Opinión Andrés Rodríguez

París, capital de la fotografía un año más

“Un asistente de Tom Waits (74) me llamó a las cuatro de la mañana”. Sentado, pelo blanco, rotulador en mano, el fotógrafo sueco Anders Petersen (80) me cuenta cómo entró en la historia del rock con una simple instantánea. Paris Photo, la feria de foto más importante del mundo, regresó al Gran Palais.

“Hola, llamo de parte de Tom Waits. ¿Le gusta su música? Sí, conteste. Una de las fotografías de Petersen de su celebrado libro Café Lehmitz ocupa desde aquella llamada la portada del disco Rain DogsDebía ser 1985. No me acuerdo cuánto me pagaron. Ese mismo año lo conocí en Estocolmo antes del concierto”. La fotografía ha dado la vuelta al mundo y es la foto más célebre de Petersen que hoy en París presenta Napoli, un excelente trabajo fotográfico sobre la ciudad sin ley italiana. La foto no se expone hoy en la ciudad olímpica. Una cosa es firmar y otra exhibir.

“¿Te fijaste que el diseño de la portada era un homenaje a The Clash?”, me pregunta cuando ya casi doy paso al siguiente de la cola… “Claro, London Calling fue a su vez un homenaje a disco de Elvis Presley de 1956”. Me marcho feliz con mi libro firmado pensando en que Siniestro Total repitió la broma en su single doble cara B Me Pica Un Huevo.

La fotografía reina el mundo. Nadie lo duda. No importa ya si es analógica o digital. No importa que los teléfonos listos sean cámaras bobas y cada vez se corten más las llamadas. El Gran Palais que acogió el esgrima olímpico luce espléndido. En sus pasillos se cruza uno con la alicantina Cristina de Middle (49), vestida de lima, presidenta de Magnum que presentó esta semana The Collector Cooperative, un grupo de coleccionistas militantes del espíritu de la agencia.

Por los pasillos se sucedieron cuatro días de encuentros entre expositores, en la platea, editores en el piso de arriba, fotógrafos -que nunca llevan cámara-, coleccionistas (los compradores de fotografía compran el jueves, los de libros el fin de semana), y revendedores de libros autografiados.

Me llevo a Madrid varios trofeos para la biblioteca. El norteamericano Danny Lyon (82) tiene su nombre grabado en la historia del motociclismo desde que publicó The Bikers. La primera edición del libro en 1968 fue la semilla de la película Easy Rider que a su vez construyó la iconografía del motorista pandillero. Danny se aburre un poco y mientras firma libros envía SMS. En la cola solo somos hombres. “¿Ves este chico?”, me pregunta. “Este iba a mi clase en Chicago, y era motorista. Por eso lo puse en la primera página.”, me explica. “También iba a mi curso Berni Sanders, era buen tipo”. 

A la misma hora el italiano Paolo Roversi (74) firma también. El legendario fotógrafo de moda se mueve lentamente, acompañado de un bastón. “No firmo otros libros, lo siento”. En la cola hay coleccionistas que han cargado con toda su obra en libros y revistas artísticas como Egoiste, y pretenden aprovechar para mejorar su colección o para luego revender en Ebay. Roversi hoy firma un libro raro, Des Oiseaux (Las Odiseas) una serie de retratos de pájaros que no representa el leit motiv de su carrera, pero sus últimas exposiciones lo han encumbrado al olimpo de la fotografía.

La gran estrella de las firmas en Paris Photo es, un año más, el británico Martin Parr (72), que con su mezcla de color, una mirada naif que enfoca en el ridículo humano con humor, es muy querido. La cola es la más grande del festival y Martin firma un poco en automático. Firmará dos días distintos y en diferentes stands. Parr es muy prolífico y tiene como virtud ser invisible. Es como si no tuviese ego, como si el mismo fotógrafo tuviese la capacidad de pasar inadvertido, de ser invisible, y por eso pudiese camuflarse en las situaciones absurdas a las que nos tiene acostumbrados. 

Parr presenta una reedición de The Last Resort, ya editado en 1986. 

Entre los españoles, reina Cristina de Middle, gran estrella del firmamento fotográfico, que caminaba orgullosa de su puesto en Magnum y su premio Príncipe de Asturias para la agencia, por los pasillos del Palais, vestida de un verde vaporoso. También mi reconocimiento para Pancho Saula, fotógrafo, representante de fotógrafos, y propietario de Alta, la galería que desde lo alto de Andorra va cogiendo forma. Su apuesta por Ramón Massats, el año de su fallecimiento, ha sido de lo mejor de la feria. Sus dos hijos, especialmente Ramón, como su padre, disfrutaban orgullosos del reconocimiento a uno de los más grandes. Si Saula es capaz de elevar a Massats donde merece, Alta será mucho más alta. Y a mí me encantará contarlo.

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