La segunda vez que visité Suecia fue por trabajo. Juraría que fue en la primavera de 2016, cuando todavía trabajaba como Brand Manager junior en Absolut Vodka, bebida sueca del grupo Pernod Ricard con la que seguro que de joven te has cogido algún buen ‘cepillo’. Hicimos un viaje que nos llevó a Åhus, cuna de Absolut, y a Estocolmo, donde visitamos el museo de una marca que en la juventud de algunos de mis cuarentones y cuarentonas lectoras habrá empapelado sus carpetas con su icónica figura. Fue un viaje estupendo a un país que merece mucho la pena visitar. Seguro que hubo un montón de aprendizajes, pero yo sólo recuerdo una cosa: qué bien funcionaba todo.
No estoy generalizando, que conste. No digo un “qué bien funcionaba todo” en referencia a qué bien organizados estaban sus servicios, que me temo que cada vez menos, además. Me refiero a algo más concreto. De aquel viaje sólo recuerdo nítidamente que no hubo ninguno de esos momentos desagradables de ‘impasse’ en los que uno quiere proyectar una presentación o conectar a otra persona a través de videollamada y no puede. Estoy convencido de que en todo el viaje no vi ningún cable, de que no hubo esperas para que las cosas funcionasen. Entrabas en una sala y todo estaba ya preparado, dispuesto para facilitar las conversaciones.
Dicen que no hay que odiar, pero con el tiempo yo he aprendido a ODIAR con todas mis fuerzas la excusa / escenario común que culpa a “la tecnología” del fracaso de la conexión. Siempre hay alguien que dice: “Ya está la tecnología jugando malas pasadas”, paso previo a llamar al de Informática de la empresa, que sabe lo mismo que tú, posiblemente. “Apaga y enciende”, apostilla un graciosete. Realmente, la mayor parte de las veces la tecnología no falla, simplemente se necesita que hayas aprendido a usarla. En Suecia no disponían de mejor tecnología, sólo sabían usarla mejor y tenían mayor conciencia de la mala imagen que se da cuando te tiras veinte minutos haciendo que la conexión de un cable extienda tu imagen del ordenador a una pantalla más grande.
Supongo que a buena parte de las nuevas generaciones, Z y tal, no les pasará ya esto, pero creo que muchas personas mayores de treinta años siguen tratando a veces a la tecnología como un elemento nuevo, cuando no lo es. La tecnología no debería ser una excusa, pero demasiadas veces se convierte en eso. En realidad, debería ser una aliada. Ni siquiera recuerdo los contenidos que vimos en Suecia y, sin embargo, mi sensación es que fue una gran presentación. Hay veces que lo que a uno le queda grabado no es un contenido profundo, sino lo bien que funcionaba todo. Aunque no lo parezca, ambas cosas están en nuestras manos.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.