Opinión Javier Ortega Figueiral

British Airways: un cincuentenario muy discreto

La principal compañia del Reino Unido cumple 50 años con éxitos… y un curioso silencio.

Foto del último anuncio de la campaña publicitaria de British Airways para el mercado de Estados Unidos confiada al director Miles Jay.

Pocas cosas hay tan marcadamente británicas como James Bond o British Airways. Además de un marcado aerotrastorno, soy bondista, por lo que muchas cosas las acabo relacionando con aviación o en mundo de 007. En este caso algo de Quantum of Solace (2008) me lleva a ligar un tema con otro. En la 22ª película de la saga Bond y segunda en la que Craig se pone en la piel del espía, un momento fabuloso sucede sobre el lago Constanza con la música de Puccini sonando a todo volumen

En el teatro al aire libre de Bregenz se interpreta la ópera Tosca y entre el publico hay una reunión invisible que es desmontada por 007 haciendo que los compinchados se levanten al mismo tiempo en el anfiteatro, momento en el que Mr.White, que curiosamente acabará siendo el abuelo de la hija de James Bond, como se descubre en No Time To Die, susurra a su acompañante “creo que Tosca no es para todo el mundo”, al verlos marcharse, pocos segundos antes de que haya un tiroteo en el restaurante y zona exterior del teatro durante la huida de Dominic Greene, el principal villano de película

Quizá tampoco sea ‘para todo el mundo’ bucear horas en las hemerotecas, aunque es algo que recomiendo a las personas más curiosas. Echando la vista atrás y leyendo vemos muchas formulas repetidas, fallos que podían haberse evitado, cierta inocencia en algunas cosas y proyectos de otros tiempos. En lo aeronáutico es curioso ver lo diferente que era la aviación hace 20, 30 o 40 años en comparación con la actual. En muchas ocasiones me asomo a las hemerotecas de ABC, El País o La Vanguardia para leer el periódico de ese mismo día hace X años. Y precisamente un día de ahora hace medio siglo aparecía a toda pagina y en color una afirmación muy impactante: “ahora, todo el mundo está en buenas manos”.

Así fue la publicidad para España, a toda página, que anunciaba el nacimiento de British Airways en 1974.

La pagina entera estaba contratada por British Airways, la nueva compañía nacida en 1974 de la fusión de otras dos: BEA, la principal aerolínea británica de vuelos regulares a destinos europeos desde Reino Unido y la BOAC, esta, especializada en conexiones de largo alcance sobre todo desde Londres. Lo que no aparece en el anuncio es que la British Airways nacida hace 50 años también sumaba otras dos transportistas más pequeñas para darle musculo extra: Northeast Air y Cambrian Airways. 

Compañía pública

Durante sus primeros 13 años, entre 1974 y 1987, British Airways fue una aerolínea de propiedad estatal, como ocurría con tantas otras en Europa: las consideradas compañías de bandera y también las que aun teniendo accionistas privados, en el caso de las estadounidenses, tenían una estructura, peso y arraigo que las hacían parecer las aerolíneas nacionales de Estados Unidos. Era el caso de Pan Am o TWA, leyendas que ya no existen, como tampoco vuelan hoy la belga Sabena o la suiza Swissair, dos aerolíneas europeas ya desaparecidas que tenían gran peso en nuestro continente medio siglo atrás, cuando British empezó a volar. 

El panorama aeronáutico hace 50 años era muy diferente al actual, no tan solo en precios y frecuencias, muy altos los primeros y mucho menores las segundas sino en el concepto mismo de viajar, pues si hoy la red de ciudades de esta compañía es enorme a base de vuelos directos de medio y largo alcance, antes también se llegaba a bastantes lugares del mundo volando con ella (muy lejos de los actuales) aunque de manera diferente. 

Un VC10 de British Airways aun con los colores de BOAC, su antecesora intercontinental. Estos aviones daban la vuelta al mundo, con varias escalas, en la segunda mitad de los 70.

Un ejemplo de llegar al otro lado del ‘mundo commonwealth’ desde Londres en los primeros años de existencia de British eran los vuelos entre Heathrow y Melbourne. Se podía optar por llegar por el oeste o el este. En el primer caso el pasajero embarcaba en la capital de Reino Unido y realizaba escalas en Nueva York, Los Ángeles, Honolulu, Nadi (Fiji) y Sidney antes de llegar al deseado destino. Si optaba por llegar a la segunda ciudad de Australia por el este, el vuelo desde Londres a Melbourne realizaba escalas intermedias en Frankfurt, Doha, Calcuta y Singapur. Ambos enlaces se realizaban en un avión muy singular: el VC10, un cuatrimotor de un solo pasillo con los motores en la cola que fue victima del espionaje industrial soviético, que lo copió sin rubor como el Ilyushin 62, aunque como siempre, esto da para otra historia. 

…y el Concorde

Uno de los orgullos de la compañía británica fue ser uno de los dos primeros operadores del Concorde junto a Air France. La historia también quiso que fueran los únicos, pues todo el éxito tecnológico que fue poner en el aire un avión supersónico para pasajeros (los soviéticos también lo hicieron, aunque sin mucho recorrido) fue un fracaso comercial. La nostalgia selectiva y el paso del tiempo dejan a esta compañía y a la francesa con el prestigio de haber sido, hasta 2003, las dos únicas compañías realmente supersónicas de la historia de la aviación comercial mundial.

