Para encontrar a Teruel en el listado de municipios de España por habitantes hay que bajar hasta el numero 207. Tiene 36.267 habitantes y es la capital de provincia más pequeña del país. Localidades como Villagarcía de Arousa, Olot, Langreo, Torre-Pacheco o Llucmajor tienen más gente empadronada que la ciudad del Torico, el viaducto de Fernando Hué, la catedral mudéjar o el acueducto de Los Arcos.
Fuera de la ciudad viven unas 100.000 personas. Aun sumando los habitantes de la capital, es la antepenúltima provincia de España, seguida únicamente por Soria, Melilla y Ceuta, que cierra el listado de las 52 existentes. A pesar de estas cifras pequeñas, el ayuntamiento de Teruel, dirigido por Emma Buj desde hace ocho años y medio, tiene algo único en este país que puede llevar a gala: ser accionista de un aeropuerto.
Y no es un accionista menor ni un aeropuerto cualquiera: detenta el 40% del Consorcio del Aeropuerto de Teruel, en Caudé, un núcleo rural de 235 habitantes dentro del término municipal de la capital que en su día se hizo conocido por la cabezonería de sus habitantes durante años por conseguir un apeadero en la línea ferroviaria Calatayud-Valencia. Se consiguió.
Un aeropuerto en el sur de Aragón
Con el 60% restante en manos del gobierno de Aragón, el aeropuerto de Teruel se comenzó a construir hace 15 años. Recordarán esa época como la de un frenesí aeroportuario pre-2008, con varios proyectos cuestionables. El aragonés parecía ir por este camino, aunque no tenia nada que ver con el manido argumento político de “vamos a unir X con el resto del mundo gracias a este aeropuerto” o un “X tiene, finalmente, alas con esta nueva instalación”.
La música en este campo de vuelo con una pista de 2,8 kilómetros empezó a sonar de manera muy diferente: a principios de agosto de 2013 aterrizó el primer avión. Fue ni más ni menos que un 747, el mayor aparato comercial de Boeing, aunque no traía pasajeros. Únicamente llevaba tripulación técnica, pues era carguero. Unos días después, llegó el segundo aparato gemelo.
Un aeropuerto y dos jumbos sin viajeros ¿qué pasaba en esa instalación? Pues muy fácil: la idea convencional de aeropuerto para pasajeros no era el tipo de negocio pensado: Teruel iba a ser un aeropuerto industrial con todo el potencial posible para convertirse en una referencia en el continente.
Como este texto es una columna de opinión y no un artículo o reportaje, me permito decir que cuando escucho o leo afirmaciones del tipo “este evento hará que X sea la capital mundial de…” o “tal iniciativa hace de X, todo un referente en…” se me arruga la frente y pienso “ya estamos con el tópico fácil”, similar a la comparación fácil de cualquier ciudad con un par de canales navegables acaba siendo bautizada como “la Venecia de…”.
Por todo lo anterior, me permito decir que, con todos los honores, Teruel si se ha convertido en referente en el continente, puesto que en toda Europa no hay ningún aeropuerto con la capacidad de aparcamiento de aeronaves que tienen sus campas. Las instalaciones actuales ocupan 3.400.000 m2 y seguirá creciendo. Como su potencial para muchos más proyectos aeroespaciales.
Gran aparcamiento
Durante algún tiempo, los dos 747 cargueros, que habían quedado fuera de la programación por parte de su operador, fueron prácticamente las únicas aeronaves presentes en el aeropuerto. El ‘casi’ es porque poco después se estableció allí una base fija para helicópteros de emergencia. La discreta actividad hizo que planeara también sobre la instalación una frase maldita que se hizo popular en la segunda década de este siglo: “aeropuerto sin aviones”, aunque el tiempo quitó estas sospechas. Llegaron las aeronaves.
Y fueron muchas, a partir de 2014 llegó un goteo incesante desde varios países para aprovechar su aparcamiento de larga estancia, a precios muy competitivos en comparación con otros aeropuertos del continente. En el caso de las compañías europeas y de oriente medio hay otro añadido: se evita un largo vuelo a los grandes centros estadounidenses en el desierto, especialistas en estancias largas o el aparcamiento definitivo de aviones que quedan fuera de servicio.
