Salvador Carrasco es lo que Nobu te da a veces: un director alegre, vital, que domina el oficio y entiende el propósito último de hacer feliz a los clientes. La ventaja de una gran compañía de Nobu es que forja a sus talentos con tiempo y paciencia y distintos emplazamientos que dan experiencia y lucidez a los que tienen ganas de aprender.
Salvador dio sus primeros pasos como profesional en Londres. Aprendió en Aqua, Sushisamba y The Araki; y se coronó, ya como manager, en el Annabel ‘s. Tuvo a buenos maestros y curiosidad y ganas de saber, se esforzó en un oficio duro y no le importó trabajar todas las horas que fueron necesarias. Como buen malagueño lo hizo siempre con buen humor y con nobleza, y el recuerdo que ha dejado en todas las empresas por las que ha pasado ha sido el de la satisfacción de haberlo tenido y la pena por la que se marchara. A todas podría volver, de hecho estarían encantadas de contar con él de nuevo en un mundo post Bulli y post Ferran Adrià en que comer bien es una nostalgia y el verdadero reto es un servicio a la vez profesional y que logre elevar la experiencia del cliente.
Si como manager de Annabel’s confirmó su trayectoria, en Nobu Dubai fue contratado como maestro de ceremonia para la apertura. Abrir un Nobu y abrirlo en Asia es siempre complicado y la compañía agradeció enormemente poder contar con un líder como Salvador, conocedor de la casa como cliente y con capacidad de dar respuestas flexibles e inteligentes que ayudaran a la marca a caer bien en la ciudad y en la cultura en la que se instalaba.
Consolidado Nobu en Dubai, Barcelona fue su siguiente destino. Se encontró un restaurante bien trabajado y cuidado pero al que le faltaba una marcha y se la dio con su vigor y su calidad. Unió al equipo profesional trabajando sin descanso y con amabilidad, demostrando que no hay objetivos imposibles si se persiguen con tenacidad. Entendió a los clientes locales, tan reacios a veces a las cocinas exóticas y más de precio elevado.
Su inquietud profesional, sus ganas de aprender y su deseo de siempre de trabajar en los Estados Unidos le llevaron a tomar la dolorosa decisión de dejar Nobu y Barcelona. En el restaurante sus compañeros, y la dirección del hotel, lamentaron profundamente su marcha. Sus míticas expresiones -“seis toros seis”, para referirse a algo extraordinario; o llamar “pelotazo” al gintónic, y “cargar el pelotazo” a ponerle la tónica- serán para siempre recordadas.
Ahora en el Sexy Fish de Miami, feliz por fin de poder realizar su sueño americano, está ayudando a crecer al ritmo vertiginoso de la que sin duda es en la actualidad la ciudad más prometedora de América.
Salvador es un lujo para cualquier empresa. Pocos profesionales hay en el mundo con su capacidad para velar por los intereses corporativos y el bienestar de sus clientes. No sólo resuelve los problemas concretos del día a día sino que crea escuela y forma a los jóvenes talentos. En un mundo en que la manera de servir define la cortesía de una ciudad y de un país, y en un negocio como la restauración, estratégico en la economía de cualquier país civilizado, tener a alguien como él no es sólo una ventaja comercial sino una estructura de Estado.