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Opinión Javier Ortega Figueiral

Hablemos de los Falcon

Los famosos aviones construidos por Dassault tienen una historia más interesante que la simple critica por su uso
Un Falcon 8X realiza un vuelo de exhibición durante el Paris Air Show, salón internacional de la aviación en Le Bourget. 

La semana pasada rematé el texto aeronáutico semanal que publico en Forbes con un recuerdo sobre los Falcon adscritos al 45 Grupo de Fuerzas Aéreas del Ejército del Aire. Estos trirreactores para transporte de personalidades se han convertido en elemento de crítica política, periodística y también de cientos de comentarios en redes sobre su uso. Sobre todo cuando es el presidente del gobierno quien vuela en ellos, algo que también han hecho de continuo sus cuatro antecesores en el cargo: Rajoy, Rodríguez Zapatero, Aznar y González.

Y me remonto a tiempos de Felipe González porque los Falcon 900 operados por el Ejercito del Aire con base en Torrejón son unos auténticos veteranos de los cielos: cinco unidades construidas entre 1987 y 1990. Dos se compraron directamente a la francesa Dassault Aviation y los tres restantes son aparatos de segunda mano, pues previamente volaron para la Real Fuerza Aérea Australiana. Estos aviones, con su característica pintura blanca y roja, están perfectamente mantenidos y tienen un aspecto impecable, aunque ya han sido claramente superados en tecnología y consumo por nuevos modelos del mismo constructor 

Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron sale de un Falcon 8X tras una visita al salón de la aviación de Le Bourget.

Los Falcon civiles

Todos los reactores corporativos de Dassault matriculados en España y contemporáneos a los del Ejército del Aire, ya han sido retirados de servicio o vendidos. Y es que en la palabra Falcon va más allá del transporte del jefe de estado, gobierno o altos cargos. Otros Falcon de dos y tres motores forman parte también de la historia financiera y empresarial de España: desde finales de los 80 se han matriculado 46 unidades civiles, aunque la mayor parte de sociedades que lo han hecho, han llevado con mucha discreción declarar ser las propietarias de estos aparatos.

Sin embargo, ciertas fotografías cíclicas o pequeños logotipos en el fuselaje revelan algunas pistas: bancos, armadores, fabricantes de componentes de automóvil, inmobiliarias, compañías relojeras o corporaciones de juego y ocio tienen o han tenido este tipo de jets corporativos para transportar a sus propietarios, altos ejecutivos e invitados. Un viaje a bordo de un avión es un instrumento de trabajo efectivo. También es un poderoso y convincente elemento de relaciones públicas. ¿Y cuál es el origen de todo ello? Pues les invito a viajar algo más de medio siglo atrás en la historia para conocerlo.

Marcel Dassault y Charles Lindbergh

Uno de los nombres legendarios de la aviación francesa y mundial fue Marcel Ferdinand Bloch, ingeniero, piloto, inventor, editor e incluso guionista y productor cinematográfico. Tras la segunda guerra mundial cambió su apellido a Dassault. De sus fábricas salieron varios cazas pioneros como los primeros Mystère y los famosos Mirage, aunque para ampliar el mercado Dassault pensó en aplicar sus conocimientos militares en el mercado civil, creando un reactor de negocios que durante su fase de desarrollo fue bautizado como Méditerranée, aunque luego fue bautizado como Dassault-Breguet Mystère 20, aparato que voló por primera vez en primavera de 1963.

La delegación de Pan Am, dirigida por Charles Lindbergh y un grupo de directivos de Dassault, posan junto al prototipo del Mystère 20.

Desde Estados unidos, la entonces todopoderosa aerolínea Pan American siguió con atención la evolución de ese novedoso modelo de avión. Su fundador, Juan Trippe, envió a su vicepresidente, el aviador Charles Augustus Lindbergh, a visitar a Dassault y conocer su prometedor jet en el aropuerto de Burdeos pocas horas antes del primer despegue del aparato. La historia de aquel primer contacto entre Dassault y Lindbergh fue lo más similar a un enamoramiento comercial a primera vista, aun siendo una pareja antagonista: el francés estuvo internado en los campos de concentración nazi de Drancy y Brunchewald y el estadounidense, tras una visita a la Alemania de los años 30, se declaró absoluto partidario de Adolf Hitler, su política antisemita y de la aplicación generalizada de la eugenesia. 

Aquel pionero, que en 1927 cruzó en solitario el océano Atlántico en 33 horas, tuvo muchos puntos oscuros en su vida personal. Tampoco escondió sus ideas poco democráticas, un indisimulado racismo y su simpatía por el nazismo. El aviador llevó una vida cuádruple entre Estados Unidos y Europa: con su esposa tuvo seis hijos en Estados Unidos y otros siete con tres amantes alemanas, dos de ellas hermanas, aunque esta historia excede ya a la de Pan Am, los reactores y el desarrollo de los aviones Falcon.