En 2015, la quiebra de la rusa Transaero batió el primer récord de aviones llegados a Teruel. En un solo fin de semana aterrizaron en su pista 24 aviones procedentes de Moscú y San Petersburgo. Todo un hito en la instalación, aunque por entonces ni se imaginaba que se iba a quedar en poco, pues unos años más tarde llegaría una crisis sanitaria mundial que pararía la aviación del mundo y en la que Teruel ganó aun más protagonismo: las compañías aéreas y las de alquiler de aeronaves, acostumbradas a tener sus aparatos en el cielo (que es donde se gana dinero) se encontraron con la práctica totalidad de sus flotas en tierra.
Y en esas circunstancias, el enorme aeropuerto de Teruel… triunfó. Entre las docenas de aviones que llegaron a llenar sus campas de larga estancia, que se ampliaron posteriormente. Entre estos, llegaron a contarse hasta 16 aviones Airbus A380 de compañías como Etihad, Lufthansa o Air France. Los de las dos primeras han ido regresando a la actividad, aunque los de Air France no, pues la compañía gala fue de las pocas que tras la reactivación de la aviación comercial mundial decidió dejar a un lado a los gigantes de Airbus y apostar por más bimotores de nueva generación, aunque esa es ya otra historia.
Un canario en Teruel
El nombre oficial de la instalación de la que estamos hablando es Plataforma aeroportuaria Teruel – Plata. Desde su arranque operativo en 2012, el consorcio confió su dirección y gerencia al ingeniero aeronáutico canario Alejandro Ibrahim Perera, que también es piloto privado de avión, con lo que toca prácticamente todos los palos del sector.
Bajo su dirección se han ido instalando en Teruel diferentes empresas aeroespaciales que gestionan varias actividades. Estas van más allá del mero aparcamiento de aeronaves de larga estancia, ya sea por estrategia de las compañías aéreas que retiran un modelo de avión, o adaptan su flota a la demanda, las de los Lessors, que tienen en la instalación un lugar donde guardar sus activos hasta encontrar un nuevo cliente… o bien es el sitio donde los aviones “van a morir”, pues en muchos casos, el aterrizaje por la pista 18 o 36 es el ultimo momento en el aire de un Boeing, un Mc Donnell Douglas o un Airbus, pues allí se desguazan.
El mantenimiento de aeronaves, las pruebas con cohetes de PLD Space, el reciclado de aviones de Tarmac Aerosave, los proyectos de la ingeniería aeroespacial de Elson, las pruebas con drones de la compañía Delsat o el desarrollo de proyectos con energía solar y baterías de Sceye son actividades que van mucho más allá de la parte más conocida del sector aeronáutico: transportar pasajeros y carga.
También lo son las naves logísticas de Airbus, los hangares de pintura de IAC, los vuelos de entrenamiento de las aerolíneas, de las escuelas de pilotos… y lo último es un hangar para dirigibles. También volarán desde allí. Si hoy ya es un polo de atracción, en 2027 todo lo que hay y lo que vendrá, generará 900 puestos de trabajo directo.
Por cierto, entre tanta actividad, hay hueco para vuelos comerciales, de hasta 19 pasajeros y de aviación ejecutiva. Porque a Teruel también se puede llegar volando. Doy fe de ello, pues en un curioso viaje entre Madrid-Cuatro Vientos y Sabadell a bordo de un Cirrus cuatriplaza, programamos dos paradas intermedias: Teruel, por la curiosidad de ver desde el cielo el proyecto aragonés que dirige Alejandro, y Castellón, para tomar una paella al lado de su aeródromo junto al mar.
La escala en el antiguo aeródromo de Caudé, que tuvo su uso durante la guerra civil, fue muy grata, e impresionante para este aerotrastornado que les escribe.
Viva Teruel y viva todo lo que aterriza, despega y se desarrolla desde su aeropuerto.