Opinión Eugenio Mallol

Elon Musk convierte el cerebro en una industria

El controvertido anuncio de Neuralink en la red X ha generado reacciones en la comunidad científica. Esta es la visión desde Berkeley, la Universidad en la que Musk ha ‘pescado’ a los arquitectos de chips.
Foto: Bret Kavanaugh/Unsplash

No todos los días se asiste al nacimiento de una industria tecnológica. Hasta mediados de la pasada década, el campo de la neurotecnología era puramente académico. Por el lado industrial, no existía prácticamente nada, más allá de gigantes como Medtronic y Boston Scientific. Mucha posición dominante, poca innovación. Elon Musk acaba de presentar una nueva tecnología que crea un mercado completamente nuevo. Esa es la noticia.

Converso al respecto con el neurocientífico español José Carmena, curtido tras dos décadas de trabajo en la Universidad de California Berkeley. Allí se forma a la elite mundial de la arquitectura de chips, el caladero en el que ha pescado Musk para crear Neuralink. Carmena ha impulsado también, junto a Rafael Yuste y Álvaro Pascual-Leone, la iniciativa Spain Neurotech.

Hasta hace poco era noticia que dos monos controlaran un nosequé, o que se lograra implantar a un humano sensores que no eran más que electrodos colocados en la corteza cerebral, capaces de controlar la actividad de un centenar de neuronas. Enviaba las señales a un equipo electrónico enorme, con ordenadores potentes, para desarrollar en laboratorio modelos de machine learning e inteligencia artificial a partir de ellas.

La diferencia que ha introducido Elon Musk, me explica José Carmena, es que ha conseguido integrar en un implante varios chips muy avanzados y unos sensores de un material cuya duración se extiende más años de lo normal en humanos, y lo ha dotado de capacidad de calcular y de almacenar de energía.

Un sistema completo que, además, puede estimular y hacer que el cerebro aprenda. Lo que implanta Neuralink en el paciente permite sensar, procesar de información, decidir qué hacer con ella y actuar, “todo en uno metido dentro del cráneo, aprobado para uso humano ese es el avance”, dice Carmena. El cerebro, una nueva industria tecnológica desde ahora.

En el mundo académico, el espacio para los experimentos es ilimitado, no existe el problema de almacenar más energía o introducir más canales en apenas unos milímetros cuadrados al que se han enfrentado los genios de Elon Musk. El diseño de los chips, de los circuitos integrados y de los canales resulta, por eso, impresionante. Hasta la parte de inserción, con cirugía robótica, rompe los cánones establecidos.

Pero hay que mirar no sólo la cara, sino también el envés del anuncio: “Es más la tecnología en sí, que lo que puedes hacer con ella que no se haya demostrado ya”, apunta Carmena. El clamor de los científicos denostando un avance presentado por Elon Musk en forma de tuit ha sido verdaderamente, diría que inusualmente, ruidoso. Lo cual nos puede llevar a otra discusión sobre los distintos planos en los que discurre la disrupción tecnológica y la científica.

Es cierto que Neuralink afronta problemas dificilísimos como el de introducir el implante sin que se rompa, sin dañar al paciente, sin provocar una infección, sin ampliar su tamaño y garantizando su duración.

Demostraciones, como lo de controlar el móvil con la mente suenan “muy fancy”, frente a las de controlar un ratón en una pantalla en dos dimensiones. Pero será complicado superar lo que se ha demostrado en esos laboratorios donde no existen problemas de espacio o miniaturización y donde se han logrado hitos enormes en los últimos 10 años.

“Que la gente no se vuelva loca diciendo: ‘Dios mío, ¡controlan el teléfono!’ Eso lo demostré yo en 2003 con mis monos y muchas personas más han conseguido cosas similares, incluso que los humanos hagan tareas mucho más sofisticadas”, dice Carmena.

Desarrollar un sistema completo para uso humano y recibir la aprobación de la FDA es ya un logro de enorme mérito, pero a Elon Musk le encanta hablar de cosas como devolver la visión a los que la han perdido. El campo de visual prosthetic de estimulación en distintos en nodos del sistema visual, ya sea en la retina, en el nervio óptico o en la corteza visual, existe desde hace más de 20 años.

“Cuando era estudiante de doctorado fui a un congreso en Dinamarca en 2000, donde una compañía americana llamada Second Sight (quebrada en 2022) nos mostró ejemplos de pacientes implantados. En España, el investigador Luis Fernández en Alicante también tuvo uno. Se ha avanzado poco, porque es un campo muy difícil; y disponer de un implante muy puntero técnicamente y con muchos canales no lo va a solucionar necesariamente”.

Elon Musk exagera sobre una base que es cierta, pero está repleta de matices. Un inversor te dirá que, lo que consigue de ese modo, es abrir una puerta y despertar el interés del mercado. Tras su anuncio, es previsible que el campo de la neurotecnología tenga un desarrollo mucho más rápido. La clave será tener los pies en el suelo y no considerar a aquellos avances que no sean devolver la vista a un discapacitado visual mundanos o menos meritorios.

De hecho, hay una derivada fundamental a seguir. Los avances en inteligencia artificial han abierto un debate muy interesante acerca de si podremos ahorrarnos en parte o totalmente la invasión física. “Sabemos que, cuanto más dentro te vas del cerebro, con más canales y más control, vas a tener más fidelidad, seguro, pero a un coste más alto”. Esto es neurocirugía y no un Apple Store, por muy popular que sea la solución de Neuralink.

Combinar la IA con muchos canales neurales será apasionante, porque el siguiente paso será abstraer ese modelo de trabajo y adaptarlo a una forma menos invasiva, pero sabiendo ya qué buscamos como objetivo.

“Con lo que está haciendo él y la forma tan sofisticada de hacerlo, se convertirá en algo común, como el implante coclear o menos, como un marcapasos, que tengas un problema y digas: mañana voy a poner uno y ya estoy arreglado. Eso es muy heavy”. Una industria tecnológica ha nacido.

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