Algo está sucediendo en el mundo desde que, en agosto de 2023, científicos estadounidenses consiguieran, por segunda vez, obtener energía en una reacción de fusión en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.
En octubre, Reino Unido, que había batido el récord mundial de energía generada a partir de la fusión en 2021, lanzó su programa Towards Fusion Energy 2023; en la primavera siguiente, Japón ha seguido sus pasos; y en junio, Estados Unidos, que ha firmado recientemente alianzas con ambos, acaba de desvelar su Fusion Energy Strategy 2024. La describe como una hoja de ruta “única en el mundo”.
Ha sido uno de los asuntos estrella de la Cumbre de Innovación Energética de la todopoderosa ARPA-E. Los participantes aplaudieron la apuesta por la fusión hidrógeno-boro, la posibilidad de reclamar créditos fiscales acogiéndose a la Ley de Reducción de la Inflación y, sobre todo, el reconocimiento de que la fusión ¡no es energía nuclear!
El chief business officer de DeepMind, Colin Murdoch, la describía en el Web Summit de Lisboa como “la energía de las estrellas y del universo”. Funciona colisionando isótopos (átomos del mismo elemento con diferente número de neutrones) ligeros, especialmente los de hidrógeno (deuterio y tritio: D-T), helio-3 y boro-11, a unas temperaturas y presiones muy altas.
Se fusionan y eso libera enormes cantidades de energía que se puede convertir en electricidad. DeepMind ha conseguido ‘domar’ el plasma usando imanes gracias su poderosa inteligencia artificial.
Desde mediados del pasado siglo, especialmente a raíz del Tratado Euratom de 1957, la energía de fusión ha ido teniendo sus subidas y bajadas en el interés de científicos y empresas. Lejos queda aquel 1969 en el que científicos rusos anunciaron que habían alcanzado temperaturas récord de electrones en un dispositivo de fusión al que llamaron tokamak.
Occidente se mostró escéptico y los rusos invitaron a un equipo de físicos de plasma del Reino Unido para que confirmaran su medición. Volaron a Moscú en un avión lleno de equipos y lograron instalar el aparato y medir la temperatura de los electrones en el tokamak T-3. Los datos se confirmaron y eso aceleró el desarrollo de la tecnología en las dos décadas posteriores. Hoy el diagnóstico se puede realizar en remoto.
Ahora que la cosa parece que va en serio, asoman los aspectos potencialmente controvertidos de esta tecnología que prometía ser limpia e infinita. El tritio no está disponible en la naturaleza en cantidades significativas, de modo que la energía de fusión comercial sostenible tendrá que generarlo usando… litio. Ese viejo conocido.
La autosuficiencia de tritio será un requisito clave para las primeras plantas comerciales, ha advertido Ahmed Diallo, director del programa en Arpa-E. Por otro lado, en las plantas D-T se podría generar plutonio a partir de uranio natural, y el tritio y el litio-6 se pueden incorporar a las armas nucleares avanzadas. EEUU advierte: estará vigilante.
El 80% de los más de 6.000 millones de dólares invertidos hasta ahora en este apasionante camino han recalado en empresas de fusión estadounidenses. Pero la carrera avanza a buen ritmo en Canadá, Reino Unido, Japón, la UE y China. “La fusión se ha convertido en una carrera global”, afirma el Departamento de Energía norteamericano.
El objetivo de EEUU es tener una planta piloto de fusión relevante liderada por el sector privado en la década de 2030, seguida de una ampliación del despliegue comercial a partir de 2040. Habrá que superar desafíos científico-tecnológicos imponentes como los superconductores de alta temperatura, los materiales avanzados y la inteligencia artificial embebida. El efecto tractor sobre la I+D será descomunal.
Y sí, en efecto, la energía de fusión se ha convertido en un asunto geopolítico. Menudo papel para Europa, que consiguió sumar a Estados Unidos y China a su emblemático proyecto del ITER, la gran referencia a nivel mundial. Hoy comparte protagonismo con empresas como CFS, CTFusion, Helion, HyperJet, Realta, Type One o Zap.
Para Ambrogio Fasoli, nombrado a principios de año director de EUROfusion, no hay nada de bucólico en la visita que realizó en mayo al ITER el Grupo de Energía (GE) de la Sociedad Europea de Física, reunido en el colindante en el Castillo de Cadarache (Francia).
El grupo recorrió primero la sala de ensamblaje, donde se preensamblan los componentes principales del reactor antes de su transporte al interior del pozo de tokamak. A continuación, penetraron en él y comprobaron en persona que solo están instaladas las dos bobinas del campo poloidal (correspondientes a una de las dos coordenadas de un campo magnético).
Fasoli cree que el ritmo es irritantemente lento y que Europa debe redoblar sus esfuerzos para posicionarse en la energía de fusión. La UE aporta el 45% al proyecto ITER y ha asignado 5.610 millones de euros hasta 2027. En paralelo, ha colaborado con Japón en la construcción del JT-60SA, el tokamak más grande del mundo, que entró en funcionamiento en octubre de 2023.
Por cierto, la agencia nacional de la UE Fusion for Energy, creada en 2007, tiene su sede en Barcelona, y es responsable de la contribución de Euratom al proyecto ITER, que no se espera que lleve a cabo experimentos con plasma de D-T hasta mediados de la década de 2030, como muy pronto. Para desesperación de Falosi (desde su nombramiento está llamando a repensar la estrategia) y de cualquiera que esté preocupado por la soberanía tecnológica de Europa.
Realmente produce escalofríos pensar que lo que parecía un desafío a los dioses, reproducir la forma de generar energía del sol, se encuentre ya a tiro de piedra, a un par de décadas de distancia. La explotación comercial será la siguiente incógnita a despejar, y menuda incógnita. Pero hay que estar ahí, no vale quedarse como espectadores.