Opinión Salvador Sostres

Cuando te pregunten para qué sirve un rey

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El Rey escuchó y abrazó. El pueblo herido y enfadado se desahogó con su monarca. Algunos dicen que no tendría que haber ido. Un rey siempre va y éste es su sentido. Un rey es y está. Su presencia no requiere de demostraciones ni adornos. Felipe VI y la reina Letizia estuvieron muy en su lugar el domingo en Paiporta. Estuvieron exactamente donde tenían que estar, escucharon los insultos, aguantaron el barro y consolaron a tantos españoles devastados. Ir es lo contrario de escaparse. Abrazar es lo contrario de pelearse. 

El Rey estuvo en Cataluña cuando la catástrofe independentista destruyó moralmente una parte del territorio nacional. Estuvo como tenía que estar y fue el punto de partida de un nuevo estado de ánimo y de la consiguiente victoria del Estado. En la Comunidad Valenciana se requería otro tipo de presencia más cálida, más cercana. Y ahí estuvo el jefe del Estado interpretando del modo más sobrio, humilde y emocionante su majestad.

Cuando te pregunten para qué sirve un rey, recuerda esta visita. Recuerda que el Rey fue a mezclarse con su pueblo aunque sabía que habría dolor y ganas de mostrarlo contra los líderes políticos que le acompañaban. Se saltó su cordón de seguridad para dar consuelo y esperanza, exponiéndose a que la ira demostrada hasta aquel instante con fango y piedras pudiera ir a más. 

Los reyes en las democracias como la nuestra no tienen el poder político que solían tener en otros tiempos. Están sometidos al Congreso y al Gobierno, y aunque no son elegidos democráticamente se rigen por principios clara e inevitablemente democráticos. Pero el poder no sólo es político, ni la autoridad, ni lo que tu figura pública es capaz de transmitir. La presencia de Felipe VI en la zona cero de la DANA fue el domingo una prueba de ello. Y los gritos se convirtieron en llanto, y las agresiones en caricias y abrazos.

Ha habido un interés sectario por difundir que los abucheos fueron para el Rey, y ha sido un interés no sólo mezquino sino fallido. Lo mejor de España en esta hora tan amarga son los voluntarios y los que por altruismo o porque es su trabajo se han jugado y se están jugando la vida en labores de rescate y recuperación. Son personas fenomenales, cuya generosidad y dedicación encarnan el deseo de un mundo mejor. Y también Felipe VI con su valentía y sentido del deber, y con su manera de estar cerca de su pueblo, haciéndose cargo de su dolor y abrazándolo.