Opinión Salvador Sostres

Dos ídolos para una generación

Foto: Getty

Nin y Giró se parecieron más; Goiri (José Ignacio Goirigolzarri) y (Jordi) Gual se han ido sin tanta guerra: existen matices y son importantes, es cierto. Pero los cuatro dibujan una línea y caen los que se extralimitan en sus aspiraciones.

Al presidente no le tembló el pulso para deshacerse del anterior (presidente) de CaixaBank, Jordi Gual, por su agenda ‘indepe’. Ahora tampoco le tiembla el pulso con Goiri, que parece que en los últimos tiempos habría mostrado demasiado afán sucesorio además de enfrentarse de un modo absurdo y estéril a Gonzalo Gortázar, que todo el mundo sabe que es la apuesta presidencial para regir los destinos de la casa.

Aviso a navegantes -incluso para los que estén en la parrilla de salida y mejor situados, también por el contexto político-: que nadie se extralimite porque lo mismo que esta semana nos ha sorprendido la decisión de Goiri, podrían en cualquier momento sorprendernos otras. A sus 82 años, el presidente continúa mandado con su mismo estilo de siempre. Los valores de la lealtad y la discreción son para él esenciales y cada cual en su respectivo cargo tendrá que valorar cómo los ha interpretado en las últimas semanas o meses. La sobreexposición mediática es contraria a la esencia de la casa. 

Lo mismo sucedió este año con el editor de La Vanguardia, de la misma edad que el Presidente. Cuando todo parecía cerrado para la organización junto a Prisa de unas notables jornadas económicas en Barcelona, se enteró de que el CEO de la otra compañía decía que era el primer paso para quedarse con la suya. El editor no tuvo reparos en cancelar las jornadas y mandar el mensaje inequívoco de que él continúa al mando y es el único que ha mantenido la propiedad de su grupo de comunicación en los últimos 125 años, que a su vez está libre de deuda y perfectamente saneado.

El presidente y el editor son dos ídolos para una generación a la que tantas veces le sobró ingeniería financiera de Harvard (y sucedáneos) y le faltó propósito y prudencia. El presidente, con su pasión por la que hoy es la primera fundación de Europa y la tercera del mundo, ha conseguido mandar y proyectar una idea muy suya de lo que es el poder y hacerlo a través de una entidad que a fin de cuentas no es suya, lo que aumenta sin duda el mérito de la proeza. El editor ha conseguido tener un periódico que es de muy largo el más influyente entre el público al que se dirige, y también ha logrado que el Gobierno entienda esta profundidad, esta importancia, y por primera vez en la historia de la democracia el periódico de referencia de La Moncloa es de Barcelona.

Dos ídolos en el último tramo pero todavía vivos, todavía activos, y con años por delante para cambiar de idea hasta en los conceptos más básicos de sus respectivas empresas. Dos líderes que todavía no han empezado a dar forma a su despedida y Goiri ha sido una dimisión y una directriz europea, pero sobre todo una manera de continuar jugando la partida.