Todo el mundo está hablando de Joan Didion. La “santa secular” de EEUU, y modelo de Celine a los 80 años, marcó hasta tal punto la psique norteamericana que hubo un movimiento para que su rostro reemplazase al del Secretario del Tesoro Alexander Hamilton en los billetes de 10$.
Cuando falleció, en 2021, fue tanto el dolor popular que dejó su partida que “uno hasta podría engañarse pensando que a la gente le importan los libros o las personas que los escriben”, dijo Lili Anolik, autora de Didion & Babitz, la última de una infinita serie de biografías que tratan de encontrar nuevos ángulos para explicar que la magia de Didion no deje de crecer.
Más todavía con los incendios de California. Didion escribió algunas de sus obras seminales respecto al Golden State con los fuegos de Santa Ana como una presencia recurrente. La gente se obsesionó tanto que en Los Angeles Times se quejó de que frases de Didion como “el clima de Los Angeles es el de las catástrofes, el del Apocalipsis”, lo tapaban todo. Un efecto banal, aunque no lo hubiera sido ante sus ojos, del renovado fanatismo por la autora que trajeron los incendios es que su forma de vestir volvió a estar de moda. Pudo verse asiduamente en los llamados para la solidaridad, en las entrevistas para los canales de televisión, pero también entre la gente que tuvo que seguir con su existencia habitual de trabajo y familia aunque fuera entre las cenizas.
“Didion en California” es un look fácil de reconocer. Implica colores apagados y neutros, pero con toques inesperados de influencias prerrafaelitas y medievales en vestidos que cubren todo el cuerpo –modestos, les dirían ahora–, y grandes gafas de sol.
Se suele catalogar a Didion de “ícono accidental de la moda”. Ella encarnaba una especie de despreocupación, una forma de acercarse al mundo que estaba a la vez profundamente comprometida y también distante. Parecía decir que no sabía provocar a nadie, pero que tampoco le preocupaba lo que el resto pensara. Todo era muy deliberado. Sus primeros trabajos fueron en Vogue y sus libros prueban el poder de la ropa como una obsesión. En Didion, una faldita nunca era sólo una faldita; era un símbolo, un mensaje, una prueba de existencia.
Su libro más famoso, El año del pensamiento mágico, no transcurre en California (salvo por una serie de viajes por temas médicos) sino en Nueva York, y aborda la muerte de su marido. Fue considerado por la crítica el epítome del “take a grip and carry on”, el retomar el control y continuar con la vida.
Tiene todo el sentido del mundo que esta máxima que regía a Didion y que transmitía a través de su literatura, pero también de su ropa, sea inspiradora después de una tragedia como los incendios. Cualquier atisbo de control es lo que uno desesperadamente necesita, y necesita proyectar, en una situación extrema. Aunque por dentro todo tipo de pensamiento mágico esté destruyendo la racionalidad que hace falta para reanudar el camino.
Esto lo sé de manera personal. Muy lejos de los fuegos californianos, en la nieve de los Andes patagónicos, mi propio marido tuvo un accidente colosal. Didion fue una especie de guía sobre cómo manejarme con el simbolismo de lo cotidiano, incluido el poder de la ropa. Estaba presente cada vez que me ponía una camisa con diseño asimétrico interesante para ir a la UTI, cada vez que apagaba mis propios incendios cotidianos e intentaba seguir con la vida. Cuando veo a los angelinos obsesionados con ella me siento hermanada. Quizá esa sea la magia de la buena literatura.
A tres años del fallecimiento de Didion, ella todavía deja claro que uno puede seguir “engañándose que a la gente le importan los libros o las personas que los escriben”. Ojalá sea por muchos años más.
*Juana Libedinsky escribe sobre Nueva York para La Nación (Argentina) y El País (Uruguay). Cuesta Abajo es su último libro.