Este fin de semana me llamó la atención el toldo de un local comercial. Bajo un nombre y un logo muy logrados se indicaba algo simpático: ‘Since 2019’. Al leerlo pensé que quizá era un poco pretencioso lucir una veteranía de tan solo cinco años. Inmediatamente pensé en lo que debió suponer abrir un negocio y al cabo de unos meses vivir una pandemia mundial y sus consecuencias, con sus altibajos e incertidumbres poco deseadas. Vamos, que, en cinco años de historia, esta empresa creada en 2019 ya ha vivido quizá mas que empresas que duraron dos o tres décadas en otros periodos.
También durante este primer fin de semana de marzo de 2025, Delta Airlines celebra un hito que pocas empresas alcanzan: 100 años de existencia. Llegar a centenarias es un privilegio de pocas. Pienso en la neerlandesa KLM y en la colombiana Avianca. También en Iberia, que en dos años llegará a un siglo de edad.
Estas compañías aéreas son excepciones, aunque en general tener 100 años como sociedad pasa muy poco cualquier sector. Solo entre el 0,1% y el 0,01% de las compañías globales llegan a este umbral, y Delta lo ha hecho con una historia muy chula. Pasó de fumigar campos de algodón en Georgia con pequeños biplanos a operar hoy una media de 5.400 vuelos diarios, tener una red de 325 destinos en 52 países y tener una flota de un millar de aviones. Como me puede la curiosidad, busqué si es la aerolínea con más flota y me lie con datos: resulta que tanto Delta como sus directas competidoras United y American Airlines, tienen alrededor de 1.000 aviones cada una, ‘jet arriba, jet abajo’.
El centenario, que se celebra a lo largo de 2025, destaca por la pintura de aviones que lucen decoraciones especiales, anuncios, campañas, eventos… aunque este centenario es quizá más que una efeméride; en el caso de Delta, presente en España desde 1992 (hasta entonces su presencia en Europa en general era bastante limitada) de cómo una empresa puede modernizarse sin traicionar sus raíces, innovar sin ser demasiado trendy y prosperar frente a retos aeropolíticos, técnicos y medioambientales monumentales. Tener mil aviones no es una broma.

Aerolínea Legacy
Delta es un nombre que inspira respeto. En una industria donde el modelo de bajo coste ha seducido a muchos, recortando servicios para abaratar tarifas, Delta ha mantenido su apuesta por el estilo legacy mejorando lo bueno de la casa: recuerdo que hace unos años viajé a Atlanta para ver las cabinas Delta One con camas planas. Las aerolíneas americanas habían perdido comba en las llamadas ‘clases nobles’ con la irrupción de las del Golfo Pérsico (incluso hubo una guerra comercial abierta por subsidios públicos en el golfo) se mejoró con mucho una hospitalidad que se había banalizado y se siguió apostando una red global con Atlanta, una capital, en principio no tan importante (si, es la ciudad de la Coca Cola y la CNN) como núcleo y Hub de su red.
Estados Unidos es muy dado a los ‘hall of fame’. Atlanta no es una excepción. Allí está el Georgia Aviation Hall of Fame, un museo fundado a finales de los 80 en el que además de exhibirse unas 80 aeronaves, se rinde homenaje a los grandes nombres aeronáuticos de ese estado.

Una de las figuras destacadas allí es Collett Everman Woolman, C.E. Woolman o simplemente Woody, el creador de los servicios de fumigación e impulsor de los servicios de correo aéreo y transporte de pasajeros. En un mundo donde la narrativa es importante, Woolman fue pionero no solo en volar sino en entender lo que suponía elegir viajar por los cielos para sus pasajeros. Fue el padre de la frase ‘servicio y hospitalidad desde el corazón’, y aunque quizá suene algo antigua, en la compañía actual quieren que esto siga vivo.
El storytelling es muy importante en esa aerolínea de Georgia, aunque no se quedan en eso. En los últimos tres años, el Wall Street Journal la ha nombrado la mejor aerolínea de EE. UU. y Condé Nast Traveler también la tiene en un altarcito por las encuestas de satisfacción al cliente.

Hay cosas que van más allá del marketing o de la narrativa. La última vez que fui a Atlanta, el interés aeronáutico me llevó al museo Delta, junto al aeropuerto. En uno de los hangares está en exhibición un veterano Boeing 767 bautizado como ‘Spirit of Delta’. Tirando de su historia, me sorprendió que el bimotor no era un avión más retirado de servicio. Se conserva porque en 1982, cuando la aviación comercial pasaba un mal momento en Estados Unidos, hubo un hachazo general en las plantillas de muchas aerolíneas. La de Atlanta lo evitó e incluso subió salarios. Una parte de la plantilla, 7.000 empleados, quisieron tener un gesto con esta acción y recaudaron 30 millones de dólares para comprar el primer Boeing 767 de la compañía, que se conserva simbólicamente en la capital de Georgia.
Cosas de ser muy grande
Es un centenario y se ha de hablar de lo bueno, aunque el gigantismo impone límites. Esta aerolínea ha llegado a los 100.000 empleados y tiene un impacto económico que convierte al Hartsfield-Jackson en el aeropuerto más transitado del mundo. Todo va bien, pero ahora mismo Delta enfrenta la paradoja de crecer en un planeta finito y tiene que tomarse en serio la sostenibilidad. No es opcional.

No sé si cumplirá su meta de emisiones netas cero para 2050. De momento, con inversiones en combustibles alternativos y consiguiendo flotas más eficientes (actualmente conviven varias generaciones de aeronaves con sus colores), demuestra que encara lo ambiental más allá de las declaraciones. No se puede crecer infinitamente, y Delta lo sabe.
Hubo algo audaz y sorprendente para una aerolínea: en 2012 compró una refinería para controlar costos de combustible y diría que eso fue un guiño a innovar dentro de los márgenes posibles. Veremos, es todo un tema.
En fin, que hablamos de un siglo de aviación, ni más ni menos. Esta aerolínea sobrevivió la Gran Depresión, todas las guerras de estos 100 años y el 11-S. Salió de la bancarrota en 2007 y también de la pandemia, etapa en que adaptó aviones para llevar vacunas. Su fusión con Northwest en 2008 le hizo poner el segundo pie en Europa multiplicando su presencia en Países Bajos y Reino Unido.
Hoy, además de tener ya 100 años y unos días, vuela un montón. He hecho una parada mientras escribía esto. He minimizado el texto y en la misma pantalla he abierto la aplicación FlightRadar 24. En el momento que escribo esto, hay 333 aviones con su código de vuelo en el aire. Y es que si sumamos la flota propia con la de sus filiales regionales ya nos vamos a 1.295 aparatos de todos los tamaños: desde reactores regionales a gigantes intercontinentales. Y todo, porque hoy les quería hablar de una de esas empresas que suponen un 0,1%: felicidades por un siglo en el aire, Delta.
