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Opinión Eugenio Mallol

Misterios cuánticos en la España cuántica

El potencial de talento distribuido por todo el mundo y el peculiar idilio de La Palma con la física mundial convierten a nuestro país en un lugar especial para la cuántica, pero la planificación aún resulta errática.

Cuántos países darían lo que fuera por tener un dream team como el español en puestos clave de frontera de las tecnologías cuánticas. Darío Gil en IBM, Sergio Boixo en Google, Ignacio Cirac en el Max Planck, Antía Lamas Linares en Amazon Web Services, Ignacio Latorre al frente de los programas de Singapur y Dubái… por supuesto, Pablo Jarillo en el MIT.

Ahí lo tenemos, Pescanova ha encontrado la fórmula óptima para alimentar a sus gambas con computación cuántica de la mano de Fujitsu, uno de los pilares del hub de Galicia, con Carlos Cordero en el cuadro de control. Multiverse Computing, premio Future Unicorn 2024 de DigitalEurope, roza el centenar de patentes, con Roman Orús como gran atractor de talento.

Cellnex Telecom ha participado en la primera conexión con criptografía cuántica con tecnología propia en lo que será la futura red metropolitana en Barcelona y la prevista infraestructura paneuropea de comunicaciones cuánticas (EuroQCI), en una iniciativa promovida por el ICFO. E Hispasat lidera las pruebas para distribuir llaves cuánticas satelitales en el proyecto Caramuel.

Lo cual, que los primeros estertores de la segunda revolución cuántica aterrizan ya en la economía real española, y no sólo a través del programa CUCO en el que están presentes Santander, BBVA o Repsol. Al Ibex no le queda otra.

Y luego está el fenómeno de La Palma, en Canarias, cuyo idilio con el premio Nobel de Física Anton Zellinger la ha situado, como en las mejores películas de Hitchcock en el centro de una compleja trama geopolítica que conviene desarrollar. Zellinger se encumbró tras demostrar el entrelazamiento cuántico de dos partículas ubicadas una en Tenerife y la otra en La Palma, sede del mayor telescopio óptico del mundo, en el Observatorio del Roque de los Muchachos.

El hallazgo prueba que la modificación de una de ellas altera exactamente igual a su par, con independencia de la distancia que las separe. Tras el experimento de Canarias, se ha repetido la prueba entre Pekín y Viena, entre Pekín y Shanghái, y entre Pekín y el espacio. Siempre funciona. La idea a finales de la pasada década era seguir avanzando en las investigaciones sobre distribución de llaves cuánticas satelitales Pekín-La Palma, pero no llegó a materializarse.

Ahí es donde está el asunto. ¿Por qué tanta China en los trabajos de Zellinger? Uno de sus grandes discípulos (hijos de tesis los llaman) es Jian-Wei Pan, a quien se atribuye el liderazgo de la estrategia cuántica de su país desde la Universidad de Ciencia y Tecnología de China. Tendría a su disposición a miles de expertos (se habla en el sector de 15.000), lo cual ha puesto en guardia a Estados Unidos y a la OTAN en pleno.

Entrevisté a Zellinger hace unos meses y casi se mofó del temor extendido acerca de la posibilidad de que estemos cerca de la inevitable supremacía cuántica, una de cuyas manifestaciones sería la ruptura de los actuales modelos matemáticos de criptografía y el inicio de una nueva era de seguridad basada en la física… por supuesto, cuántica.

Básicamente, se trata de utilizar el sistema de entrelazamiento de partículas como llave. “El problema es que la velocidad de los datos es todavía muy, muy baja, sólo del orden de 1 KB por segundo, o tal vez 1 mega”, me dijo al referirse a sus experimentos. “Esto significa que un internet cuántico está muy, muy lejos. Una comunicación segura, sólo puede concebirse para una persona que habla, no mucho más”.

“Es un problema porque nadie sabe cómo resolverlo”, justo en ese momento fue cuando sentí que se reía de las cautelas occidentales. “La discusión sobre la supremacía es una muy buena manera de obtener dinero del Gobierno. Es una muy buena historia periodística. Lo bueno es que hay muchos jóvenes inteligentes trabajando en esto. Pero, ¿prometer tecnología? Yo no lo haría”. A Estados Unidos, los juegos de Zellinger no le hacen ninguna gracia.

El hecho es que España tiene mentes brillantes desperdigadas por todo el mundo, el fenómeno de La Palma y también, cómo no, el caos autonómico habitual en ordenadores cuánticos. ¿Cuatro? Sí, uno en Galicia, otro en San Sebastián (un vicepresidente mundial del IBM es de la tierra y claro) y dos en Barcelona. Y ojo que Madrid y Andalucía se están preguntando por qué no tienen uno propio. Alguna tecnológica lista sabrá convencerles de que lo necesitan, pese a que, salvo el Ibex, apenas una decena de empresas lo demanda aún.

El Gobierno central tiene un programa estratégico sobre tecnologías cuánticas en la mesa que no sale a la luz. Se ha planteado una red cuántica de datos con punto de partida en el ICFO, que pase por Madrid (en El Pardo hay un nodo de llaves cuánticas), continúe por Vigo y llegue a Portugal.

Más allá de las palabras están los hechos. En los últimos tiempos, es evidente la preocupación por preparar a todo aquel susceptible de ser atacado por la quiebra del cifrado, especialmente a las empresas vinculadas a sectores estratégicos, sensibles para Defensa. En Telefónica (telecomunicaciones), GMV (movilidad y aeroespacial) o Fujitsu (sanidad y sector público), el tema ha pasado a ser prioritario.

Por cierto, que el misterioso idilio de La Palma con la élite de la física mundial no se limita a Zellinger, qué va. Fíjate que Stephen Hawking tenía como hijo de tesis a Garic Israelian, a quien se le ocurrió montar en la isla un festival llamado Starmus, al que acudieron desde Neil Armstrong al propio Hawking. ¿Quién ponía la música? Nada menos que a Brian May, el astrofísico guitarrista de Queen. En temas cuánticos, hay que reconocerlo: lo que pasa en La Palma, se queda en La Palma.