Los Concorde fueron un fracaso comercial, aunque el halo de glamour, exclusividad y de avance técnico lo convirtieron en un avión mítico. 

En su décimo año de operación, British vio como aparecía un primer competidor inesperado: Richard Branson y su novedosa Virgin Atlantic entraban en mercados UK-EE. UU. muy consolidados para British. Su llegada se notó, aunque la protagonista de este texto siguió fuerte y creciendo.

Muestra del prestigio que tenía se evidenció cuando llegó el momento de la privatización: la demanda de acciones superó 11 veces la oferta. Ese mismo 1987 en que la compañía dejó de ser publica, su plantilla de pilotos dejó de ser, por fin, exclusivamente masculina. 

Y se sigue volando

Los 90 y primeros 2000 fueron tiempos de cambios notables en la aviación europea y como línea aérea global, a British Airways le tocó jugar fuerte ante la aparición de nuevos actores en todos los escenarios: el propio Reino Unido, la UE (no hay que olvidar que antes del Brexit todo era distinto allí) y en los otros continentes, con cambios notables en Asia y Oriente Medio, mercados muy consolidados para ella y donde arrancaban o cambiaban su filosofía varias compañías con buen musculo financiero, especialmente las de algunos países del golfo. 

La compañía ha aguantado fuerte todo este tiempo: ya sea adaptándose a los tiempos de las aerolíneas de bajo coste y reforzando servicios y destinos de largo radio, con los valiosísimos slots (franjas de operación) del aeropuerto de Heathrow, que sigue siendo el primero de Europa y el cuatro del mundo, solo superado por Atlanta, el megahub de Delta, Dubái, como el de Emirates y Dallas. Seguramente les sorprenda este último dato: ¿Dallas es el tercer aeropuerto más importante del mundo?

Pues sí, el tejano se quedó a las puertas de los 82 millones de pasajeros en 2023. En buena parte la razón es ser el mayor hub de American Airlines, una de las tres grandes aerolíneas de Estados Unidos y miembro fundador de One World, la alianza mundial de aerolíneas de la que British fue también una de las cinco primeras en formar parte en 1998. Iberia se unió en 1999 y ahora la alianza la forman 15 operadores de todos los continentes.

Una piloto de British Airways consulta la meteorología en ruta en su tableta a bordo de un Airbus.

Como saben, Iberia y British no son tan solo socias en una alianza comercial, sino que son filiales de la misma matriz: IAG, un paraguas bajo el que están junto a Vueling, Aer Lingus y Level. Actualmente todo el grupo va lanzado: no deja de crecer en bolsa, en pasaje, en aviones… de momento viento en popa y como siempre en aviación, a verlas venir con prevención, incluso en los momentos aparentemente más dulces. 

Los malos tiempos y el rebote 

Y es que como el resto de las aerolíneas, British también ha pasado altibajos como la crisis de 2001 post 11S, la financiera de 2008,  esta quizá con mayor peso, pues buena parte de su negocio está en las rutas con Estados Unidos y, por supuesto en 2020, con el coronavirus y prácticamente toda la flota parada. Aun se recuerdan las palabras del vasco Alex Cruz a finales de 2020: “estamos luchando por nuestra propia supervivencia” dijo el entonces CEO de la aerolínea, que siguió viéndose afectada por las restricciones de viaje mucho más allá que otras compañías continentales.

Cadetes de British Airways junto al CEO de la compañía. El programa para que 200 nuevos pilotos de la compañía se formen sin coste ha supuesto una inversión de 21 millones de libras para la compañía. 

Lo bueno pasa. Lo malo, también. Aquellos tiempos tenebrosos de la crisis sanitaria mundial son historia superada y ahora British va con todo. Además de batir récords de beneficios con IAG, tiene su flota de más de 250 aviones plenamente operativos, incluyendo una docena A380, aquellos gigantes sobre los que se insistía tantas veces que no volverían a volar. Y todo sigue adelante, incluida una iniciativa muy alentadora e interesante: este verano se ha puesto en marcha un fondo de 21 millones de libras para formar a 200 pilotos a coste cero, un programa de cadetes que aminore la carencia de aviadores en sus filas. 

Y con todo eso, con una British Airways exultante, con un futuro prometedor por delante, éxitos en la actualidad y un pasado muy interesante… curiosamente ha mantenido un perfil muy bajo en su cincuentenario. Es todo un misterio no querer celebrar tu cumpleaños, sobre todo cuando las cosas funcionan ¿No les parece?

Desde aquí me gustaría finalizar esta vez con un “Happy 50th birthday British Airways. Here’s to many happy and successful flights!!!”  

PS: En Quantum of Solace hay un clarísimo ‘product placement’ aeronáutico. La marca e imagen de Ocean Sky aparece hasta ocho veces durante la película. La compañía de aviación en jets privados estaba en plena expansión y para promocionarse pensaron a lo grande: colaborar con la franquicia más longeva del cine. A cambio de vuelos del reparto y equipo de filmación usando cinco de sus jets, estos y su marca aparecerían en las pantallas de todo el mundo. A veces pasa que se puede caer desde lo más alto: en 2012, cuando se estrenó la siguiente película de 007, Skyfall, Ocean Sky quebró y dejó de volar.