Lo que tantas veces nos ha servido en España para insultar a nuestros empresarios tuvo su boyante escenificación en la toma de posesión del presidente Trump. Ahí estaban los empresarios que tanto se habían significado en su contra, en perfecta formación, en la gozosa jura de palacio. Por lo mismo y tantas veces hemos despreciado por ejemplo a Javier Godó, conde de Godó y editor de La Vanguardia, y más recientemente a Isidro Fainé, presidente de la Fundación La Caixa.
Exigir revoluciones políticas a los empresarios es estar perdido en el mapa. Los empresarios tienen no sólo el derecho sino el deber de trabajar con el Gobierno, que es trabajar con el país y con su creación de riqueza. Los empresarios no son tertulianos, y por supuesto pueden tener sus opiniones políticas, pero en su intimidad, porque en la esfera profesional lo que se espera de ellos no es su opinión sino su visión y su capacidad de llevarla a cabo.
La aceptación de la realidad y el pragmatismo es el deber de los empresarios. El deber de los periodistas, cantantes, escritores, es otro. Un empresario con convicciones políticas es un mal empresario. Ya no digamos un empresario con “fuertes” -como suele decirse- convicciones políticas. Estos empresarios contradicen su esencia y no entienden cómo funcionan las sociedades avanzadas.
Cuando dentro de cuatro años un presidente distinto jure el cargo, ahí estarán los mismos empresarios. Y dentro de la democracia, harán lo que puedan para el crecimiento de sus empresas, tal como los distintos presidentes estiran la democracia dentro de los límites que los empresarios y la economía les dejan. Y gracias a Dios que es así, porque es nuestra principal garantía para no convertirnos en repúblicas oligárquicas o bananeras, que viene a ser lo mismo. Hay un equilibrio y este equilibrio es siempre mejorable pero nunca prescindible.
Una sociedad madura exige lo que ha de exigir a quien lo ha de exigir y cuando se confunde no sólo hace el ridículo sino que blanquea toda clase de abusos. Los empresarios son estructurales, como el Gobierno. Cambia el color político, cambian la orientación y el mercado de las empresas. Pero ambos en ellos mismos son los pilares del sistema y ponerlos en contradicción es lo mismo que poner una bomba en los cimientos para sabotear el edificio.
Hay que decir que Javier Godó e Isidro Fainé nunca se han posicionado en público de manera tan estridente como Bezos o Tim Cook, de modo que se han ahorrado estampas tan elocuentes como las que sirven de grasa en este artículo.