Todo puede tener un punto de unión. Incluidas Ponta Delgada y Cracovia, dos ciudades que no pueden ser más diferentes. La primera es portuguesa, tiene menos de 70.000 habitantes y está en pleno Atlántico. Es capital de una isla y a la vez co-capital de una región autónoma y ultraperiférica de la UE. La segunda es polaca y mucho más grande: supera las 800.000 personas censadas, está al sur del país y el litoral marítimo más cercano lo tiene a unos 600 kilómetros, en Gdansk, sobre el Báltico.
Sin embargo, hay algo interesante que tienen en común: en ambos casos su aeropuerto recuerda a Karol Józef Woyjtila en su nombre. El de las Azores es el Joao Paulo II y del Voivodato de la Pequeña Polonia, Jana Pawla II. En el hipotético caso de existir vuelos regulares entre ambas ciudades, el avión viajaría del aeropuerto Juan Pablo II… al aeropuerto Juan Pablo II. El posible operador de esos enlaces sería Azores Airlines y de esa singular compañía, una de las que merece la pena conocer, les quería hablar en esta ocasión en este espacio de Forbes donde se tira del hilo rojo de la aviación.
Azores
Si un avión despega de Lisboa e inmediatamente pone rumbo oeste, tras sobrevolar el Atlántico durante 1.400 kilómetros tendrá a la vista algunas de las nueve islas de un archipiélago: Azores. Este territorio está vinculado a Portugal desde el siglo XV y la aviación llegó en 1918, con una base de hidroaviones de la US Navy en Ponta Delgada. Fue cuando Washington decidió entrar en la primera guerra mundial y enfrentarse a las llamadas ‘potencias centrales’
Remontarse a la primera guerra mundial quizá sea irse muy lejos para hablar del transporte aéreo en estas islas. El periodo de entreguerras fue trascendental para el archipiélago: su situación geográfica lo convirtió en escala de los hidroaviones que volaban entre Europa y Norteamérica. Los más conocidos y hasta glamurosos por el tipo de servicio que ofrecían y sus viajeros de bolsillo muy acomodado, fueron los Clipper de la Pan American, que entre 1937 y 1944 volaron desde Nueva York a Marsella y también a Londres. En todos los vuelos y en ambos sentidos también pasaban por Lisboa.
En aquel periodo en el que los pasajeros de la Pan Am desembarcaban en un territorio poco conocido mientras el avión repostaba y se limpiaba, varios personajes locales empezaron a dar vueltas a la idea de que sus islas también pudieran estar unidas entre si de una manera confortable, rápida y segura.
Y es que hay que tener en mente que navegar de una isla a otra en un territorio en pleno Atlántico, siquiera hoy, no es algo confortable y, en ocasiones, hasta peligroso o imposible. Los viajes en barco a principios del XX entre las nueve islas resultaban pesados y largos, de ahí el nacimiento de una institución con nombre un tanto pomposo, aunque útil: la “Sociedade Açoreana de Estudos Aéreos”, para romper esa sensación de aislamiento. La sociedad nació en 1941 y 3.800 kilómetros de ahí, el futuro Juan Pablo II estaba planteándose ser sacerdote. Entró en el seminario al año siguiente.
Primer avión
Como la sociedad de estudios aéreos de las Azores nació en plena segunda guerra mundial, sus creadores tuvieron que esperar hasta 1947 para mover ficha y pasar de la teoría a la realidad, una realidad que pasó a llamarse SATA, siglas de ‘Sociedade Açoreana de Transportes Aéreos lda.”. El objetivo de la empresa era conseguir una concesión del gobierno portugués que les permitiera volar entre tres de las nueve islas. Únicamente se pidió hacerlo en tres porque, sencillamente, eran las que tenían entonces pistas de vuelo. Instalaciones construidas por estrategia militar durante el conflicto armado.
La compañía arrancó con un único avión, que se bautizó como Azor. Era un Beechcraft UC-45 que se convirtió en símbolo y orgullo del archipiélago, que por primera vez en su historia estaba unido por vía aérea. Resulta interesante hacer un ejercicio histórico y ponerse en la mente de los habitantes de un territorio disperso, separado por un océano. Imagínense el cambio que debe suponer que, con la llegada de un avión, aquella isla distante y a la que cuesta tanto llegar, de repente quede a unos minutos surcando el cielo. Piensen en el cambio que debe suponer eso… y más aun en plenos años 40, donde un avance así fue rompedor.
El lugar estratégico
Que el avión intercontinental acabó matando a los transatlánticos de línea regular es ya sabido. Pasó con la irrupción de los jets, aunque hubo un tiempo en el que aeronaves y barcos compitieron muy en serio en las rutas entre continentes. En el caso del Atlántico, durante los 50, Azores volvió a convertirse en aquel punto estratégico en medio del océano. Aquel lugar donde los aviones realizaban una escala obligada para repostar, aunque esta vez los protagonistas eran aeronaves “terrestres” y no aquellos Clipper o barcos volantes de la Pan Am.
