Hace unos días se han cumplido 50 años -25 de abril de 1974- de la conocida como la revolución de los claveles de Portugal, el golpe militar que derrocó al régimen dictatorial conocido como “Estado Novo” que entonces presidía Marcelo Caetano, pero cuyo impulsor y máximo exponente fue un personaje singular: António de Oliveira Salazar.
Pero no citamos al oscuro dictador para hablar de aquellos años de represión, guerras absurdas e inhumanas en África ni de la revolución que devolvió la Democracia al país luso, sino de… teclados. ¿Teclados? Si.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con la prevalencia de regímenes democráticos en Europa Occidental -allende los Pirineos, claro- y la pérdida de los imperios coloniales británico y francés, Portugal se convirtió en una excepción, con un enfermizo y deplorable empecinamiento en mantener mediante las armas sus “provincias” de Angola, Mozambique o Cabo Verde. El lógico aislacionismo se trasladó también a un aspecto más cercano a la administración o la cultura que a la guerra: los teclados. En un hecho no muy conocido de la historia, Salazar había decretado en 1937 la utilización obligatoria de máquinas de escribir -no había ordenadores entonces- con una particular disposición de las teclas. Este teclado llamado HCESAR (o según la pronunciación, Agá-César) se supone que situaba las letras de uso más frecuente en la zona central del teclado para lograr una escritura más ágil en el idioma portugués. Entonces los países francófonos, pero también Portugal, no empleaban el habitual teclado QWERTY anglosajón de nuestros días, sino el AZERTY francés.
La dictadura de Salazar fue larga –casi medio siglo- así que el HCESAR fue hegemónico en la administración pública y en los comercios de Lisboa, Oporto o Coimbra hasta la llegada de la Democracia tras el golpe de los capitanes de abril. Después se volvió gradualmente al AZERTY galo, bautizado como “teclado internacional”, que convivió con el HCESAR, el “nacional”. Sin embargo, con Estados Unidos como potencia mundial, al final se ha impuesto el QWERTY con ligeras adaptaciones a los caracteres portugueses al igual que ocurre en España con la inclusión de la letra “Ñ”.
Sin embargo, aunque veamos improbable que dejemos de usar nuestro teclado habitual, la realidad es que este presenta sus problemas y tiene alternativas. En los años treinta del pasado siglo, August Dvorak y William Dealey diseñaron el teclado simplificado o teclado Dvorak. Se trata de un teclado más ergonómico y capaz de aumentar la velocidad al escribir y reducir tanto la tasa de errores como la fatiga, ya que lo lógico es que las teclas que se pulsan con más asiduidad estén ubicadas en la parte central, como anticipó el dictador Salazar.