“Dale alegría a tu cuerpo Macarena, ey, Macarena”. El estribillo que nadie puede ignorar retumba la pista de hockey sobre hielo de Davos Platz, la estación previa a Davos, capital del capitalismo mundial estos días. Los helicópteros ya han llegado, lo hacen como en la secuencia de Apocalipsis Now, en manada. Faltan 24 horas para el comienzo del WEF (nadie se refiere al World Economic Forum con todas sus letras, es demasiado largo). Lo que sobrevuela es la marcha de José María Álvarez Pallete de la que si WhatsApp midiese las conversaciones podría ser “trendic topic”. Pallete ha sido un habitual en Davos y parece que ahora vendrá -no este año- a disfrutar de las excelentes pistas de esquí de los Khlosters, el pueblo de más abajo, en el cantón de los gritones. Entre esquiar y reunirse yo le aconsejo esquiar, sin duda.
El promenade, la calle principal de Davos, engalana sus edificios hasta el último minuto. Decenas de trabajadores despliegan sus vinilos. Los 11.000 habitantes del pueblo o se han largado -como uno se larga de Madrid en agosto, o de Sevilla en la feria- o se atrincheran. Todos han sacado tajada. Los precios se multiplican por 1.000 y si te gustaba jugar al “Precio Justo” hay apartamentos por los que pueden pedir hasta 36.000 la noche. Está claro que esas tarifas son solo para pringados. Los alojamientos buenos están repartidos por la organización del World Economic Forum y sus socios. Ser socio del WEF puede llegar a costarte 250.000 dólares en función de la facturación de tu compañía, y de lo que les intereses que estés aquí.
“Es un evento privado”, me contó Hanspeter Mock, embajador de Suiza en España esta semana en Forbes House. El embajador pronto anunciará nuevo destino. Mi garganta profunda me cuenta que su sustituto será un buen embajador. “Estamos orgullosos del WEF y de tenerlo en el país, pero tiene una línea editorial propia que no necesariamente coincide con la política de Suiza”. Está muy claro que en ocasiones se puede olvidar. Davos es un negocio privado. Lo que se organiza aquí no es un foro suizo es una cumbre que transcurre en Suiza.
Las incógnitas de este año son parecidas a las de años anteriores: ¿Volverán los rusos? ¿Pasarán de venir los chinos? ¿Europa seguirá a la búsqueda de su papel? Y la que a mí más me interesa, ¿Es razonable crecer siempre? Todo se irá resolviendo, conferencia a conferencia, copazo a copazo, resbalón a resbalón, fondue a fondue.
La cumbre se inauguró el mismo día que Trump tomó posesión de su cargo así que entre las nieves o se hablaba de otra cosa. Los conductores de Uber en Zurich están que trinan porque el gobierno suizo no les deja subir. “Por una carrera, de ida o de vuelta, puedo facturar 1.5000 euros”. Las televisiones norteamericanas siempre presentes aquí tuvieron que repartir su tiempo de antena entre Washington y Suiza. ¿Vendrá Trump en los próximos años a Davos? Nadie se atreve a escribirlo. Pedro Sánchez y sus ministros repiten este año y con un programa más extenso, porque saben que venir aquí a hablar te abotona el pedigrí. Mientras Sánchez, prácticamente de snowboard, luce anorak en Davos, Salvador Illa estará en Fitur.
El cariño que aún se le tiene a Isak Andic calentara las calles heladas de Davos que este año pueden llegar a -10 con facilidad. Cenamos en su honor, para recordar no tanto su imperio de moda, ni su fortuna, ni el legado familiar a sus hijos, sino lo dispuesto que estaba a prestarse a ayudar. Personalmente le estoy muy agradecido por su cercanía y cariño. Por eso, gente que le quería, banqueros, editores, periodistas, ejecutivos, trabajadores, amigos todos, brindaremos en Davos por la memoria de un gran navegante y mejor hombre. Rafael del Pino, Josep Oliu, César González Bueno (que no soltó ni pio sobre su regreso a Cataluña), Maarten Wetselaar y los plumillas claro Carlos Segovia, Ana María Pereda. Cenamos bien, pero lo mejor fue el brindis emocionante en honor de Andic.
Espero que se enteren en el stand de Tik Tok, de Uber, de Suráfrica, el de la India (que dice que se llama ahora Bharat que no es nada colonial), el minigolf sobre la nieve que están montando a esta hora, el super del Coop que te vende fruta, el portugués que te sirve en el Pot a Feu, los de ABC y los de la NBC, los del Hotel Morosiani, el restaurante Gentiana al final del Promenade. ¡Qué se enteren todos!, aunque el textil no sea la industria pujante en este Disneyland capitalista, que el progreso depende de las personas, y que necesitamos más gente como Isak Andic.