SATA saco provecho de ello y los vuelos que unían Europa y América aterrizando en el aeropuerto de Santa María recibían asistencia en tierra. Un buen negocio para esta empresa que seguía siendo la referente en unir su propio territorio. Pequeñita y orgullosa, fue creciendo e incluso acabó quedándose con los medios y el personal de Pan Am y TWA a finales de la década, un momento en el que los reactores y las nuevas tecnologías empezaron a pasar de largo del archipiélago. Con la experiencia de una década completa, se abrió un nuevo escenario aeronáutico en el archipiélago.
Y la historia sigue
Lo que ocurrió en el sector del transporte aéreo en buena parte del mundo, también pasó en Azores: aviones más grandes, mayor demanda y nuevos destinos dentro de las islas gracias a la construcción de aeropuertos. Imagínense de nuevo lo que supone para un territorio totalmente rodeado por agua disponer por primera vez de una pista de aterrizaje y unos servicios aéreos fiables y puntuales.
El caso es que, al cabo de 30 años de vuelo, en 1977, (un año antes de la elección de Juan Pablo II como papa, por cierto) SATA alcanzó el millón de pasajeros transportados. Una cifra que hoy parece hasta normal fue todo un hito para una compañía que empezó a volar con un único avión para cinco viajeros y un piloto.
Con aparatos cada vez más modernos y mejores, la aerolínea de las islas Azores dio un gran paso en los años 90, cuando entró en el mercado de los vuelos chárter y luego ya regulares fuera de su territorio natural, primero hacia el Portugal continental y Madeira y luego a Norteamérica. Aunque salir de la comodidad del territorio natural suene a negocio aventurado, va bien ir más allá de lo aeronáutico para entender mejor las cosas: una razón de peso para la expansión es la diáspora de los azoreanos, que fue una de las cosas que habló Juan Pablo II, esta vez ya como Sumo Pontífice, en su visita a dos islas del archipiélago: Terceira y San Miguel.
Con 71 años, en mayo de 1991, Woyjtila realizó un viaje apostólico a Portugal. No viajó con SATA, sino a bordo de un A310 de TAP Air Portugal. Sin embargo, en las fotos de aquel 11 de mayo, en el que hizo un vuelo triangular desde Lisboa, queda constancia que el papa bajó del Airbus gracias a unas impecables escaleras de SATA en ambos aeropuertos de Azores. Todo un símbolo local. Esa visita se recordó para siempre con el bautizo del aeropuerto con su nombre.
Largo radio
El modelo A310 de Airbus, el mismo que en España usan aún hoy el jefe del estado, el presidente del gobierno y otras autoridades o el Ejército del Aire y del Espacio en misiones oficiales, fue también el avión clave en el crecimiento de esta compañía portuguesa. A partir de 1999 fueron llegando a SATA estos aviones de doble pasillo para volar a Portugal continental y poco después empezó a hacerlo a Canadá y Estados Unidos. Junto a Brasil, son los países a donde más emigraron los habitantes de Azores en busca de fortuna. Por eso a los servicios con Norteamérica se les llamó como de ‘Mercado Da Saudade’ o mercado de la nostalgia de aquella diáspora.
Como prueba de la implicación de la empresa con el territorio, poco después de los Airbus de largo radio llegó también la división para la gestión y mantenimiento de cuatro de los nueve aeropuertos del archipiélago, además de la terminal de un quinto. Esto es poco conocido y me gusta contárselo, pues actualmente son contadas las aerolíneas que gestionan aeropuertos y aviones a la vez, un Pack aeronáutico completo.
Y finalmente…
En todos estos años que hemos estado repasando (gracias por llegar hasta aquí en la lectura) las Azores han pasado de ser un lugar remoto, incluso para muchos portugueses, a ser un destino muy interesante, deseado y deseable, gracias a una muy buena gestión turística del gobierno regional.
La compañía aérea, de la que espero les haya parecido interesante su historia, se ha hecho mayor. Esa madurez le ha llevado a unificar el nombre de sus dos divisiones: la interinsular y la que sale de esa ‘zona de confort’ del archipiélago para llevar ahora un único nombre: Azores Airlines para todas sus operaciones, tanto la de los pequeños aviones Bombardier de solo 37 plazas que vuelan a los aeropuertos más chiquitos de las islas, como la de los novísimos Airbus A321LR de 190 plazas con los que vuela tanto a América como Europa desde un destino que merecen mucho, mucho la pena. Se lo recomiendo. La primera vez que viajé a Azores, en 1986, me parecieron otro planeta y tengo ganas de regresar.
Por cierto, actualmente pueden llegar directamente a este archipiélago con Azores Airlines desde Bilbao y Barcelona e incluso plantearse un viaje original: ir desde el País Vasco o Cataluña a Boston, Toronto, Montreal, Bermudas o Nueva York realizando una escala en las islas. No una escala cualquiera sino “a la antigua usanza”, pues esta compañía aérea ofrece la posibilidad de tomarse unos días de ‘Stopover’ en la isla de San Miguel o en la de Terceira.
Los viajes han de ser una experiencia y si encima son con una escala enriquecida, mejor que mejor. ¿Verdad?