ÚLTIMOS DÍAS para inscribirse en el FORBES 30 UNDER 30, el mayor festival de talento joven del mundo
Opinión Eugenio Mallol

Números aleatorios y el ‘hype’ de la cuántica

La computación cuántica podría haber encontrado una de sus primeras aplicaciones reales a gran escala: la generación de números aleatorios, pero a un mercado saturado de IA le basta con la expectativa para crear un nuevo ‘hype’.

Escapar del orden y de la necesidad es mucho más difícil de lo que uno pensaría. De ello va a depender, no obstante, nuestra seguridad en el futuro. El ser humano lleva cientos de años tratando de atrapar la aleatoriedad. Mads Haahr sorprendió al dependiente de una tienda de electrodomésticos de Berkeley en 1997 al pedirle el aparato de radio más barato que tuviera. Compró por 10 dólares un receptor de Radio Shack convencido de que su forma de captar el ruido atmosférico le proporcionaría la “elegante” entropía necesaria para generar números aleatorios. Así nació la compañía Random.org del  hoy profesor del Trinity College de Dublin.

Random.org vende aleatoriedad a empresas de juegos de azar y apuestas, generación de dibujos, sorteos, registros públicos, improvisación para guitarras jazz y, por supuesto, ciberseguridad. El ruido estático de la radio barata adquirida por Haahr forma parte del amplio elenco de fuentes externas que ha explorado el sector tecnológico para obtener números supuestamente imposibles de predecir y, por tanto, de descifrar. Se han utilizado también desde mediciones de tormentas eléctricas o gotas de lluvia sobre el vidrio o ríos de lava para el mismo propósito. Pero la clave para distinguirse hoy en el mercado es añadir, a la aleatoriedad, inmediatez y eso complica las cosas.

De hecho, en la era digital resulta imposible lograr la aleatoriedad certificada únicamente mediante computación clásica. Aquí es donde una investigación reciente asegura haber dado con la solución definitiva. Ha conseguido generar bits certificablemente aleatorios usando el ordenador cuántico de iones atrapados H2-1 de 56 cúbits de la empresa Quantinuum al que se accede a través de Internet. El equipo liderado por científicos de JP Morgan Chase (sí, el banco), el Laboratorio Nacional Argonne y la Universidad de Chicago lo consideran “un avance hacia la aplicabilidad práctica de las computadoras cuánticas actuales”.

Esto último es más importante de lo que parece. En los últimos años, numerosos resultados teóricos han demostrado que los ordenadores cuánticos tienen el potencial de abordar una amplia gama de problemas fuera del alcance de las técnicas clásicas: desde la factorización de números enteros grandes a la resolución implícita de sistemas de ecuaciones lineales de tamaño exponencial, la optimización de problemas intratables, el aprendizaje de ciertas funciones y la simulación de grandes sistemas cuánticos de muchos cuerpos.

Sin embargo, el volumen de recursos que exigen los algoritmos cuánticos conocidos para solucionar estos problemas “los colocan muy fuera del alcance de los dispositivos cuánticos a corto plazo”, añaden. Es difícil saber si existe alguna aplicación práctica a la que se puedan dedicar en realidad a gran escala, más allá de experimentos teóricos. A tenor de sus palabras, podemos concluir que ellos creen haber encontrado al menos una.

La voracidad de hypes del sector tecnológico es de tal magnitud que, no contento con haber colapsado las cañerías de todos los medios de comunicación y los escenarios de todos los grandes eventos, a lo largo del último año, con una interminable batería de variantes de inteligencia artificial (IA), ahora empieza a coquetear con la computación cuántica.

El español Alejandro López Bezanilla, investigador de Los Alamos National Laboratory, ha sido uno de los ponentes estrella en la reciente edición del festival South by South West (SXSW), donde ha podido hablar de “las herramientas cuánticas que impulsan los descubrimientos”. Ha pedido paciencia en la carrera de los materiales. ¿Y cuál ha sido el tema elegido para la entrevista al CEO de IBM Arvind Krishna? Este: “De la ciencia ficción a la sociedad: la próxima era de la IA y la computación cuántica”.

Comenzamos el año sobresaltados con la IA generativa de DeepSeek, disponible ya como un modelo sin servidor completamente administrado en Amazon Bedrock (¡lo rápido que se convierte la revolución en mainstream!). No tardaron en aparecer en los grandes centros de conocimiento norteamericanos modelos de razonamiento 32B, entrenados por apenas seis dólares, para tranquilizar conciencias. Tan pronto como Microsoft proclamó que había conseguido, después de 17 años de trabajo, lo que a los científicos les parecía imposible: la computación cuántica topográfica, investigadores chinos publicaban nada menos que en Physical Review Journals que su procesador Zuchongzhi 3.0 de 105 qubits supera en seis órdenes de magnitud al de Google.

Esta vez, sin embargo, el hype está mucho más cerca de la algoritmia que del hardware. Todas las grandes compañías en España están protegiéndose para el día en que se alcance la llamada supremacía cuántica y alguien pueda desactivar la tecnología con la que se ha cifrado hasta ahora toda la economía. Pero el camino hacia un ordenador cuántico real, capaz de operar de forma convencional y de expandirse a escala, es todavía muy largo.

He estado muchas veces tentado de publicar el contenido íntegro de mi conversación acerca de los materiales superconductores que necesita la computación cuántica con el físico español Pablo Jarillo-Herrero, director del laboratorio que lleva su nombre en el MIT. Es el mejor antídoto contra el hype, pero tampoco toca hoy. Un resumen del momento actual, y que me perdone el maestro por la simplificación, vendría a ser el siguiente: aún no existe una teoría definitiva que explique por qué el emparejamiento de electrones (clave para la superconductividad) es tan alto en los materiales superconductores no convencionales.

Los convencionales, como el aluminio, se rigen por la teoría BCS, pero para el resto, que podrían ser los más interesantes desde el punto de vista de la explotación comercial, sencillamente no hay nada incuestionado desde el punto de vista científico. Se han planteado casi una treintena de teorías posibles para explicar el emparejamiento de electrones, de modo que queda mucho tiempo por delante todavía hasta que se despeje la definitiva. Una vez la ciencia básica resuelva el enigma, podrá aplicar ese conocimiento al diseño de nuevos materiales; a continuación, le llegará la hora a los ingenieros para pensar en aplicaciones; y, más adelante, aparecerán los encargados de llevar sus hallazgos al mercado. Esa es la realidad de la computación cuántica hoy.

No deja de resultar una bella paradoja que uno de los sectores que más denodadamente busca el orden en nuestros días sea el de la cuántica, al tiempo que una de sus aplicaciones más realistas a corto plazo sea la de producir números aleatorios. Con eso quizás nos basta, porque la ciencia y la economía, como la vida, quieren creer en la imprevisibilidad. “La acción regular del mundo no podía dominar mi alma”, escribió Wordsworth.

Artículos relacionados