Opinión Montse Monsalve

Oda a mi madre, la mujer más bella de todos los tiempos

Este primer domingo de mayo es el día para recordar y agradecer todos los "te quiero", los abrazos y las lecciones que todas las madres regalan cada día. En el Día de la Madre reconocemos a la mano que nunca nos ha soltado, como la mujer fuerte y bella que ha sido y que será siempre.
Montse Monsalve con su madre, María José de Sebastián, en 1998.
Montse Monsalve con su madre, María José de Sebastián, en 1998.

Ella no se reconoce en esa imagen que le devuelve el espejo y que le muestra a alguien más mayor de la edad que respira su alma. Lo que no sabe es que yo sigo viéndola como la mujer bella, joven y fuerte que me llevaba al colegio cogida de la mano con firmeza para que me sintiese profundamente querida, protegida y afortunada. Una mano que lo era todo: cuna de caricias, de cosquillas y de abrazos. Una mano coronada por aquellas uñas rojas, largas e impecables, a pesar del trabajo, y que siempre ha sido hogar y certeza.

Su pelo rubio e impecable, aunque nevase, lloviese o el calor castellano se nos pegase a los huesos, fue presa de las modas y pasó de rizado a liso, en una miscelánea perfecta entre Marilyn y Rafaela Carrá. Fotografías más antiguas y en las que el color no había llegado todavía a coronar su rostro, me revelan que durante un tiempo fue morena, descubriendo una muestra más seria y de ojos más fieros que los de la madre que habita en mi imaginario. Las biografías duras y plagadas de ausencias forjan a las personas y las cincelan a veces hasta dejarles aristas oscuras, pero ella supo encontrar la luz en las sombras, el chiste en el dolor y la suerte en su casa.

Sus labios pintados con brío en rojo, morado o rosa fucsia, dependiendo del día o del aire, siguen acogiendo esa sonrisa eterna cosida a su boca, mientras que su simpatía se pasea por sus carnes generosas como un cascabel que todo lo inunda de música a su paso. Cuando la miro, yo sí la veo igual que entonces, como sigue siendo, como esa madre fuerte pero dulce, firme pero amable, divertida, pero marcándo límites, comprensiva, paciente y positiva. Ella no se reconcilia con las arrugas, aunque todos le digan que tiene una piel envidiable, ni con los achaques que le impiden ser ágil y veloz, pero lo que no sabe es que su energía atronadora es mi ejemplo y gasolina y que su voz al otro lado del teléfono la más bella de mis rutinas.

María José de Sebastián Loste, madre de Montse Monsalve, en 1968, cuando hizo de modelo para Flex.

Si hay un día importante en nuestras vidas y que merece ser celebrado de lunes a domingo, es el que las eleva, reconoce y recuerda. Este domingo celebro el día de la madre y lo hago con la certeza de la fortuna que es tenerla a mi vera. No estaré respirándote y echándote broncas porque, como dices, parece que se han cambiado las tornas, diciéndote qué maquillaje te debes poner o qué conjunta con qué cosa, pero tú sonreirás porque sabrás que tus mejores obras somos seres felices, completos y conscientes, como nos enseñaste a construirnos. Porque el mejor regalo nos lo hiciste tú al forjar nuestra familia.

¡Qué extraordinario es, en este mundo deshumanizado, individualista y solitario, ser normales y qué extraño les suena a algunos que una tribu se quiera bien, sin fisuras, ni discusiones! Esa normalidad no va de etiquetas, sino de valores. Esa maravillosa normalidad habla de padres que se quieren, que se respetan y que se admiran con sus defectos y virtudes. Se cimenta en hermanos que se apoyan y que se abrazan y en sobrinos que se funden en tu corazón y te recuerdan los días en los que tus ojos estaban también tan abiertos. Habla de paredes sin gritos y sin secretos, de confianza y seguridad.

Este artículo es una oda a mi madre y a las estelas que ha dejado a su paso, porque los “te quiero” no deberían atragantársenos nunca y a las personas deberíamos verlas tan grandes y mágicas como se sienten por dentro. Este artículo y estas letras están dedicadas a todas las madres que cada día regaláis vuestro amor y vuestro tiempo con una generosidad extrema. Este domingo recibiréis flores, perfumes, pisapapeles, marcapáginas o collares de macarrones (si es que esos regalos se siguen haciendo), pero nosotros, vuestras hijas e hijos, llevamos toda la vida cosechando vuestros afectos y cocinándolos a fuego lento.

Mamá, hoy soy yo la señora de las uñas rojas, del pelo rubio y de las carnes generosas. Al mirarme en el espejo a veces es tu sonrisa la que me saluda al otro lado y no sabes lo cerca que me hace sentirte ese capricho de la genética. Sigamos sonriéndole juntas a la vida, brindando, celebrando cada mañana y riéndonos hasta perder la voz. Tenemos muchas canciones que cantar juntas y miles de razones para inventarnos sus letras. Por si nadie te lo ha dicho hoy, sigues siendo la mujer más bella del mundo.

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