino simplemente artística de uno que tenga unas horas libres en Madrid es fundamental acudir a esta tienda y escuchar las detalladas, fundamentadas y nada afectadas explicaciones de Carol Rodríguez. Además de escucharla, es importante asistir al emocionante, moderno, insólito espectáculo del dominio total de la escena que tienen los que entienden qué significa hacer bien su trabajo.