Banda sonora: Joan Manuel Serrat – Hoy Puede Ser un Gran Día (Especial Fin de Año Éxitos 1981 (TVE)
Película recomendada (de antes de la pandemia): “Okja”
Hace unos días finalizaba mi columna de Forbes Tú a Baku, yo a Cali. – Forbes España parafraseando al autor colombiano William Ospina: “La humanidad está necesitando una inmensa revolución de las costumbres”.
Una Conferencia de las Partes más tarde, la afirmación sigue siendo válida. Acabó la COP 29 de Bakú y, tras leer unas decenas de las miles de notas de prensa, incluida la publicada por la propia ONU, confieso que me resulta difícil concluir si el resultado fue neutro o, una vez más, negativo. El Secretario Ejecutivo de ONU Cambio Climático, Simon Stiell, en la clausura de la Cumbre, entre los protocolarios agradecimientos, reconoce que “ningún país consiguió todo lo que quería, y que los participantes se van” de la capital de Azerbaiyán “con una montaña de trabajo por hacer”.
En efecto, una revisión más calmada de los acuerdos alcanzados permite concluir que en lo relativo al compromiso, responsabilidad y aportación, los países desarrollados y las economías en transición, los incluidos en el denominado Anexo 1 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los obligados a desarrollar obligaciones de mitigación, no superan el aprobado y los esfuerzos se han demostrado insuficientes y, por si eso fuera poco, lo único positivo es la reafirmación del fin de los combustibles fósiles, pero acordado en un país… ¡que vive del petróleo!
¿Y cómo concluyó la “COP 29 de las finanzas” en materia de negociación de la financiación climática? Aquí las respuestas son más unánimes. A un año de la evaluación global de los ODS, los países industrializados han defraudado al mundo con un acuerdo de financiación débil, una cifra que la inflación asumirá y provocará que el esfuerzo financiero en pocos años se equipare al de anteriores Cumbres. La que acabó la semana pasada era la Cumbre dedicada a invertir en un planeta habitable para todos, pero puede concluirse que los logros alcanzados son insuficientes o mediocres. Incluso decepcionantes.
Para no verlo todo negro, la COP de Bakú, al menos, ha asentado las bases para el desarrollo efectivo de uno de los artículos clave del Acuerdo de Paris. Un acuerdo que abre una nueva ventana de oportunidades para todos los operadores relacionados y que, aplicando las leyes de la lógica y de la razón, provocará importantes movimientos en el desarrollo de mercados de carbono donde los países, las empresas y los individuos puedan negociar los créditos de emisiones de gases de efecto invernadero.
Y ahora, ¿qué? No hay que preocuparse…. Superadas las COP de Biodiversidad y Cambio Climático, y la del G-20 de Río de Janeiro también celebrada estos días focalizada en el problema del planeta y en la que tampoco hubo grandes avances, ahora le toca el turno a Busán, Corea del Sur. Allí, sin solución de continuidad en materia de reuniones de alto nivel, se inicia una ronda final de negociaciones para alanzar un acuerdo mundial que ayude a detener la creciente contaminación plástica en los mares y en la tierra. Un tratado, jurídicamente vinculante, que aborde seriamente el perjuicio causado por los plásticos, en todos sus formatos, durante todos sus ciclos de vida, y con especial atención a los de un solo uso.
Una terrible realidad, que causa estragos en el medio ambiente y, en consecuencia, en la salud humana. Una “plastisfera” tan extendida que se ha detectado residuos y microplásticos hasta en las nubes, en las fosas oceánicas más profundas y en prácticamente todas las partes del cuerpo humano, incluido el cerebro y la leche materna.
Pero, aunque todo el mundo reconoce la existencia del problema, los opiniones divergen radicalmente sobre la forma de combatirlo complicando la posibilidad de alcanzar acuerdos que gusten a todos. En Corea se discute un texto con muchas opciones, algunas puede que demasiado divergentes, en un escenario plagado de grupos de presión de la industria química y de los combustibles fósiles.
Faltan pocas horas, y aunque los esfuerzos de una gran parte de países son intensos, una vez más, dejemos a los gobiernos hablar y hablar, planificar y legislar con expertos y funcionarios (ojo, iniciativas también necesarias) y convenzámonos de que resulta igualmente urgente que llenemos nuestras agendas, las de la gente normal, promocionando conceptos, usos, conductas, y proyectos que contribuyan a cambiar la tendencia de la humanidad. Como dice el Presidente de las negociaciones, “necesitamos comidas saludables y libres de microplásticos; necesitamos aire, océanos y bosques limpios; necesitamos productos de plástico seguros y no tóxicos; necesitamos innovación, circularidad y colaboración para reemplazar los plásticos dañinos”. ¡Urge que cambiemos nuestras costumbres! Como diría Serrat, hoy puede ser un gran día.
Sobre la financiación de la eliminación de los plásticos, esperemos a la semana que viene…
*Jesús Mardomingo es abogado de largo recorrido. Defensor de la economía naranja, el color del cacao maduro, como modelo de desarrollo en el que la diversidad cultural y la creatividad son punto clave para abordar con éxito la actual transformación social y económica que el planeta demanda.