Ayer fue un día precioso. Mañana fresca, pero soleada; parte central del día con calor, pero sin pasarse; y noche de esas en las que entra por la ventana abierta una brisita fabulosa que te refresca los pies. Un día así tenía que celebrarse con un plan inmejorable: quedada con dos amigos, también padres, para un rato de parque con los niños y, después, terraza en la que tomar un par de cervezas y comer algo. Un poco más tarde, cambio de terraza, para concluir el día con un poco más de parque, que ya la luz aguanta mucho más. Un día increíble que me recordó muchísimo a aquellos que vivimos encerrados hace cuatro años.
Ayer me dio por recordar aquellas semanas posteriores al confinamiento por Covid-19. ¿Qué lejos quedan, verdad? Cuando pienso en aquellos días, lo primero que me viene a la cabeza es que hizo un tiempo que daba muchísima rabia, un tiempo como el de ayer. Mi antigua casa no tenía balcón, pero me recuerdo en la ventana, estornudando por alergia mucho menos que ahora, mirando con rabia lo despejado que estaba el cielo y las ganas que tenía de poder tomarme una cerveza en una terraza. Me parece difícil que a alguien no le guste la vida en estas semanas del año, así que era una faena tener que vivirlas encerrados.
Pertenezco a ese grupo selecto de los que disfrutó de las primeras semanas de Covid-19, cuando todavía era una novedad y cuando aún no me había impactado directamente. Un poco de trabajo, pero siesta todos los días, que estábamos de ERTE; algunas flexiones con Fausto Murillo, que aunque cundieron, poco pudieron lucirse; mucho picoteo con vino tras una buena lectura, que no quedaba mucho más que hacer. Una vida tranquila, pero con un precioso sol asomando todos los días. Si hubiera un meteorólogo en la sala, le preguntaría si llovió alguno de esos tres meses. Si lo hizo, no lo recuerdo.
En el parque, en la terraza, caminando de vuelta a casa… Ayer me dio por recordar una y otra vez la fortuna de poder disfrutar de días como estos en la calle, pero también me acordé de aquellos raros meses que todo lo cambiaron. Hace cuatro años todo se paró y, de golpe, nos perdimos esa sensación maravillosa que es estar con buenos amigos, cómodo, dando un trago de cerveza y mirando alrededor sin barreras. Tan importante como saber reconocer la rabia que te dio que un virus te privase de ello es exprimir cada oportunidad cuando te toca vivirlo.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.