Opinión Cristina Romero

El Día Internacional de Demi Moore

Prueba de que realidad y ficción siempre van de la mano ha sido el no Oscar a Demi Moore en la categoría a Mejor actriz. ‘La sustancia’ se hace real: podemos afirmar que en la Academia las prefieren jóvenes.

Demi Moore, en 'La sustancia', 2025.

Ni tengo nada en contra de Mikey Madison ni me entusiasma especialmente Demi Moore, pero que ambas –y los demás invitados del auditorio– se sentaron en las butacas del Teatro Dolby de Los Ángeles sabiendo el nombre de la ganadora de la estatuilla a Mejor actriz es algo que no admite discusión. Hasta el equipo de Armani Privé, la línea de Alta Costura de Giorgio Armani, lo sabía, que cedió a la actriz estadounidense de 62 años una de sus mejores creaciones: vestido en escote V, bordados en cristal, pliegues a la altura de la cadera y una infinita cola. La mejor opción para una oscarizada Demi Moore.

Sin embargo, no pudo ser.

Había dudas sobre para quién iría la estatuilla de Mejor actor. Si para Timothée Chamalet, que le convertiría en el actor más joven en ganar un Oscar en esa categoría, para Ralph Fiennes, el actor que habría llegado a sus 62 años sin recibir este reconocimiento, o para Adrien Brody, como finalmente fue, que le otorgaría el honor de ser el único actor en ganar el mismo número de veces que en estar nominado (ya lo hizo hace 22 años con El pianista). Tampoco se sabía si el Oscar a Mejor película iría para The Brutalist o Anora. O si sería posible que Kieran Culkin consiguiera ganar a Mejor actor de reparto con una película que no estuviera nominada a Mejor película. Pero de lo que no había dudas es de que la noche del 2 al 3 de marzo sería recordada por ver a Demi Moore recoger un Oscar que, muy probablemente, debería haberle llegado mucho tiempo atrás.

77 películas después, era la primera vez que Demi Moore acudía a los Premios Oscar en calidad de nominada y, casi, como esperada ganadora. Ya era hora. Su momento había llegado. Lo decían las redes sociales, lo decían todos esos premios previos que una vez nos vendieron como antesalas de los Oscar, lo decían los expertos del séptimo arte, lo decía el marketing y, de alguna manera, lo sentenció Karla Sofía Gascón cuando se retiró de la carrera por la estatuilla por su tan desafortunada como desmesurada actividad en X unos meses antes de la gala. Todas estas premisas daban como justa ganadora a la actriz nacida en Nuevo México hace 62 años.

Y remarco su edad porque desde que La sustancia, la película de Coralie Fargeat que parecía haber sido ideada para darle el tan esperado Oscar a Moore, llegó a nuestras vidas, nos convencimos de que la Academia de Hollywood entendería el mensaje que escondía: una crítica a la industria del entretenimiento que alaba la belleza y la juventud y castiga la edad. Una oportunidad de oro para demostrar que a los 62 años una mujer está en su mejor momento y que la belleza no entiende de eso que llamamos ‘paso del tiempo’. Demi Moore lo está. Bien y bella. Nos lo ha contado ella misma en las numerosas intervenciones que ha hecho durante esta carrera al no Oscar. «Con esta película que trata de la vejez, también es un reflejo de que los tiempos han cambiado para las mujeres, que hay mucho más ahí fuera, que hay mucha más diversidad», confesaba a Vanity Fair en noviembre de 2024.

Para quien no haya visto la película, un pequeño resumen: ambientada en Los Ángeles, en una versión ¿deformada? de Hollywood –ahora tengo mis dudas–, la actriz interpreta a Elisabeth, una estrella del cine en decadencia que toma medidas extremas, una sustancia, para recuperar su mejor versión, es decir, la versión joven y guapa que una vez fue, encarnada por su compañera de reparto, Margaret Qualley, en el papel de Sue.

Acostumbrados a que realidad y ficción se den la mano, no ha sido la coprotagonista de la cinta quien le ha arrebatado el momento estelar a Demi Moore –quien, por cierto, no estaba ni nominada a estos premios–, sino Mikey Madison, la actriz de 25 años, joven y guapa, de Anora. Hasta ella se ha ido la que parecía ser la estatuilla menos sorpresiva de la noche, dejando en evidencia que ese Hollywood que retrata la directora de La sustancia en la ficción no está tan alejado de su ADN en la realidad.

La película concebida para luchar contra el edadismo, cuya guerra parecía ganada con una Demi Moore vestida para subir al escenario a recoger su premio, ha sido aplastada por otra cuya actriz protagonista simboliza el enemigo a batir en La sustancia. Moore parecía la favorita por un discurso de película compartido por la crítica, pero ha terminado perdiendo frente a una actriz más joven.

No hace falta contar el chiste porque se cuenta solo.

Así que a quienes aceptamos el resultado pero no lo compartimos, sólo nos que recordar esta fatídica noche como el Día Internacional de Demi Moore, por única responsabilidad de un Hollywood que, a pesar de las ovaciones y de hacernos creer que estaba terminando con sus clichés sobre la belleza de una vez por todas, no ha entendido nada: en la Academia las siguen prefiriendo jóvenes.

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