Opinión Salvador Sostres

Al final eres tú y lo que quieras vivir

He sido el mejor cliente de Ozempic, Wegovy y Mounjaro, siempre con la ilusión y la esperanza de que me sirvieran de atajo. Siempre convencido de que me permitirían no engordar sin esfuerzo, sin fuerza de voluntad. Al principio los tres me sirvieron como terapia de choque. Enseguida noté la eficacia y rápidamente bajé de peso, pero pronto me estabilicé y más temprano que tarde me acostumbré al fármaco y no es que volviera al peso inicial pero dejé de perder, me estanqué cuando ni mucho menos había alcanzado los dígitos adecuados en la báscula. No es una crítica a estas plumas. Servir, sirven. Y no engañan en su eficacia. Es más bien una crítica a mi mentalidad, y la de tantos que se encuentran en mi caso, sobre todo en estas fechas, recién pasada la Navidad y todos sus excesos.

Adelgazar o no engordar no es -todavía- una cuestión de fármacos. Dependemos todavía de nuestra voluntad y claramente nuestra voluntad no basta si has llegado a pagar 300 euros al mes por estos medicamentos. Necesitamos ayuda y no ha de avergonzarnos pedirla. Más vergüenza tendría que darnos morir demasiado jóvenes por un infarto o por un cáncer provocado por la obesidad.

La doctora Carmen Torrejón me ha visto ir y volver varias veces, en distintas fases de mi vida, de mi sueño de poder vivir sin preocuparme por lo que comía. Siempre me dice: “aquí estaré, esperándote para salvarte”. Y así ha sido siempre. También me llama “el paciente rebelde”, por las muchas veces que he intentado demostrarle que podía con trucos y sin voluntad mantenerme delgado. Naufragios. Siempre naufragios. Contra distintas rocas pero con el mismo destino trágico.

He de admitirlo, lo único que me ha quedado es volver a la Starbene -el centro médico de la doctora Torrejón- y aceptar sus directrices. A diferencia de la mayoría de las dietistas, la doctora es médico de modo que tu salud es su prioridad y huye de dietas milagrosas que puedan dañar tu organismo. Con sus conocimientos está en disposición de confeccionarte no sólo una dieta -por así decirlo- sino información que te ayude a saber qué productos o ingredientes te convienen y te perjudican, y por qué. Y además dispone de la más avanzada tecnología para ayudarte en tu proceso.

Pero al final eres tú. Con su ayuda, bajo su vigilancia de doña estricta, con su información y maquinaria, pero tú. Tú puesto ante tu vida y la responsabilidad de preservarla. Tú puesto ante tu autocontrol y el tiempo que quieras continuar siendo el padre de tus hijos. Tiene algo de dramático, es cierto, porque sobre todo a partir de una edad algunos accidentes no pueden considerarse casualidades y tienen mucho que ver con el estilo de vida.

Sentarnos en una mesa será siempre el acto fundamental de la Civilización. Sentarnos, comer, beber, hablar, levantarnos tarde. O muy tarde. Pero en algún momento tenemos que poder pactar unos límites para que sea más administrable el tiempo que nos queda. Tiene algo de dramático, como decía, y tiene otro poco de renuncia, pero la sensación es que si no renunciamos un poco y de manera controlada tal vez tengamos que renunciar del todo, sin poderlo controlar y mucho antes de lo que esperábamos.

Ni es razonable el elogio de la gordura, ni es una manera de ser, ni es “libertad” vivir en el sobrepeso o en la preobesidad, como ahora quieren llamarlo. Estar gordo, como fumar, no es un acto de libertad sino todo lo contrario: es la falta de libertad, la falta de control, la falta de fuerza lo que nos lleva a sucumbir.

Yo he tenido que volver con mi bandera blanca de rendición a la doctora Torrejón. Ella siempre sabe cómo recoger tus trozos y recomponerlos. En esta y en cualquier otra dificultad, has de creerme, pedir ayuda es lo menos humillante.

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