En una de esas interesantísimas y maratonianas entrevistas de Jordi Wild –duran más de cinco horas–, el director de cine y escritor Rodrigo Cortés (Buried, Luces Rojas…) hablaba del impacto de la tecnología en los jóvenes, adicción al móvil, nula capacidad de atención, etc. El siempre juicioso y reflexivo cineasta afirmaba que, en esencia, no podemos cambiar el tablero en el que nos ha tocado jugar, que no tiene sentido intentar dar marcha atrás, ni prohibir el uso de dispositivos, pues la forma de actuar, de pensar, es propia de cada momento de la historia, de determinantes sociales… Obviamente si podemos aspirar a cierta capacidad de regulación y hay que poner algunas barreras lógicas, pero no tiene sentido censurar y criticar sin más, insistir en que el móvil ha vuelto “tontos” a los adolescentes, que habría que prohibirlo…¿Qué autoridad tenemos los que usamos horas y horas el teléfono por ocio?
Aceptemos la realidad, salvo que venga una III Guerra Mundial que provoque, como vaticinaba Einstein, una destrucción tal que la siguiente contienda sea con palos y piedras, la convivencia con la tecnología más avanzada –ahora con la IA– es irrenunciable y, como todo, implica ventajas e inconvenientes.
Dicho esto, la insensatez de una mayoría de padres y madres ha impuesto que a los doce años sea un estándar que los menores tengan un teléfono provisto de tarjeta SIM con acceso a Internet y WhatsApp. Es una batalla perdida para los que intentamos resistir. Así que bajas los brazos y dices “lo tendré controlado”, “lo usará con unas normas muy concretas” o “tendrás tiempo limitado”. Siempre hay padres negligentes, por dejadez o por ignorancia en materia tecnológica, que permitirán que sus hijos e hijas utilicen el dispositivo a su antojo. Las consecuencias pueden ser catastróficas. Pero la gran masa de progenitores preocupados hará lo que pueda por intentar imponer un uso racional y sensato. Y perderán muchas batallas –y puede que la guerra– en su lucha desigual frente a unos descendientes con las hormonas revueltas.
Lo tienen –lo tenemos– complicado… La semana pasada, el informe Derechos sin Conexión de la ONG Save the Children revelaba que el 37% de los niños y niñas afirman saber cómo eludir las medidas de control parental, y más del 30% de los adolescentes logran efectivamente saltarse estas restricciones.
Resulta fundamental estudiar los trucos a los que recurren aquellos seres queridos que aspiran a engañarnos. Hay mucha información en la red, no son ingenieros informáticos, debemos beber de sus mismas fuentes informativas. No podemos ir muy por detrás de ellos o nos tomarán el pelo. Empecemos por lo más simple, ya haremos una serie de artículos en esta línea, con tres pinceladas básicas:
- Si tienen una cuenta en TikTok o Instagram que le dejan ver y todo es muy “blanco”, esa es la cuenta señuelo. Seguramente tendrán otra cuenta que utilizan con sus amigos y que no querrá que vean sus padres.
- Atención a aplicaciones que parecen una simple calculadora. Pulsando una secuencia numérica se accede a una zona de fotos, apps o documentos ocultos. Descubra si la calculadora del móvil es de ese tipo.
- Bajo ninguna circunstancia, en los primeros años de tener móvil propio se debe consentir que el dispositivo permanezca de noche en la habitación del menor. Lo utilizará a escondidas de madrugada, lo que provocará, en el mejor de los casos, un cansancio extremo y bajada del rendimiento escolar.
Diga lo que diga Rodrigo Cortés, la vida era antes más sencilla.