“Oye, tú quién crees que puede ser”. Como en toda asociación de relieve en proceso de cambio de presidente, lo más importante del Encuentro de Santander de AMETIC, la organización que reúne a las empresas de telecomunicaciones, sistemas de información, digitalización y microelectrónica, ha sucedido más allá del espectro visible.
Complejo el panorama para nombrar el sucesor de Pedro Mier, el hombre al que le tocó lidiar con la salida de Telefónica y satélites de AMETIC, tras un largo proceso de tensiones internas que eclosionó con motivo del apoyo a la candidatura de Antonio Garamendi en CEOE, en detrimento de Juan Rosell.
En estos ocho años, Pedro Mier ha logrado convertir a la asociación en la voz de la industria digital, como se propuso al iniciar su mandato. Así ha quedado patente en su innegable influencia en el diseño de las líneas estratégicas del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. El discurso de Mier en la presentación del Perte del vehículo eléctrico y conectado en Moncloa, en presencia de Pedro Sánchez, es un monumento a lo que debe ser el papel de un dirigente empresarial que habla claro con ánimo constructivo.
Pero el mérito de AMETIC de orquestar a un colectivo heterogéneo que incluye a big tech globales como Google, Microsoft y AWS, a las principales corporaciones tecnológicas españolas (Indra, GMV, Hispasat…), que tienen en el sector público a un contratista fundamental, y a las medianas y pequeñas empresas, con intereses no siempre coincidentes y necesitadas un entorno adecuado para competir, es también su mayor riesgo.
A falta de poco menos de dos meses para que se conozca al nuevo presidente de la principal asociación del sector TIC, todavía no resulta fácil responder a la pregunta sobre quién será. ¿Una mujer de la periferia, alguien bien posicionado en Cataluña y Andalucía, PSOE y PP, el siguiente en la línea sucesoria por pura lógica, del comité ejecutivo o una cara nueva, alguien capaz de recibir el visto bueno de las grandes y de los asociados de base, con capacidad de interlocución con la Administración, previsible, pero firme…?
Con la cuántica hemos topado. Mientras eso sucedía, y esperemos que se resuelva de forma pacífica, sin que reaparezcan los viejos fantasmas, el Encuentro de Santander ha servido para bajar a la tierra a todos los que se han subido precipitadamente a la luna de la inteligencia artificial (IA) generativa. Ya tenemos el choque con la realidad que veníamos vaticinando.
Román Orús, el jefe científico de Multiverse Computing, nuestro líder global en algoritmos cuánticos, se marcó la frase del evento al describir a la IA generativa como una tecnología ya “prehistórica”. Sí, puedes volver a leer la frase, así lo dijo. Otro directivo de su empresa, Víctor Gaspar, se encargó de dar las cifras que demuestran que la deriva actual de grandes modelos de lenguaje (LLM) resulta insostenible. En primera fila, los tres días, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre.
Gaspar define los LLM, en efecto, como modelos “extremadamente ineficientes”. Insostenibles, en primer lugar, por su consumo energético. Hoy sabemos ya que, para entrenar y ejecutar modelos de IA, se debe multiplicar por cuatro las necesidades de cómputo cada año. El último modelo de frontera de Meta, Llama 3, ha requerido 16.000 GPU de Nvidia, cada una de las cuales demanda 1,7 kilovatios, lo que nos da 27 MW de potencia total.
En 2030, se estima que los proyectos fundacionales de IA requerirán ejecutar 1029 operaciones, hoy son 1025. Eso supondrá consumir 5.000 veces más potencia eléctrica nominal. Si no innovamos, de 27 MW pasaremos a 2-5 gigavatios, poco menos la potencia nuclear de España, para entrenar un modelo equivalente al actual Llama 3.
Otros factores limitantes de la IA generativa son la fabricación de chips y, esencialmente, la disponibilidad de datos en vídeo e imágenes útiles para entornos como el industrial y para el entrenamiento de los dispositivos autónomos y los robots, que no saben leer el Quijote. Los constructores de los grandes modelos abandonan el buen rollo open source cuando se trata de desvelar los datos con los que han sido entrenados. Tus imágenes en Instagram y tus vídeos en TikTok seguramente anden por ahí.
Por último, está la latencia, el tiempo que tarda en transmitirse la información entre dispositivos, porque en el futuro de la IA que tratamos de adivinar (sobre todo los inversores) y que se parecerá poco al actual habrá que operar con varios centros de datos conectados.
Los problemas de la IA generativa se van a resolver por dos vías: la del software y la del hardware, pero muy seguramente el tratamiento de choque más efectivo vendrá por la primera de ellas.
En ese sentido, la cuántica toma posiciones. Multiverse se inspira en física de materiales avanzados y aplica una especie de truco matemático para visualizar la información de las redes neuronales, que sirven de base de la IA generativa: las neuronas menos correlacionadas con el resto son las que tienen menos información y, por tanto, se eliminan.
Se puede hacer desaparecer el 70% de los parámetros de una red neuronal y reducir la memoria en un 93%, con un impacto en la precisión del modelo de apenas el 2%. Es una de las formas más viables de conseguir que la IA generativa sea una realidad y no una pura ensoñación. Hay más.
En la reunión de AMETIC, uno comienza el día conversando en el desayuno sobre el futuro de la democracia y continúa a media mañana escuchando los argumentos de los directivos de Silicon Valley para apoyar a Donald Trump El Desregulador. Muchas ganas de promover la reindustrialización de España, el empeño que funciona todavía como argamasa para mantener unidos a todos los colectivos de AMETIC.
Es probable que la imagen que tenemos hoy de la IA generativa haya cambiado sustancialmente en la edición del Encuentro de Santander del próximo año, como ha sucedido esta vez respecto a 2023.
Esperemos que para entonces la nueva Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial haya conseguido retirar el parche que va a tener que poner ahora para agilizar la concesión de certificados, como explica su director general, Ignasi Belda. En lugar de que el sector público sea el que certifique y supervise al certificador, como va a suceder ahora, que haya empresas que certifiquen y que la Administración vigile su trabajo. Siempre empezamos haciéndolo difícil.