Opinión Eugenio Mallol

IA vs. estómago, ¿cuál es la ventaja de ser persona?

Estamos en una transición laboral histórica y en el camino hacia la economía de lo intangible se hacen extraños compañeros de viaje, dos directivos de Jobs For Future ayudan a encontrar algo de sentido.

La batalla por la productividad de las economías, en plena revolución de la inteligencia artificial, en un patio geopolítico global desbocado tras la irrupción de Donald Trump y con el imperativo de la sostenibilidad de por medio, da lugar a extraños compañeros de viaje. Daniel Mawson, advisor económico del Departamento de Negocios y Comercio de Reino Unido, vinculaba en un evento reciente organizado por la OCDE la productividad de los trabajadores a la contaminación del aire.

Entre 2000 y 2022, se habría demostrado, asegura, que un aumento de la concentración en la atmósfera de partículas con un diámetro inferior a 2,5 micrómetros reduce en Europa la aportación de cada empleado al valor agregado bruto (VAB) en un 0,55%. Pero, como resulta que ha sucedido al revés, Mawson vincula el 20% del crecimiento de la productividad laboral a la reducción de la contaminación del aire. Habrá que seguir este asunto.

El 23% de los empleos habrán cambiado en 2027, según el Foro Económico Mundial (WEF), con 69 millones de nuevos puestos de trabajo y 83 millones de puestos existentes desplazados. Richard Samans, director de investigación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aseguró en el mismo foro que esto representa una transición laboral histórica, impulsada por las nuevas tecnologías.

Jonathan Haskel, de la Imperial College Business School, lo explicó diciendo que asistimos a una reasignación de la mano de obra y no en todos los países, sectores y empresas concretas eso se va a traducir en un incremento de la productividad. En su opinión, lo que va a marcar los próximos años es el movimiento hacia una economía intangible.

Eso sí, cada cual interpreta dónde está el valor de lo intangible a su modo. La cadena de supermercados norteamericana Walmart está aprovechando los avances en realidad virtual para preparar a sus empleados de las tiendas en caso de tiroteo. Los trabajadores dicen que es como memoria muscular, cuando la cosa se pone seria, gracias al entrenamiento, simplemente no tienen que pararse y pensar. Nada más productivo que salvar la vida de la plantilla, claro.

La IA permitirá crear escenarios y personalizarlos rápidamente de forma mucho más eficaz. La Khan Academy es una organización con más de 20 años de experiencia impulsando el mundo de la educación, desarrolló con Intel un chatbot capaz de aprender del alumno, de entender quién es, para ayudarle a pensar en la solución a un problema, en lugar de darle la respuesta.

Converso con Alex Swartsel y Brian Gonzalez, la directora general de Insigths de los JFFLabs de Jobs For Future y el ejecutivo residente de la misma organización y ex director global de formación de Intel. Jobs For Future es una organización sin ánimo de lucro con sede en Boston que colabora desde hace 40 años con instituciones educativas, autoridades locales, comunidades y empresas. Swartsel captó mi atención a raíz de su intervención en el CES de Las Vegas, en un debate sobre cómo aumentar a los trabajadores.

“Los sistemas de IA generativa pueden simular la interacción humana, a veces incluso mejor que un humano. Un bot tiene un mejor pensamiento lateral alimentado que un médico. La pregunta es: si nos centramos en lo competitivo, ¿cuál es realmente la ventaja de ser una persona? Cuanto más podamos entender la dinámica humana, cómo podemos colaborar de manera más efectiva y cuál es la ventaja competitiva de un ser humano, más podremos mejorarla”, me dice Swartsel.

“Cuanto más aprendía sobre tecnología en Intel, más veía que la variable clave fundamental será cómo puede usarla la gente”, afirma Brian Gonzalez. “El elemento humano es el eslabón crítico para crear la IA y tener éxito. No lo va a resolver alguien en Silicon Valley, hace falta no solo alfabetización digital, sino también preparación digital sobre cómo aplicar la tecnología”.

La próxima gran innovación, según Brian González, vendrá posiblemente de la aplicación de la tecnología “en los sectores pequeños que pueden expandirse más rápidamente: las pequeñas y medianas empresas. En términos de asequibilidad y accesibilidad de la tecnología vamos bastante bien, la nueva brecha digital no es si tenemos un dispositivo o no, sino qué hacemos con él”.

Entre el lanzamiento de ChatGPT en diciembre de 2022 y diciembre del año pasado, el número de ofertas de trabajo que piden habilidades de IA se ha duplicado, de acuerdo con las estimaciones de Jobs for Future. “La IA será tan buena como la inteligencia humana la pueda impulsar, todos tenemos que analizar lo que hacemos, cómo añadimos valor y cómo se podría mejorar nuestro trabajo”, concluye Brian Gonzalez.

Philippe Aghion, profesor del College de France y de la London School of Economics, vaticinaba en el mencionado foro de la OCDE un crecimiento de la productividad atribuible a la inteligencia artificial de entre los 1,3 puntos porcentuales de la revolución eléctrica y los 0,8 puntos porcentuales de la revolución digital durante los próximos diez años.

Harvard Business Review ha analizado las proyecciones de empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos y ha extraído un dato sorprendente: las personas de 65 años o más representan ahora la porción de la fuerza laboral que más rápidamente crece. De hecho, «en 2032 uno de cada cuatro trabajadores estadounidenses tendrá 55 años o más, y cerca de uno de cada 10 tendrá 65 años o más».

Por muy claro que lo tenga Mawson, no parece muy sensato fiar la competitividad de nuestra economía a las mejoras en la contaminación del aire. La moraleja de este interesante debate abierto entre la academia y el mundo de la empresa, a propósito del impacto de la tecnología en el trabajo, probablemente me la haya dado la directora la Unidad de Coaching del IESE, Estíbalitz Ortiz. Dice que hay que gestionar con la cabeza, el corazón y el estómago. Las tres cosas. Y vaya, “no hay que tener miedo al estómago”.

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