Pan American y el marketing francés

Como no hay nada mejor que una buena frase para un Storytelling atractivo, siempre se contó que, tras ver el avión en persona, Lindbergh telegrafió a su presidente para enviarle un mensaje escueto: “creo que hemos encontrado nuestro pájaro”. Así, la Pan Am se convirtió en el distribuidor del Dassault Mystère 20 en el mercado americano con el sobrenombre de Falcon Jet, una marca que se acabó imponiendo y hoy sigue siendo símbolo de la aviación de negocios.

El Mystère 20, luego conocido por Falcon 20, fue el ‘padre’ de una exitosa familia de reactores de negocios. Esta unidad se conserva en Le Bourget, París. 

Marcel Dassault tenía una visión comercial muy clara y utilizó sus contactos en el mundo del cine y la publicidad para promocionar el novísimo avión, que en Estados Unidos hizo consolidarse a Federal Express no como transportista de negocios sino como pionera del transporte rápido en pequeños jets. En versión de pasaje, el modelo 20 llegó a la gran pantalla en películas como por ejemplo ‘Como robar un millón’, dirigida por William Wyler e interpretada por Peter O’Toole y Audrey Hepburn, apareciendo como una glamourosa manera de volar. En una estudiada estrategia de promoción, Dassault invitó a la carismática piloto de pruebas Jacqueline Auriol a batir un récord de velocidad con un prototipo que aún se conserva en el Museo del Aire de Paris-Le Bourget y fue una enorme plataforma para el avión, por el que se interesaron gobiernos y corporaciones de medio mundo.

La evolución de los Falcon

Desde aquel primer vuelo de 1963, y la entrega al primer cliente en 1965, el fabricante francés ha construido más de 2.500 aparatos del modelo original y sus evoluciones, con dos o tres reactores, una aviónica cada vez más avanzada y unos motores progresivamente menos ruidosos (aunque el interior de los aparatos siempre destacó por ello) con menor consumo y con un alcance cada vez mayor, siendo capaces de volar hasta 12.000 kilómetros sin repostar.

Este Falcon 2000 fotografiado en Girona, era propiedad del siete veces campeón del mundo de F1 Michael Schumacher. 

Como en el caso de la Formula 1 y la construcción de coches en cadena, Dassault ha aprovechado siempre su experiencia en el campo militar, pues hoy es el fabricante de caza Rafale, para aplicarla en sus aviones civiles. De acuerdo con las estadisticas oficiales de la compañía, el 40% de los Falcon están en manos de gobiernos para el transporte de sus jefes de estado, miembros de los gabinetes o altos funcionarios y el restante 60% en manos de grandes corporaciones, propietarios particulares o empresas de alquiler de aviones ejecutivos.

Aviación Bespoke

Los catálogos de la empresa son a la aviación lo que a la sastrería el concepto Bespoke. No es únicamente el concepto ‘hecho a mano’ lo que domina, sino que los aviones se rematan a la medida del cliente. Además de cuidar los detalles de decoración de la cabina se indica, por ejemplo, que el Falcon 2000LXS ‘es ideal para pistas de vuelo como Aspen’, la célebre estación de esquí de Estados Unidos. También se tiene en cuenta que el Falcon 900LX, además de cruzar el Atlántico cómodamente ‘permite aterrizar en aeropuertos que son un reto como London City, St. Moritz o Toluca’, que su modelo 7X puede volar directamente con ocho pasajeros y tres tripulantes de Valencia a Tokyo, de Shanghai a Seattle o de Nueva York a Jeddah. También se indica que el modelo 8X, llamado a sustituir a los veteranos Falcon 900B del Ejército del Aire, tienen un coste operativo un 35% inferior respecto a estos.

Interior de un Falcon de última generación. Los detalles interiores interiores van a gusto del operador o propietario

Propietarios, gestores y estados

El hilo rojo que une tantas cosas que aparentemente nada tienen que ver, se refuerza cuando se trata de los aviones Falcon. La discreción que suele imperar en este mundo, las sociedades ad-hoc a las que están adscritas muchas de estas aeronaves o los regímenes de multipropiedad de algunas empresas, hacen difícil hacer una radiografía completa del “quién es quién” en este sector, aunque como en el caso del mercado español hay algunas pistas que nos acercan a nombres conocidos o empresas de gran calado que tienen a los Falcon en su flota de vehículos.

También existen casos en los que algunas caras conocidas no tienen problema en indicar que usan aviones de Dassault como es el caso de los tenistas Roger Federer, Angelique Kerber o Sloane Stephens, durante años embajadores de Netjets, empresa de jets privados de uso fraccionado propiedad de Warren E. Buffett. También tienen aviones Falcon empresas como la rusa Gazprom, la anglo-neerlandesa Shell, el grupo Volkswagen. Vuelan con ellos magnates como Richard Branson, Ratan Tata o Charles Simonyi, arquitectos como Norman Foster y está en la flota VIP de gobiernos de países tan dispares como Sudáfrica, Portugal, Serbia, Irán, Ecuador, Sudán, Nigeri, Djiboutí… o España que tendría que plantearse cambiar su veterana flota de Falcon de finales del siglo XX por nuevas unidades, pues en nada ya habremos cubierto una cuarta parte del XXI… y quizá ya va siendo hora.

Un Falcon 8X vuela sobre el Mediterráneo tras despegar del aeropuerto de Marsella.

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