En cierta ocasión, hace ya más de tres décadas, un director general de Electrónica e Informática llamado José Luis Bozal expuso a los principales referentes de la industria TIC española su teoría de las tres pirámides. Todas las empresas del sector tenían que encontrar su espacio en una pirámide y sólo iban a quedar tres en España: Telefónica industrial (ya no existe), la red de empresas del entonces Instituto Nacional de Industria (ya no existe), y las empresas públicas. El que no se ubicara en una de esas pirámides, debía saber que su destino era la desaparición.
Poco antes, el Gobierno de Felipe González había aprobado un Plan Nacional de Electrónica e Informática (PEIN) que incluía, entre otras medidas, incentivos para el establecimiento en España de una planta de fabricación o ensamblaje de microelectrónica, con apoyo de Telefónica y el INI, y para la compra de componentes microelectrónicos de origen español por parte de los fabricantes de vehículos y aparatos electrodomésticos de línea blanca.
Mayor déjà vu imposible. El ministro de Transformación Digital y de la Función Pública, José Luis Escrivá, acaba de anunciar en el Mobile World Congress (MWC) una Sepi Digital que, en realidad, no es nada nuevo, sino la integración de varios programas dispersos en una… pirámide. El problema con las anteriores fue que se focalizaron en la promoción de la oferta, pero no pusieron el mismo interés en la generación de la demanda. ¿Volverá a pasar lo mismo?
Ya conté en una ocasión la historia de Ceselsa, fundada por José Antonio Pérez Nievas, convertida en el competidor principal de la empresa pública Inisel por los contratos del Ministerio de Defensa. Cuando el expresidente del INI, Luis Carlos Croissier, fue nombrado ministro de Industria y Energía, se inició casualmente una fase de paralización de inversiones por parte de Defensa que asfixió hasta tal punto a Ceselsa que acabó no teniendo más remedio que fusionarse con Inisel, ERITEL y DISEL. La compañía resultante se llamó Indra.
Convertir al sector público en promotor de la innovación, siendo uno de los principales consumidores, es un arma de doble filo. Bien usada, da resultados magníficos, pero su degeneración puede aniquilar a toda una industria. Con el tema del 5G y la permanente frustración de las operadoras de telecomunicaciones, obligadas a financiar el despliegue de la red, sucede algo parecido. Hay que encontrar el punto adecuado de equilibrio entre la oferta y la demanda.
Dentro de Telefónica, hay quien sostiene que la creación de su nueva filial Innovación Digital quiere ser la recuperación de ese brazo industrial perdido cuando la compañía pasó a convertirse en un negocio financiero y más ya no se supo. Difícil variar esa inercia. De capturar tendencias tecnológicas y montar escenarios de escala, que es como ha venido innovando en los últimos años, a reforzar la capacidad de las unidades de negocio para detectar, comprender, digerir y adaptar las tendencias a la realidad de Telefónica, con el objetivo de generar a partir de ello una adaptación a nivel de negocio. Suerte Chema Alonso.
La clave es la demanda tecnológica. Una de las premisas del sector de las telecomunicaciones actual es que todo lo que pueda funcionar de forma inalámbrica se volverá inalámbrico, ¿por qué entonces tantas dudas en torno al 5G? Una de las explicaciones es el cambio de modelo económico asociado a ellas. Las empresas que operen en 5G y 6G deben seguir un enfoque de negocio de ecosistema, que integre a otros jugadores y aproveche los efectos de red resultantes. Ahí radica el verdadero cambio cultural que hay que emprender.
No deja de ser elocuente que la planta de Ericsson en Lewisville (Texas), donde se implementó el 5G para respaldar la fabricación de equipos haya conseguido duplicar la productividad laboral y reducir significativamente el consumo de energía y la generación de aguas residuales. Frente a los modelos comerciales de las generaciones móviles anteriores, que tendían a ser lineales, la nueva tecnología implica una cooperación más circular y multilateral, en forma de redes de valor.
McKinsey ha elaborado un informe en el que anima a las empresas de telecomunicaciones a comprender el nuevo paradigma e incorporarse a él. Con su enfoque actual de monetización del 5G, sostiene, sólo podrán recuperar una pequeña parte de los más de 600.000 millones de dólares que tenían previsto invertir en infraestructuras hasta 2025 a nivel mundial.
Según sus cálculos, los ingresos inalámbricos podrían incrementarse hasta en cinco puntos porcentuales si adoptan la visión adecuada. Las operadoras se enfrentan a una gama de nuevos competidores en el espacio de soluciones de red, desde grandes fabricantes de hardware hasta integradores de sistemas, pero sus conocimientos y tecnología siguen dándoles una clara posición de fuerza en la mesa negociadora.
El modelo de Open Gateway presentado por GSMA, con Telefónica al frente, en el MWC de hace un año y vuelto a presentar ahora parte de un planteamiento de plataforma similar al que existe en las aplicaciones móviles y los servicios de comunicación y software basado en la nube: permitir a las empresas activar partes de su red 5G bajo demanda y acceder a las herramientas creadas por socios como en una tienda de aplicaciones, para la gestión inteligente de almacenes, el uso de realidad virtual y aumentada o el mantenimiento predictivo.
“Los proveedores de servicios tienen la oportunidad de capitalizar la expansión del mercado de plataformas de comunicación como servicio (CPaaS)”, dice el Ericsson Mobility Report Business Review 2024. “A medida que más proveedores de servicios inviertan en esta tecnología, veremos empresas de todos los sectores y de todo el mundo desbloquear valor aprovechando las capacidades avanzadas de 5G para crear servicios innovadores a través de API de red estándar abierta”, añade.
Según Ericsson, en la industria móvil están surgiendo cuatro horizontes comerciales distintos: uno basado en una versión superior y más eficiente del 4G, conocida como banda ancha móvil mejorada (eMBB), con una capacidad 10 veces superior; otro centrado en las oportunidades de acceso inalámbrico fijo (FWA) y WAN inalámbrica (WWAN), especialmente en los segmentos residencial e industrial, con ingresos promedio por usuario (ARPU) más altos; las soluciones de conectividad diferenciadas; y los ecosistemas de dispositivos sólidos y de redes ubicuas, confiables y de alto rendimiento.
“La agregación de servicios y la conectividad basada en la experiencia son los próximos pasos para permitir una diferenciación y monetización efectivas de 5G, siguiendo la conectividad básica”, apunta el informe. En los últimos tres años, los ingresos globales por servicios móviles han crecido a una tasa anual del 4,6% y la adopción global de suscripciones 5G ha alcanzado los 1.600 millones, un 18% del todas de las suscripciones móviles.
Tanto la iniciativa de Escrivá como el posible inmovilismo de las operadoras en torno a la infraestructura del 5G, corren el riesgo de levantar pirámides basadas en la oferta y no en la demanda. Ese es el punto en el que habrá que centrar la atención los próximos meses, porque de ello depende el ansiado retorno de una cierta industria tecnológica a nuestro país.